sábado, 17 de diciembre de 2011

Mina de azufre en Ijen: un infierno amarillo en la Tierra


Existe un infierno en Indonesia (uno de tantos que puebla el mundo). Está a 2.400 metros de altitud, en la cumbre del volcán Ijen, en la isla de Java. Se trata de una de las últimas minas de azufre a cielo abierto que sobreviven en el planeta. Así que imaginaos el paisaje: la tierra es de color amarillo y una nube tóxica está permanentemente suspendida en el ambiente; si hay mucha humedad, entonces parece que cae una fina lluvia ácida.

 Pero lo que de verdad convierte este lugar en un infierno es el grupo de condenados que recorre el volcán de arriba a abajo. Es un destacamento de unos 200 trabajadores que extraen las rocas de azufre con sus propias manos, rocas que se forman al enfriarse los gases sulfurosos que son expulsados por el volcán a través de largas tuberías. La mayoría son trabajadores jóvenes, pues los gases acaban matando a quienes llevan muchos años aquí. Unos minutos en este lugar son suficientes para notar los primeros efectos físicos, sobre todo en los pulmones. La única medida de seguridad, en un mundo donde no existen las máscaras de gas, es un trozo de tela de algodón que se muerde entre los dientes mientras se respira únicamente por la boca.

 Y es que el azufre, a pesar de su peligrosidad, se vende a buen precio en el mercado para la fabricación de pesticidas, pomadas tópicas o neumáticos, de modo que estos trabajadores miserablemente pagados por sus patronos transportan las rocas en cestas de mimbre cargadas con 70 y 100 kilogramos de peso, andando descalzos o provistos de precarias chanclas de goma, sufriendo quemaduras químicas, caminando kilómetros desde la mina, a 2.400 metros de altitud, hasta la base del volcán, por un sendero con 300 metros de desnivel, desafiando precipicios, ocultándose de las súbitas ráfagas de aire enrarecido que pueden tumbar sus cuerpos enclenques de apenas 1,60 de altura y 55 kilos de peso.

 Un buen día de trabajo se traduce en la extracción de unas 12 toneladas de azufre. Los que trabajan dentro de la mina no lo tiene más fácil: se dedican a separar el azufre de la piedra con varas de hierro o picos mientras notan cómo sus bronquios se carcomen por los gases azufrados (llamando a gritos a la bronquitis crónica, al enfisema pulmonar y al asma). Los ojos se llenan de un picor que les durará días enteros (el bióxido de azufre se transforma en ácido sulfúrico diluido cuando entra en contacto con la humedad de los ojos), rodeados de chorros de gas que superan los 2.200 grados centígrados, como si estuvieran rodeados de calderas de locomotora, rodeados de un intenso olor a huevo podrido. Por si todo eso fuera poco, los científicos llevan tiempo pronosticando que el volcán podría entrar en erupción en cualquier momento.

 El sueldo para cualquiera que trabaje aquí: 35.000 rupias diarias (unos 4 euros), unos tres céntimos de euro por cada kilo de azufre recolectado. Sin contrato ni seguro de vida, por supuesto. Ellos, después de todo, se consideran afortunados, pues trabajando en un arrozal o un cafetal ganarían la mitad. Porque siempre hay lugares peores que el Infierno. Y son amarillos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La materia oscura


La materia oscura —la sustancia misteriosa que creemos que representa alrededor del 80 por ciento de la materia del universo— sigue siendo un misterio inescrutable.


 Los científicos han estado intentando durante décadas comprender y detectar la naturaleza de esta materia, lo que podría ayudar a descubrir cómo se iniciaron las galaxias. “No sabemos mucho acerca de la materia oscura”, afirma Stefan Funk, un astrofísico de partículas de la Universidad de Stanford.


 A diferencia de la materia visible, la materia oscura no puede ser vista y es excepcionalmente difícil de detectar. Se mueve lentamente, lleva poca energía e interacciona muy lévemente con su entorno. Sin embargo, sí es conocido que cuando un pedazo de materia oscura es destruida, la explosión resultante origina un torrente de partículas de alta energía. Estas partículas pueden estar formadas de materia ordinaria —protones, neutrones, electrones y sus bloques elementales— y también de sus homólogos de antimateria.


 La antimateria era abundante en los orígenes del universo, pero ahora es muy rara y sólo se crea en procesos extraños, como por ejemplo, la destrucción de materia oscura o en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC en inglés).


 Así que los científicos, en la búsqueda de evidencias de materia oscura, ponen sus esfuerzos en hallar positrones —el análogo antimateria de los electrones— en estallidos de alta energía de las partículas conocidas como rayos cósmicos.


 Otro inconveniente para los físicos, es el desconocimiento acerca del tamaño de la materia oscura. Sin embargo, sí se sospecha que la cantidad de energía transportada por un positrón está limitada por la masa de su fuente de materia oscura.


 Inicialmente se pensó que se podría encontrar con relativa rapidez, un punto límite para el tamaño máximo de una partícula de materia oscura. Sin embargo, recientes estudios de la plataforma espacial Rusa-Europea conocida como PAMELA, han encontrado evidencias de lo contrario.


 Algunos científicos cuestionaron estos resultados. Pero ahora, diferentes investigadores de Stanford parecen haber confirmado estos resultados en un estudio enviado a Physical Review Letters.


 ¿En qué acabará todo este jaleo? ¿Descubriremos algún hecho revelador gracias al LHC?

jueves, 17 de noviembre de 2011

Kowloon: un armonioso estado de anarquía, corrupto, insalubre y muy aglomerado


La ciudad fortaleza de Kowloon es una ciudad tan compacta que más que una ciudad se parece a un gran lingote dorado lleno de oquedades y surcos.

 Kowloon sirvió de fuerte y puesto de vigía contra los piratas de la región que en el siglo XIX (dinastía Song) amenazaban el comercio de sal. Enclavada dentro de la próspera Hong Kong, pasó a tener estatus de ciudad en 1842, cuando el gobierno chino consideró que, a pesar de haber cedido Hong Kong a las autoridades británicas, debía contar con cierta presencia en la región (algo así como lo que representa Gibraltar en la actualidad).

