martes, 3 de julio de 2012

¿Por qué las cucarachas podrían sobrevivir a un holocausto nuclear?


De tan repetida la idea de que, tras un holocausto nuclear, la humanidad perecería pero las cucarachas sobrevivirían, al final se nos ha olvidado explicar la razón de que ello pudiera suceder.


En primer lugar, maticemos: si se produce una explosión nuclear, las cucarachas no sobrevivirán si andan cerca. Por ejemplo, la bomba de 15 kilotones que explotó en Hiroshima desencadenó una tormenta de fuego de 982 ºC que lo incineró todo en un radio de 1,9 km. Lo que haría la cucaracha es sobrevivir a la subsiguiente lluvia radioactiva.


Y es que la cucaracha común puede soportar nada menos que 6.400 rads (la medida estándar de la radiación ionizante). En comparación, la dosis letal para un ser humano es tan solo de 500 rads.


La razón de esta resistencia a la radioactividad es solo una hipótesis. En su período larvario, las cucarachas experimentan una muda semanal durante la cual sus células se subdividen a la mitad de la frecuencia habitual. Ya adultas, se subdividen todavía menos. La radiación causa la mayoría de las mutaciones en el ADN replicante, es decir, es más frecuente en las células que se están subdividiendo. Esta lentitud protege a las cucarachas de la mutación.

martes, 12 de junio de 2012

Las naranjas son verdes



Si le preguntamos a alguien de la calle de qué color es la naranja, refiriéndonos a la fruta, tras un ligero titubeo (¿acaso me están tomando el pelo?), responderá con firmeza: naranjas. Las naranjas son de color naranja, precisamente por eso las llamamos naranjas. ¿No sería absurdo llamar naranjas a una fruta que muchas veces no son de color naranja?

Pues sí, lo es. Y además es justamente lo que ocurre. Las naranjas no son naranjas, y muchas veces lo son simplemente porque las modifican artificialmente para que nos parezcan naranjas.

Incluso estando ya maduras, en muchos países las naranjas son verdes, pero siguen llamándose naranjas (no verdes). Lo mismo que ocurre, por cierto, con los limones, los mangos, las mandarinas y los pomelos. En realidad, el color original de las naranjas no es el naranja sino el verde. La naranja es en realidad no es un fruto silvestre sino un cruce de mandarina y pomelo, cultivado por primera vez en el sudeste asiático. Entonces eran verdes, y así siguen siendo allí. Las naranjas vietnamitas, por ejemplo, tienen la piel de un color verde intenso, y la pulpa naranja.

Entonces ¿de dónde viene el color naranja de la naranja? Lo explica así John Lloyd en su libro El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:

Las naranjas no son una fruto tropical, sino subtropical, y el color depende de dónde se cultiven. En los climas más templados, la piel verde se vuelve naranja con el fresco; por el contrario, en los países donde siempre hace calor, el frío no destruye la clorofila, y la fruta conserva el color verde. Por ejemplo, las naranjas hondureñas se comen verdes en el país de origen, pero se “anaranjan” artificialmente para su exportación. Para conseguirlo, se rocían con gas etileno, un subproducto de la industria petrolera cuya aplicación principal es la producción de plástico. El etileno es el compuesto orgánico más fabricado del mundo: se generan más de cien millones de toneladas anuales. Elimina la capa exterior, verde de forma natural, y revela el color naranja, más conocido. Sí, amigos, para que la naranja tenga el color que le da nombre es necesario que se produzcan bajas temperaturas durante la noche. Si esto no ocurre, por la noche se producen grandes cantidades de clorofila que la vuelven verde aún estando maduras.

Las naranjas estadounidenses, procedentes de California, Texas y Florida, también solían teñirse de forma sintética hasta el año 1955, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos lo prohibió. De todas maneras no tengáis reparo: el etileno es inodoro, insípido e inocuo, y son muchas frutas y verduras las que lo emiten de forma natural una vez han sido recolectadas: manzanas, melones, tomates, aguacates o plátanos, por ejemplo. El etileno no es perjudicial para las personas. Y sin él las naranjas quizá no se llamarán naranjas, sino verdes.

O sí. El nombre original de las naranjas era ‘narangah’ del sánscrito, y que significa literalmente ‘veneno para elefantes’. Esto es así por una antigua leyenda que contaban según la cual la naranja era un manjar tan rico y dulce que los elefantes llegaban a morir de glotonería comiendo naranjas.

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Podríamos alimentarnos de comida para gatos?

A veces hay gente que, después de abrir una lata de comida para gatos, se dice “¿por qué no”? Y es que el olor parece bueno. Tiene consistencia de atún de paté. Y los gatos parecen relamerse con ella. Así pues, ¿resultaría saludable para el ser humano la comida para gatos o ya podemos ir a preparanos una buena ración para comer? De hecho, la fórmula de carne de vaca Newman´s Own usa solo carne orgánica uruguaya al 95 %, certificada por el Departamento de Agricultura, y está llena de vitaminas.


Una lata de comida para gatos típica contiene los siguientes ingredientes: subproductos de la carne, pollo y pavo, ceniza y taurina. En principio, pues, la comida para gatos puede ser tolerada por nuestro sistema digestivo.


La cuestión es que, tal y como afirma Jackson Blatner, dietista registrado en la Asociación Dietética Americana, técnicamente se podría digerir incluso una pelota de béisbol. Pero eso no significa que debamos hacerlo.


Tal vez el peor inconveniente de la comida para gatos sea el alto contenido en minerales de la ceniza, aunque el cuerpo lo eliminara rápidamente. En otras palabras: no ocurrirá nada si de vez en cuando comemos comida para gatos, pero no debería ser un elemento habitual en nuestra dieta. Si empezaís a maullar, por ejemplo, es el momento de dejarlo.

sábado, 19 de mayo de 2012

Basura orbital



Las fases desechadas de los cohetes, fragmentos de satélites destrozados y objetos aleatorios, como herramientas que se desprenden durante los paseos espaciales de la Estación Espacial Internacional. La cuestión es que orbitando a la Tierra hay todo un vertedero.


La Nasa estima que hay unos 18.000 objetos en órbita de mayor tamaño que una pelota de béisbol.300.000 más grandes que una moneda. Y millones de tamaño incluso menor (entre ellos, los 150.000 trozos del tamaño de un terrón de azúcar producidos cuando los chinos derribaron uno de sus difuntos satélites en 2007.


Los científicos estiman que su volumen de basura mantendrá una evolución, más o menos, uniforme hasta el año 2055. Se calcula que su ritmo de crecimiento será de un 5% cada año.


Pero a partir de ese año el número de objetos peligrosos flotando se disparará de forma exponencial. Con un mayor peligro de colisión entre ellos y el consiguiente desprendimiento de nuevos fragmentos alrededor del planeta, que incrementarían el riesgo de colisión con la consiguiente.


La probabilidad de que alguno de estos objetos nos golpee es remota, una entre un billón, según Bill Ailor, director del Centro de Estudios sobre Escombros Orbitales.


De hecho, solo existe un caso en que alguien haya sido alcanzado por residuos de este tipo. En 1997, Lottie Williams estaba en un parque de Tulsa, Oklahoma, cuando una pieza metálica del tamaño de un DVD procedente de un cohete Delta II la golpeó en el hombro. Afortunadamente salió indemne porque se precipitaba a una velocidad muy baja.


Si estamos en el espacio, sin embargo, la cosa se complica: los restos orbitan a una velocidad de 28.900 km/h. Lo suficiente como para que una mancha de pintura de 0,18 mm abriera una brecha en una ventana de la lanzadera en 1983.