miércoles, 22 de diciembre de 2010

La fuerza de la unión



Desde los organismos unicelulares hasta los más complejos vertebrados, todos los animales basan su supervivencia en el grupo, en la capacidad de unirse para vencer metas que a priori se presentan infranqueables. Pero ¿cuándo y por qué comenzaron a hacerlo y qué consiguen aún hoy con ello? Se lo contamos.

La muerte se olía en el viento. Los cambios de presión lo anunciaban con la claridad de lo inevitable. Pronto empezaría a nevar y el frío las mataba.

Venían desde Canadá, 3.000 kilómetros al norte, y apenas estaban a un paso de su meta final. Millones de mariposas monarca llegaban, exhaustas, a las sierras de Michoacán, donde los bosques de oyameles del Santuario de Monarcas de Angangueo las servirían de refugio para pasar el invierno. Los árboles las resguardarían de la lluvia, pero ¿cómo vencer el frío que ya empezaba a apoderarse del paisaje?

Guiadas por un código ancestral, todas las mariposas bajaron al unísono hacia los troncos y las ramas bajas de los oyameles. Parecía imposible que pudieran caber tantas en cada metro cuadrado de superficie. Se posaban unas al lado de otras con las alas cerradas, ordenadas, compactándose en un todo que cubría los árboles como una funda. Era el único modo de vencer al gélido enemigo. La falta de espacio entre los cuerpos conservaba su calor. La unión de las mariposas aseguraba su supervivencia.

Muchos animales adquirieron la capacidad de obtener ventajas gracias al grupo en el largo camino de la evolución. Desde los organismos unicelulares hasta los más complejos vertebrados, todas las clases de animales cuentan con especies cuya supervivencia se basa en el grupo, en la manada, en la capacidad de unirse para vencer metas que a priori parecían insuperables.

Las razones para unirse son fundamentalmente cuatro: para buscar lugares con un clima propicio, para alimentarse, para reproducirse y para buscar seguridad y protección. Las mayores concentraciones animales del mundo se mueven siguiendo una o más de estas razones. Las aves del hemisferio norte migran hacia la franja ecuatorial buscando calor y alimento en los meses de invierno. Los caribúes de Alaska huyen de los mosquitos del norte y aprovechan el número para aumentar sus posibilidades de supervivencia cuando los lobos árticos los atacan en manada, las mariposas monarca buscan el refugio de los bosques mexicanos para pasar el invierno y sobrevivir al frío. Los ñúes de Tanzania y Kenia se unen en una perpetua migración en pos de las lluvias y, por lo tanto, de la hierba que los alimenta. Los ejemplos son muy numerosos, pero las consecuencias de estas uniones van más allá de lo que pueda parecer a simple vista.

Cuando las grandes concentraciones de ñúes se empiezan a congregar en las sabanas de Serengueti, en Tanzania, los animales comienzan a formar larguísimas filas que se extienden por la sabana. El paso de más de un millón de estos herbívoros podría acabar fácilmente con el pasto que, a su vez, es su alimento, así que los ñúes aprendieron a moverse formando largas filas en las que los animales siguen las huellas del que va delante, minimizando el impacto sobre las hierbas del territorio.

La seguridad es quizá la más antigua y eficaz de las razones por las que los individuos de una determinada especie comenzaron a unirse. La unión, efectivamente, hace la fuerza, pero no siempre de una manera directa. Para muchas especies de peces, unirse en grandes bancos ofrece una doble ventaja. Por un lado, la masa de la colonia completa puede asustar a las aves que pescan desde el aire y se tiran en picado a por sus presas. Por otro, cuando un depredador ataca al bando, cada uno de los individuos tiene muchas más posibilidades de sobrevivir si reparte su suerte entre todos sus congéneres. Y en muchas ocasiones el depredador falla su ataque porque el movimiento anárquico de tantas presas juntas lo despista unos segundos a la hora de fijar un blanco; unos segundos que en la naturaleza suelen marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Los científicos están descubriendo que, cuando se producen estas uniones de millares e incluso millones de individuos, el grupo se mueve como un organismo individual capaz de buscar nuevos territorios más propicios o atacar para defenderse o alimentarse. Es la manera que tiene la naturaleza de proteger a los más débiles. Quizá, como en tantas otras ocasiones, no estaría mal que volviéramos la vista hacia ella y aprendiéramos que es en la unión donde se encuentran las ventajas y fortalezas.