 En aquella época, Kowlon apenas tenía una población de 700 personas. Conquistada por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, Kowloon fue demolida en gran parte, y prácticamente la totalidad de la muralla del fuerte fue desmantelada para construir con sus piedras el cercano aeropuerto de Kai Tak. Al terminar la guerra, la ciudad se convirtió en refugio de las pandillas más peligrosas de la isla y también de las mafias, las tríadas. Kowloon, entonces, empezó a operar bajo sus propias leyes callejeras, al margen del resto del mundo, como una especie de Amazonas de cemento y cristal en la que incluso el Lee Marvin de Doce del patíbulo o el sargento Hartman de La chaqueta metálica tendrían serias dificultades para poner un poco de orden.



 Ni siquiera la policía de Hong Kong se atrevía a entrar en la ciudad, lo cual es sumamente significativo: la ciudad más o menos iba hacia adelante sin autoridad, sin ley escrita. Un ejemplo de esta “autogestión” lo encontramos en cómo la gente limpiaba la ciudad: los habitantes de los pisos superiores barrían hacía el piso de abajo, el del piso de abajo hacía lo mismo y así sucesivamente. El resultado era que los pisos inferiores tenían una gran cantidad de polvo, además de abundancia de ratas y cucarachas. No es de extrañar, pues, que sus habitantes se refirieran a la vida en Kowloon como un “armonioso estado de anarquía”, donde campaban a sus anchas los fumaderos de opio, los traficantes de cocaína, los casinos, los puestos de comida donde se servía carne de perro y las fábricas secretas donde se falsificaban toda clase de productos.

 Pero también donde la mayoría de gente vivía siguiendo normas tácitas de convivencia.

 Un dato muy curioso es que en Kowloon ejercían muchísimos dentistas, cuyos precios asequibles (debido a que operaban sin licencia) atraían a clientela que incluso vivía fuera de la ciudad. Aunque yo no me fiaría de un dentista que trabaja en unas condiciones higiénicas propias de un prostíbulo de carretera.

 Así era Kowloon. Un micromundo insalubre y corrupto dentro de una ciudad próspera como Hong Kong. Un limbo pseudolegal. Un lugar de perdición y pecado que recuerda vagamente a la Sin City del cómic de Frank Miller. Posiblemente el único lugar del mundo donde se puede comprar cola de dragón o cuerno de unicornio como sustituto de las medicinas de farmacia.

 A mediados de los años 1970, Kowloon empezó a crecer desproporcionadamente. Pero no podía hacerlo a lo ancho si pretendía respetar el territorio original, el cual se extendía en un espacio de apenas 100 por 200 metros de área. Así pues, creció hacia arriba (aunque nunca más de 14 pisos, para no entorpecer el tráfico aéreo de la vecina Hong Kong, cuyos aviones suelen pasar rozando las azoteas de los edificios: allí, el Reglamento de Circulación Aérea permite que los aviones pasen a una altura inferior de 100 metros del punto más elevado situado en un radio de 600 metros, cuando en España, por ejemplo, ese límite se establece en unos 300 metros).



 De este modo, fue comiéndose poco a poco el espacio de las calles y las plazas, que fueron empequeñeciéndose cada vez más. La ciudad, superpoblada y atestada de edificios y de cosas en general, era una masa indescifrable de construcciones, estrechísimas calles, pasillos y puentes. Las calles más anchas apenas tenían 1 metro de anchura. Literalmente, toda la ciudad pasó a ser un único edificio. Y esto también explica que unos edificios tan precarios se mantuvieran en pie: se apoyaban unos sobre otros, nuevos edificios se construían en las azoteas de los antiguos, todo se levantaba un poco al azar.

 Con 50.000 habitantes, pues, Kowloon tenía una densidad de población claustrofóbica: 1,9 millones de habitantes por kilómetro cuadrado. Nueva York tiene 91 personas por hectárea; Kowloon tenía 13.000 personas por hectárea. La gente que circulaba por la calle, entonces, debía parecer de lejos una melé de Rugby.

 De esta manera, proporcionalmente, Kowloon era diminuta si tenemos en cuenta todo lo que albergaba. Como si una gran ciudad de repente se hubiera comprimido al ser aplastada por sus cuatro costados con gigantescas planchas de acero. Y seguramente sus habitantes la consideraban así, pequeña, apretada, asfixiante, masificada… protectora como la concha de una tortuga. Un lugar donde pasaban tantas cosas diferentes simultáneamente que bastaba dar un paseo por sus calles repletas de estímulos para solucionar cualquier problema de déficit de atención.



 El único espacio físico que quedaba a salvo de esta planificación urbanística un tanto turulata fue aquel en el que estaba enclavado el templo de Tin Hau, construido en 1951, en el centro de la ciudad. Pero la altura de los edificios que lo rodeaban fue tal que el templo siempre permanecía en las sombras y hasta se protegió su estructura con una rejilla para impedir que la basura y los fragmentos de toda clase de cosas cayeran sobre él.

 Por si no fuera suficiente semejante caos arquitectónico, marañas inextricables de cables y tuberías cruzaban como telarañas todas las calles y ocultaban todavía más los pocos resquicios que se mantenían libres y que permitían contemplar un fragmento de cielo. Esto era así a causa de una norma que se estableció sobre la instalación eléctrica: debía estar al descubierto a fin de poder abordarla en caso de incendio.

 No en vano, Kowloon era conocida como “la ciudad de la oscuridad”: la poca luz de la que disfrutaban sus calles procedía exclusivamente de enfermizos fluorescentes. Por lo tanto, no era buena idea poner una planta de exterior en cualquiera de las calles de Kowloon, porque en pocos días moriría.

 Es ciertamente irónica la existencia de este caos urbanístico justo a una ciudad como Hong Kong, ciudad armónica por excelencia, que incluso fue construida siguiendo las leyes del Feng Shui, que valora los recorridos del chi, las direcciones cardinales o la geomancia; más todavía: los edificios más emblemáticos de Hong Kong se asientan en lo que llaman Vena del Dragón, que procura no impedir el paso de los dragones hacia el agua.

 Para decepción de los turistas ávidos de aventuras, China y el Reino Unido firmaron un acuerdo en 1987 que ponía fin a la grotesca existencia de Kowloon. Tras un proceso de varios años e interminables negociaciones con muchos de los habitantes que se negaban a abandonar sus casas, la ciudad fue evacuada y demolida entre 1991 y 1992. La ciudad miniaturizada desapareció del mapa y su lugar fue ocupado por un inmenso parque de estilo tradicional chino, el Kowloon Walled City Park, provisto de jardines, fuentes y lagos inspirados en el arte de la dinastía Qing. Su única construcción, ahora, es una pagoda.

 Antes de que la ciudad fuera demolida, sin embargo, se aprovechó el escenario para rodar algunas películas, como Bloodsport, protagonizada por Jean-Claude Van Damme o Crime Story, de Jackie Chan, en la que incluso aparecían escenas de explosiones reales. Dos periodistas, Ian Lambot y Greg Girard, tomaron en esos días multitud de instantáneas recopiladas en su libro City of Darkness: Kowloon Walled City. Un grupo de japoneses estuvo más de una semana recorriendo todos los rincones de la ciudad para confeccionar un mapa detallado del lugar. En la novela El mito de Bourne, de Robert Ludlum, el agente secreto Jason Bourne también protagoniza una espectacular persecución por las angostas calles de Kowloon (aunque por razones obvias, la adaptación cinematográfica rodada muchos años después ya no fue posible ambientarla en Kowloon). El paisaje de Kowloon también inspiró a videojuegos como Shenmue II.

 Y la ciudad del pecado y la oscuridad quedó atrás, como una pesadilla.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Cuidado con donde se sienta, sr Faraday



Entre las varias anécdotas que se conocen del eminente físico británico Michael Faraday, hay una que apareció publicada originalmente en las notas biográficas que el “Preceedings of the Royal Society” le dedicó, y cuya veracidad parece fuera de toda duda puesto que fue el propio Faraday quien se la relató a un colega en su correspondencia.

 Parecer ser que Faraday y el geólogo escocés Charles Lyell recibieron el encargo del gobierno británico de presentarse como comisionados en la investigación de una grave explosión sucedida en una mina de carbón ubicada en Haswell (condado de Durham, Inglaterra) en 1844, en la que murieron noventa hombres.

 Cuando llegaron allí, Faraday inspeccionó el lugar de los hechos con mucha atención y entre otras cosas, preguntó como se medían los niveles del flujo de corrientes de aire en la mina.

 Uno de los inspectores le respondío que se tomaba un puñadito de pólvora de una caja, como si fuera rape, y se dejaba caer a través de la llama de una vela. Otro inspector, ubicado a cierta distancia y equipado con un reloj, anotaba entonces el tiempo que tardaba en llegarle el olor a pólvora quemada.

 El método satisfizo a Faraday, pero recalcó que era importante manejar con mucho cuidado la pólvora, por lo que preguntó que dónde la guardaban.
 “En una bolsa, muy firmemente atada”, le respondieron.
 “Sí, de acuerdo, ¿pero dónde guardan la bolsa?” “Está usted sentado en ella”, le contestó el inspector de manera despreocupada.
 Aquella pobre gente, con ganas de agradar a los eminentes visitantes y careciendo como es lógico de sillas cómodas, decidieron que la bolsa de pólvora era el mejor sustituto para un cojín. Podemos adivinar la agilidad felina con la que Faraday se levantó de la silla en cuanto oyó la respuesta.

 La historia la leí en el blog de Nanette South Clark: An engineer aspect. Ella a su vez la encontró buceando por las hemerotecas de Utah en busca de anécdotas sobre científicos. Esta concretamente se publicó el 2 de mayo de 1898 en la página 5 de un periódico llamado “The Standard” (Ogden, Utah).

lunes, 17 de octubre de 2011

Computadora VS cerebro humano

Deep Blue, la potente serie de ordenadores centrales de IBM consiguió en 1997 derrotar al gran maestro de ajedrez Gary Kasparov. Deep Blue analizaba más de 200 millones de posibles jugadas por segundo (el cerebro de Kasparavo sólo evaluaba unas 5 jugadas por segundo). Pero Deep Blue consumía mucha energía y requería un dispositivo de disipación del calor para no arder. Kasparov, por su parte, apenas sudaba. Por esa razón, el cerebro humano es un modelo de rendimiento: la corteza consume menos energía que una bombilla. Además, es significativo que Deep Blue tenga que pensar millones de veces más deprisa que su adversario humano para poder vencerle; y por muy poco. La razón de este despilfarro de recursos es que los programas convencionales son muy rígidos, tal y como señala el psicólogo Jonah Leherer: La mayor parte de la inteligencia de Deep Blue derivaba de otros grandes maestros del ajedrez, cuya sabiduría había sido concienzudamente programada en la máquina. (Los programadores de IBM también estudiaron las anteriores partidas de Kasparov y crearon el software que permitiera sacar provecho de sus recurrentes errores estratégicos). Sin embargo, la máquina era incapaz de aprender. En lugar de ellos, tomaba decisiones prediciendo los probables resultados de varios millones de jugadas diferentes. El ordenador acababa ejecutando la jugada con el “valor previsto más elevado.


Para Deep Blue, el ajedrez era tan sólo una serie interminable de problemas matemáticos. Lo que ocurría en el cerebro de Kasparov es que, décadas de experiencia, lo habían perfeccionado para detectar patrones espaciales sutiles en el tablero. Kasparov no analizaba “todos” los movimientos posibles, tal y como hacía Deep Blue, sino que se concentraba en la evaluación de las alternativas estratégicas más útiles. Gerald Tesauro, programador informático de IBM, intentó crear una Inteligencia Artificial que funcionara de ese modo, basándose en el innovador trabajo de los científicos computacionales Rich Sutton y Andrew Barto. Para ello, escogió un juego de mesa que tuvo sus inicios en Mesopotamia, hacia el año 3000 a. C. Llamó al programa TD-Gammon (TD significa “diferencia temporal”). Deep Blue había sido preprogramado con perspicacia ajedrecística, pero el software de Tesauro empezó con un conocimiento absolutamente nulo. Al principio, sus jugadas de backgammon eran totalmente al azar. Perdía todas las partidas y cometía errores estúpidos. Pero el ordenador no fue novato durante mucho tiempo; TD-Gammon estaba diseñado para aprender de su propia experiencia. Día y noche, el software jugaba al backgammon contra sí mismo, asimilando con paciencia las jugadas más efectivas. Tras varios cientos de miles de partidas, TD-Gammon era capaz de derrotar a los mejores jugadores humanos del mundo. TD-Gammon, pues, era lo más parecido al cerebro de Kasparov. Ya no analizaba todas las partidas posibles, sino que generaba una serie de predicciones sobre cómo se desarrollará la partida, partiendo siempre de experiencias previas.


Este tipo de computación ha sido usada más tarde para resolver toda clase de problemas complejos, por ejemplo: programas núcleos de ascensores, o determinar horarios de vuelos. La distinción fundamental entre estos programas de aprendizaje de refuerzo y los enfoques tradicionales es que los nuevos programas encuentran las soluciones óptimas por sí mismos. Nadie le dice al ordenador cómo organizar los ascensores, sino que aprende metódicamente haciendo pruebas y fijándose en sus errores hasta que, al cabo de un cierto número de ensayos, los ascensores funcionan con la máxima eficiencia posible. Han desaparecido los errores aparentemente inevitables.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Las hormigas zombies


Dale la vuelta a alguna hoja en un bosque de Tailandia y podrías descubrir la tumba de una hormiga zombi. Las mentes de estos pobres insectos fueron conquistadas por un hongo parásito conocido por Ophiocordyceps unilateralis que obliga a las hormigas arborícolas (Camponotus leonardi) a descender cerca del suelo en busca de una hoja joven de la que poder alimentarse. El hongo conduce a las hormigas hacia hojas que se encuentran a tan solo 25 centímetros del suelo, tal y como informan los investigadores en la edición online del 23 de julio de la revista The American Naturalist. Comparado con el clima en los nidos de las hormigas, que se encuentran 20 metros por encima, en estas zonas bajas hay más humedad y la temperatura es más fresca, la clase de tiempo preferida por los hongos para crecer. Poco después del “descenso a los infiernos” la hormiga muere, pero su trabajo no ha terminado. De su cadáver brota entonces el tallo del hongo, que finalmente terminará liberando las esporas que crearán a más hormigas zombies.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Plantas asesinas por la noche?

Seguro que alguna vez, siendo pequeños, os han dicho: no duermas con plantas, que te asfixian. ¿Por qué? ¿Acaso las plantas se vuelven asesinas a la luz de la luna? Nada de eso. Esta creencia popular se debe a un fenómeno fisiológico. Las plantas realizan la fotosíntesis, por la que fabrican sus propios nutrientes; además, al igual que los animales, también respiran. A grandes rasgos son procesos contrarios: la fotosíntesis consume dióxido de carbono y produce oxígeno, y la respiración consume oxígeno y produce dióxido de carbono. La cuestión es que por la noche, al no haber luz, no ocurre la fotosíntesis pero sí la respiración vegetal. Sabiendo esto, nuestras madres, abuelas e incluso el famoso Trivial Pursuit, nos dicen que si tenemos una planta junto a nuestra cama, podemos morir mientras dormimos, por falta de oxígeno. En algunas webs se desmiente esta afirmación, en otras se confirma (una de ellas es El Rincón del Vago). Por si no tenéis cerca a un experto en fisiología vegetal que os resuelva la duda, os voy a dar la clave de cómo podemos vencer a esas “asesinas nocturnas”: una calculadora. Vamos a suponer que dormís en una habitación de 3 metros de ancho, 5 de largo y 3 de alto; imaginando que no hay nada más, tendríais 45000 litros de aire. Sabiendo que la proporción de oxígeno en la atmósfera es el 21%, en ese dormitorio habrá 9450 litros de oxígeno. Una persona en reposo consume una media 3,5 mililitros de oxígeno por kilogramo en cada minuto; de modo que si pesais 70kg consumís 117,6 litros en 8 horas de sueño. Una planta del tamaño de una acelga, muy usada en estos experimentos, puede consumir 0,12 moles de oxígeno en el mismo tiempo… ¿y cuánto es eso? Nada más y nada menos que 2,69 litros de oxígeno. Los números son claros, las conclusiones son las siguientes: No es peligroso dormir con una planta… ni con dos, ni con tres… Podéis dormir tranquilamente con vuestra pareja y, pasando calor, con otras 78 personas más. Cuidado con el Trivial Pursuit y El Rincón del Vago.

martes, 23 de agosto de 2011

Un pensamiento al mirar arriba



Allá arriba se encuentra la estrella polar, la estrella del norte, y esta casi exactamente alineada con el eje de rotación de la tierra, lo que significa que, mientras la Tierra gira, todas las estrellas giran en el cielo alrededor de aquel punto.

Así que al mundo le parece que la Tierra está en el centro del Universo y las estrellas giran entorno a ella.

Y esto es, por supuesto, lo que los antepasados pensaron durante miles de años, ¿y por qué no?

Porque es obvio … pero equivocado.

jueves, 4 de agosto de 2011

Las ovejas negras



La inmensa manada de ovejas que pasta por el vasto territorio australiano tiene un claro objetivo: la producción de lana.

Entre los ganaderos, las ovejas negras justifican su fama. La presencia de motas oscuras en la lana del ganado ovino de raza merina causa un efecto disuasorio en los ganaderos, ya que el animal que tiene estas características es considerado como improductivo.

Su meta es obtener la lana más blanca posible, y para ello, un grupo de investigadores de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO), lo que es el CSIC en Australia, estudia el posible origen genético de esta característica corporal.

Investigadores de la Universidad de León han colaborado con ellos recientemente, en un trabajo que ha sido publicado en la revista PLoS One.

Los científicos de este organismo australiano emplean una técnica genómica denominada “sets de datos genómicos“, que permite el estudio de los polimorfismos distribuidos por todo el genoma.

El trabajo científico realizado en Australia estaba encaminado a determinar si existía una predisposición genética en la aparición de descendencia con manchas negras en la lana.

El fenómeno estudiado se conoce con el nombre de piebaldismo, un desorden en la pigmentación del animal.

Se considera a los animales que portan estas características como enfermos, aunque literalmente no lo sean, ya que producen una contaminación en la obtención de lana blanca
La raza ovina productora de lana estudiada es una vieja conocida para los científicos españoles: la merina, de origen ibérico y extendida por todo el país australiano.

A partir de esta tecnología de sets de datos, los científicos han estudiado tanto los polimorfismos a nivel genómico como los datos de la expresión de los genes.

De esta manera, los científicos determinaron que no hay un gen exclusivo que esté implicado en el control de la pigmentación de la piel, sino que son un conjunto de genes.

Ahora, los científicos australianos buscarán y seleccionarán los marcadores genéticos para profundizar en el conocimiento de esta característica en la piel de las ovejas, que permita en un futuro mejorar la selección de los animales.

El trabajo contó con muestras de 24 ovejas y carneros manchados y 78 blancos puros.

En el caso de las investigaciones que realiza en la Universidad de León, se pretende mejorar la producción láctea tanto en calidad como en cantidad, en oveja churra.

En este caso, también se intenta buscar un gen o una mutación que explique por qué determinadas ovejas producen más leche, o producen determinadas proteínas.

El objetivo final de la investigación es que se pueda realizar una selección más tecnificada de los ejemplares de una cabaña ovina de raza churra productora de leche.

lunes, 25 de julio de 2011

¿Cuál es la esperanza de vida de un espermatozoide después de la eyaculación?


Una de las leyendas urbanas más difundidas alrededor del mundo de las piscinas públicas es, junto que si te meas un producto químico diluido en el agua cambia de color y te delata frente a los demás, que si tienes una eyaculación en el agua es posible dejar embarazada a alguna chica que chapotee cerca. Tranquilos: podéis orinar y eyacular en una piscina pública sin ninguna de esas preocupaciones (aunque naturalmente es mejor que no lo hagáis por el bien de todos).

Y es que el semen, para quien no quiere quedarse embarazada, resulta algo así como una sustancia contaminada por radiactividad. Hay mujeres que ni siquiera toleran que les roce la piel: ¿y si, por error, acaba entrando en la vagina? ¿Y si hay espermatozoides saltarines?

Para quitarnos un poco el miedo acerca del semen, pues, vale la pena saber cuánto tiempo es capaz de sobrevivir un espermatozoide cuando abandona nuestro cuerpo en la carrera de la vida (poniéndonos muy eufemísticos).

Irónicamente, los espermatozoides no se llevan muy bien con las vaginas. Más del 99 % de los espermatozoides de la eyaculación se mueren en la vagina antes de llegar a las trompas de Falopio, dado el ambiente ácido de la vagina. Por ello un hombre que cuente con menos de 20 millones de espermatozoides por eyaculación se considera infértil.

Tras introducirse en el cuerpo de la mujer, el esperma suele seguir siendo fértil entre 48 y 72 horas, pero sólo en las condiciones ideales, es decir, durante los días de la ovulación, que es cuando el pH vaginal está por encima de 6, que es el pH durante el resto de los días (el grado de acidez del ambiente ideal para un espermatozoide es de 7-7,5, y la temperatura: entre los 37 ºC y los 37,5 ºC.)

Hay otros factores que podrían influir en la suerte que corran los espermatozoides. Los trabajos llevados a cabo por los investigadores británicos Robin Baker y Mark A. Bellis, aunque todavía no son concluyentes, sugieren que el orgasmo ofrece a las mujeres una forma de controlar el esperma masculino. Si hay orgasmo, se atrae más esperma. Si no lo hay, se repele en cierta medida. Si el orgasmo se produce bajo las circunstancias de una infidelidad, entonces, el orgasmo produce mayor cantidad de contracciones para atraer mayor caudal de esperma: ¿para qué, si no, se iba a correr el riego de mantener una relación extramarital? Algo así como el efecto de los desatascadotes en los desagües. El cuello uterino, literalmente, succiona.

Si eyaculamos fuera de la vagina, la esperanza de vida del espermatozoide es muy corta. Dependiendo de la humedad y la temperatura, pueden durar sólo minutos. Lo que tarde en secarse el líquido seminal, que es donde los espermatozoides pueden sobrevivir.

Por cierto, los espermatozoides fueron distinguidos por primera vez en 1679 por Antoni van Leeuwenhoek, inventor de los primeros microscopios potentes.

lunes, 6 de junio de 2011

¿Por qué salen rayos en las erupciones volcánicas?


Este fin de semana hubo una erupción en el Cordón Caulle, donde está el volcán Puyehue en el sur de Chile, afectando a varias localidades aledañas debido al humo y las cenizas, que llegaron hasta Bariloche en Argentina. Entre las imágenes que hemos estado viendo, se ven algunas espectaculares como la que está arriba, con una especie de tormenta eléctrica estallando sobre el volcán. Ahora, ¿por qué se producen estos rayos? ¿Es algo común?

Los primeros registros de este fenómeno existen desde el año 79 d.C. tras la erupción del volcán Vesubio, documentado por Plinio el Viejo, que murió investigando el volcán, y su sobrino Plinio el Joven. Desde entonces se han visto rayos en muchas otras erupciones, incluyendo más recientemente la de Chaitén en Chile o la del volcán Eyjafjallajökull en Islandia. De modo que no es que sea una coincidencia de que “justo había una tormenta eléctrica encima”, sino que algo que regularmente ocurre en erupciones volcánicas. Pero, ¿por qué se producen?


Partamos por ver qué es un rayo: se trata de una descarga electrostática que se produce cuando se genera una diferencia de potencial eléctrico muy grande entre dos lugares (dos nubes, por ejemplo). La descarga ocurre cuando la distribución de las cargas positivas y negativas forman un campo eléctrico lo suficientemente fuerte.

Qué es lo que produce inicialmente la formación de los rayos es un asunto que todavía se debate, y los científicos han estudiado varias opciones, desde las características que componen las nubes, el impacto de las partículas solares, la presencia de hielo y otras opciones, que puedan causar la separación entre cargas positivas y negativas en la atmósfera.

En una erupción volcánica, las rocas y cenizas que salen despedidas en la nube que expulsa el volcán son, en teoría, eléctricamente neutras. Sin embargo, salen tan calientes desde adentro de la Tierra que no cada partícula es neutral: muchas están cargadas positiva o negativamente, y varias se van cargando en el camino a medida que chocan entre sí y se produce estática.

Ahora, para que aparezcan rayos se necesita que esas partículas se separen y que las positivas se vayan hacia un lado, y las negativas hacia otro. Esto se produce de forma más o menos natural, ya que a medida que se mueven, se crea un campo electromagnético. Cuando la diferencia de carga se hace muy grande, los electrones fluyen y se producen los rayos.

De todos modos, al igual que con el resto de los rayos, los mecanismos exactos que producen la separación de las cargas todavía son debatidos por los científicos, así que la explicación no está todavía 100% clara. Lo que sí está claro, es que las erupciones volcánicas sí pueden producir rayos.

sábado, 21 de mayo de 2011

¿Cómo funciona el botijo?



Los más jóvenes puede que no hayan bebido jamás de un botijo, pero la mayoría de nosotros ha bebido de alguno e incluso posee uno en casa, ya que es un elemento típico de la cultura española, especialmente por el sur de nuestro país. Este dispositivo representa una de las obras de ingeniería más simples y efectivas, ya que sin ningún tipo de aporte de energía
es capaz de enfriar el líquido que se encuentra en su interior.

Para que os hagáis una idea de su potencial, si dejamos el botijo colocado en una temperatura ambiente de unos 30 grados centígrados, es capaz de enfriar el agua de su interior hasta 10 grados. De hecho, enfría la temperatura con cierta velocidad ya que normalmente es capaz de disminuir estos 10 grados en menos de una hora. Veamos cómo funciona.

Un botijo es un recipiente de arcilla cuyo objetivo es almacenar agua y enfriarla. El orgien de este término se remonta a los romanos, que lo denominaban “buttis”. Actualmente suele recibir diferentes nombres en función de la localidad: en Andalucía se conoce como “búcaro”, en Cataluña como “càntir”, etc.

Se utiliza la arcilla porque el funcionamiento del botijo se basa en la porosidad de su superficie. Es decir, el material no está totalmente cerrado y el agua de su interior puede salir a la superficie. Este efecto se conoce normalmente como sudar, ya que literalmente parece que el botijo suda el agua de su interior y se enfría. Podéis ver este fenómeno en cualquier botijo que esté lleno de agua.

El proceso de fabricación de estos poros se realiza a la hora de calentar la arcilla moldeada. En función de la temperatura a la que calentemos el recipiente en un horno, su superficie será más o menos porosa. En cualquier caso, también se podrían eliminar estos poros pintando su superficie o barnizándola, pero el botijo perdería todo su potencial y sólo nos serviría como un gran pisapapeles.

¿Y por qué enfría el agua el botijo sólo por tener ciertos poros? Lo primero que tenemos que tener en mente es que cuando un líquido se encuentra caliente, es decir tiene cierta energia, sus moléculas se mueven de un lado a otro. Cuanta más energía tiene el líquido (más caliente está), más se desplazarán las moleculas y más se chocarán unas con otras. Cuando introducimos agua caliente en un botijo, las moléculas de agua se desplazan unas sobra las otras, tanto en la parte inferior de éste, como en su superficie. En concreto, en la superficie existen moléculas que están en contacto con otras moléculas de su alrededor y con el aire que está encima. Al ser golpeada por las moléculas vecinas, una molécula que se encuentre en la superficie puede saltar hacia arriba y mezclarse con el aire, formándose una fina nube de vapor de agua en torno a la superficie.

Esta molécula que se ha escapado consigue que haya menos energía en el agua, ya que se la ha llevado consigo. Podéis verlo de esta forma. Esa molécula que acababa de recibir un “impacto” no va a golpear a las moléculas de su alrededor, ya que se ha escapado a la superficie, por lo que la “energía total” del conjunto se ve disminuida. Otra forma de verlo es imaginar cientos de bolas de ping-pong encerradas en un recipiente y chocando entre sí. Si vamos quitando bolas, cada vez habrá menos choques, y por tanto menos energía.

Ya hemos visto el mecanismo por el cual una molécula de agua salta al aire del exterior convirtiéndose en vapor de agua. Sin embargo hay que tener en cuenta otro factor. ¿No podría ese vapor de agua volver a la superficie de líquido y volver a calentarlo? ¿No habría que retirar ese vapor de agua para facilitar que nuevas moléculas “salten” hasta arriba y continúen enfriando el líquido? Esto es exactamente lo que hay que hacer. Si dejásemos un recipiente lleno de agua en una habitación hermética cerrada, el vapor de agua formado por las moléculas que han escapado llegarían a un equilibrio, y el líquido no continuaría enfriándose. Tendríamos que ventilar la habitación y sacar ese vapor de agua. Para eso necesitamos los poros del botijo, para que las moléculas de agua puedan abrirse paso hacia la superficie.

Sin embargo, hace falta un ingrediente más: que exista una corriente de aire seco en el exterior que se lleve este vapor de agua alrededor del botijo. Es el mismo mecanismo por el que ponemos la ropa a tender. Si el ambiente exterior es seco, la ropa se secará antes. Así, en localidades donde el ambiente es menos húmedo, los botijos tienen un mayor rendimiento y pueden descender la temperatura del líquido hasta 13 grados centígrados.

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Existen alimentos que nos hagan quemar más calorías de las que aportan?


A todos nos gustaría encontrar una comida que no nos aportara calorías. Pero ¿es una búsqueda vana? ¿Qué son los alimentos de calorías negativas?

El valor calorífico de un alimento es la medida de su contenido energético, y una parte fundamental de ello depende de las cifras relativas que contiene de átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno.

Para que un alimento sea una fuente de calorías negativas debe proporcionar menos calorías de las que se necesitan para comerlo. Como no hay alimentos con cero calorías, una opción sería consumir alimentos que nunca liberasen energía porque el cuerpo no puede descomponerlo.

Por ejemplo, la celulosa. Se compone de carbohidratos de alto contenido energético, pero en una forma que los seres humanos han perdido la capacidad de digerir, por lo que nos pasa por el cuerpo sin aportarnos calorías.

Por esa razón, vegetales como el apio y la col tienen un recuento tan bajo de calorías (entre 20 y 30 calorías): porque están llenos de energía, pero en su mayor parte en una forma que los humanos no pueden descomponer ni utilizar.

Esta clase de alimentos podrían convertirse en alimentos de calorías negativas sin la energía necesaria para digerirlos excediera la cantidad que aportaran. Por ejemplo, al masticar y digerir una rama de apio, quizá consiguiéramos gastar más energía de la que recibimos. Ciertos experimentos sugieren que la digestión de una comida vegetariana quema entre 50 y 60 kilocalorías.

O imaginad una bebida Light fría. Una vez consumida la lata, necesitamos alrededor de 10 kilocalorías para calentarlo a la temperatura del cuerpo. Dado que la bebida fría tendría alrededor de 3 kilocalorías, el aporte sería de 7 kilocalorías negativas.

Pero antes de os pongáis contentos, ahora viene la mala noticia: la cantidad de calorías negativas que podemos consumir al día de una manera razonable no llega a unas pocas decenas, y para quemar medio kilo de grasa necesitamos unas 3.000 kilocalorías.

O dicho de una manera más tajante: puede que existan alimentos con un valor calórico negativo, pero resultan completamente irrelevantes a la hora de mantener la línea.

viernes, 29 de abril de 2011

El sol para el mal humor



El sol es capaz de mejorar sustancialmente nuestro estado de ánimo, como si en los rayos solares viajara una pequeña dosis de Prozac. Algo que la sabiduría popular considera de perogrullo pero que la ciencia está confirmando.

La relación entre el sol y las emociones ha sido analizada por Matthew Keller y sus colegas del Virginia Institute for Psychiatric and Behavioral Genetics, cuyos resultados han sido publicados en Psychologic Sciencie del 2005 bajo el título de “A Warm Heart and Clear Head. Te contingent Effects of Weather on Mood and Cognition”.

El estudio sugiere que las personas tenían mejor humor y mejor memoria si el tiempo era caluroso, caracterizado por temperaturas y presión barométrica alta. Sin embargo, este efecto sólo se observaba si la persona había pasado más de 30 minutos en el exterior.

Si pasaba menos de media hora, entonces el humor no cambiaba.

Los rayos ultravioleta aumentan la producción de serotonina, asociada con la sensación de bienestar, la regulación del sueño, la temperatura del cuerpo y la conducta sexual. Una exposición moderada también beneficiará al sistema inmunitario, además de aportarle vitamina D.

La influencia de la luz es tan poderosa en los neurotransmisores cerebrales, que se recurre a ella en tratamientos para aliviar ciertos casos de obsesión, ansiedad, bulimia y, por supuesto, depresión. La técnica que la emplea se denomina lumino terapia, y consiste en aplicar luz blanca artificial a través de lámparas especiales con filtros ultravioleta o infrarrojos, de intensidad de 2500 lux (500 watts de potencia) al menos durante dos horas al día, un mínimo de dos semanas
.

sábado, 16 de abril de 2011

La tartamudez


«El discurso del rey» ha dado protagonismo al problema de la tartamudez y al sufrimiento de quien la padece. Investigaciones recientes han arrojado luz sobre su origen neuronal y genético, pero aún quedan muchas incógnitas por resolver... Solo el tratamiento precoz de niños de entre dos y seis años ha demostrado cierta eficacia.


Tres tartamudos en un coche no es el planteamiento de un chiste, sino el comienzo de una historia de discriminación que sucedió hace aproximadamente un mes en una autopista de Barcelona. Los Mossos d´Esquadra detuvieron el coche para hacer un control de alcoholemia rutinario, que resultó negativo, pero les pareció tan sospechoso que aquellos tres jóvenes tuviesen dificultades para expresarse que se los llevaron a la comisaría convencidos de que estaban drogados y en pleno «cuelgue». A la Policía ni se le pasó por la cabeza que se tratara de tres personas con dificultades de comunicación. El error de los Mossos ilustra con claridad el desconocimiento generalizado de la población frente a un problema que padecen 800.000 españoles.


Adolfo Sánchez tiene 62 años, es tartamudo, preside la Fundación Española de la Tartamudez y dirige una empresa de construcción con más de 2000 empleados. Nunca ha sentido que su problema fuera un obstáculo para triunfar en la vida, pero, cuando percibió que su cuarto hijo mostraba los síntomas, comenzó a preocuparse. «Busqué información y me di cuenta de que en España no existía nada: ni investigación, ni apoyos, ni ayudas ni asociaciones..., nada. Así que decidimos crear la fundación, no un foro de Internet para que la gente llore y se queje, sino un grupo de acción para sensibilizar a la sociedad y que los tartamudos dejen de estar en la más absoluta indefensión sanitaria y jurídica.»


Su principal logro, hace siete años, fue la eliminación de la tartamudez como causa de exclusión en las oposiciones a la Administración del Estado, pero a nivel práctico lo más revolucionario para la vida cotidiana de las personas con tartamudez ha sido la creación de grupos de autoayuda que los han ayudado, como ellos dicen, «a salir del armario».


Ahora, el principal caballo de batalla de la fundación es el aspecto sanitario, ya que la terapia combinada de logopeda y psicólogo (entre 60 y 100 euros la sesión, dependiendo del especialista) no está incluida en la cartera de la Seguridad Social. Además, también han firmado un acuerdo con la Clínica Teknon de Barcelona para crear el CEAT (Centro de Estudios Avanzados para la Tartamudez), una manera de paliar la falta de investigación científica.


Actualmente, y a pesar de múltiples estudios, sigue sin conocerse la causa de la tartamudez. Algunas pruebas de imagen cerebral revelan anomalías anatómicas en personas que tartamudean y en investigaciones realizadas con niños se muestra una desproporción de las sustancias gris y blanca en áreas del cerebro asociadas al habla, la audición y el lenguaje. Los médicos están convencidos de que en el origen hay un componente neuronal y genético, pero sigue sin haber estudios concluyentes.


Se habla de factores de origen físico que predisponen, pero lo cierto es que los desencadenantes suelen ser factores de índole psicológica, aunque todavía muchos tartamudos huyan con recelo del psicólogo y esperen una pastilla que lo solucione todo mágicamente.


Hace cinco años, los experimentos con un fármaco llamado Pagoclone, que incrementa la labor de los receptores GABA (ácido gammaaminobutírico, neurotransmisores con efecto tranquilizante), demostró ciertos efectos apreciables contra la tartamudez que alimentaron las esperanzas de muchas personas afectadas. Sin embargo, en septiembre de 2010 el director del estudio, el doctor Gerald Maguire, de la Universidad de California, tartamudo, declaró que el Pagoclone no cumplía con las expectativas.


Muchos expertos coinciden en que el componente psicológico es indisociable de la tartamudez. Hay personas que son normofluidos en su trabajo, pero se atascan en su vida personal, o viceversa; otros que tartamudean en español, pero no en inglés, y la mayoría deja de tartamudear mientras canta (especialmente en un coro) o cuando interpreta un papel dramático en el teatro o el cine. El psicólogo Juan Cruz Cúneo cree que las causas de la disfemia son multifactoriales, «pero las cuestiones emocionales son piezas claves, detonantes de su aparición». También hace hincapié en la importancia de los padres. La angustia de los padres frente a la tartamudez de los hijos es clave. Desde hace unos años el método Lidcombe, desarrollado por el profesor Mark Onslow de la Universidad de Sídney, ha demostrado que en muchos casos son los padres quienes tienen la clave para ayudar a sus hijos a superar la disfemia.


La novedad de este método es que el papel del logopeda se centra en enseñar a los padres a llevar a cabo el tratamiento, sin interferir en el día a día del niño y teniendo en cuenta que cada caso y cada familia es diferente. Durante estas edades (de dos a seis años) el niño no es consciente de que tartamudea y no ve correcciones, tan solo un juego, y de ahí el éxito del tratamiento.


Sin embargo, no a todos los terapeutas les parece la panacea. Ana Civit, decana del Colegio de Logopedas de Cataluña, cree que no sirve para todos y que el método Lidcombe requiere de «unos candidatos especiales». «Yo lo aplico al 50 por ciento -dice la logopeda- porque hay papás que se estresan demasiado y es contraproducente.»


Según Ana Civit, el 55 por ciento de los niños que siguen un tratamiento precoz lo superan, «pero tienen épocas y a veces el tartamudeo vuelve, sobre todo en Navidad, porque la incertidumbre, la excitación de los regalos y el hecho de que no sigan la rutina escolar los desestabiliza. Con los niños a veces es posible, pero con los adultos lo más honesto que puede decir un terapeuta es que la tartamudez no se cura, se puede trabajar y se puede mejorar, pero no va a desaparecer para siempre».


«Hay que tartamudear a gusto y no sentir vergüenza», dice el autor de Antropología de la tartamudez, Cristóbal Loriente, que reivindica este rasgo del habla como una diversidad más, «como ser homosexual o ser zurdo». Loriente practica un discurso provocador y con ello hace lo mismo que El discurso del rey desde la emoción: darle visibilidad al tartamudo y a su sufrimiento. Algo nuevo en una sociedad que solo ha utilizado cinematográficamente al «tartaja» para la burla.


Por eso Adolfo Sánchez no pudo evitar el llanto la primera vez que fue a ver la película: «Me emocionó darme cuenta de que el público no solo la ve, sino que la escucha con un silencio sepulcral. Así que estoy muy agradecido, porque El discurso del rey ha hecho más en un mes y medio por naturalizar la tartamudez que la humanidad entera en 2000 años».

miércoles, 16 de marzo de 2011

El CO2 también se recicla!


Se capturará de la atmósfera y se enterrará en Burgos para generar energía. Una tonelada de CO2 en la superficie ocupa 509 m3 y equivale a 14.000 km de un coche o a 20 viajes de ida y vuelta en avión de Madrid a Barcelona. Enterrada a partir de los 1100 metros, la tonelada de CO2 pasa a ocupar solo 1,39 m3.



Almacenar el dióxido de carbono (CO2) bajo tierra y atenuar así el calentamiento es casi una realidad. La primera planta de investigación sobre almacenamiento subterráneo en Hontomín (Burgos) es uno de los seis proyectos europeos que buscan confirmar la viabilidad de generar electricidad con carbón limpio (capturando y almacenando CO2) y combatir el cambio climático. Para ello, el CO2 capturado en una planta piloto en Compostilla (León) será inyectado bajo tierra en Hontomín, en donde las tareas de investigación sobre el terreno avanzan a buen ritmo y cuya obra total estará concluida a finales de este año. El lugar elegido en Burgos es un subsuelo con aguas salobres (aguas que no se usan para abastecimiento) en la cuenca del Duero. El CO2 se inyectará en una formación de rocas calizas para ser almacenado a unos 1.400 metros de profundidad. El gas, sometido a presión, deberá alojarse en los poros de la roca caliza que, empapada de agua salobre, actuará como una esponja en la que el CO2 se disolverá y reaccionará con los minerales de la piedra para formar nuevas mineralizaciones y quedar allí confinado. Por encima, una capa geológica no porosa ni permeable garantizará el sellado, evitando que el CO2 salga a la superficie.

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Vivirá este bebé 150 años?


La mitad de los bebés que han nacido hoy en España llegará a centenario. La nanobiotecnología y la ingeniería genética ya exploran caminos para que vivamos entre 130 y 150 años... y sin achaques. La revolución de la longevidad está en marcha. Y los investigadores están consiguiendo los primeros resultados; por los menos, en sus laboratorios. Pero ¿cuáles serán las consecuencias para el planeta de esta carrera contra el tiempo?



Vladimir Skulachev, decano de Bioingeniería en la Universidad Estatal de Moscú, dejó atónita a la comunidad científica en septiembre, cuando anunció que había descubierto poco menos que el elixir de la eterna juventud: una molécula antioxidante que frena en seco el envejecimiento de las células, que se venderá en las farmacias en 2016 y que por el mismo precio será capaz de curar el glaucoma, la artritis, la diabetes tipo II, algunos linfomas e incluso la calvicie. «El aire que respiramos nos va desgastando. La clave está en el oxígeno, necesario para transformar los alimentos en energía. Un porcentaje ínfimo se convierte en un agente tóxico -los radicales libres- capaz de penetrar la membrana celular y, con el tiempo, dañar las mitocondrias, nuestras turbinas. Las células tienen sus defensas, pero llega un momento en que se cansan de resistir y se hacen el «haraquiri».


Este suicidio se llama «apoptosis» y es una especie de obsolescencia programada, como la que limita la vida útil de los electrodomésticos. «Pero este programa de autodestrucción diseñado por la naturaleza puede ser desactivado si bloqueamos la oxidación celular. Los experimentos con animales son muy prometedores y ya hay miles de candidatos haciendo cola para los ensayos en humanos. Si mis teorías son correctas, el hombre podrá vivir diez veces más que ahora y alcanzar los 800 años de edad», asegura Skulachev.


¿Se le ha ido la cabeza tras 40 años de investigaciones? Quizá. Pero Skulachev no tiene aspecto de alquimista. Académico prestigioso, elogiado por el premio Nobel de Medicina Günter Blobel -lo considera «el mejor bioquímico del mundo»-, cuenta, además, con padrinos importantes: el presidente ruso, Dimitri Medvédev, y el millonario Oleg Deripaska, que ha aflojado 440 millones de euros para comercializar la panacea.


Desde siempre, el ser humano ha acariciado el sueño de ser inmortal. O, por lo menos, de estirar al máximo su estancia en el mundo. «La máquina humana está programada para una longevidad de 120 años», señala el oncólogo Roland Moreau. Solo hay constancia de una persona que haya superado esas «prestaciones de fábrica» (sin incluir a Matusalén): la francesa Jeanne Calment, que murió en 1997 a los 122 años. No obstante, somos cada vez más resistentes. Los niños que nacen hoy en España ya no tienen cheque bebé, pero uno de cada dos alcanzará los cien años. Y es que la esperanza de vida no ha dejado de aumentar. En nuestro país ha pasado de 34 años en 1900 a 81 en la actualidad (78 los hombres, 84 las mujeres).


Pero no nos conformamos. La mejora de la higiene y los avances de la medicina, la supresión del tabaco, el menor consumo de azúcar y grasas trans y el ejercicio físico, además de buenos genes, eran nuestro pasaporte a la longevidad. Ahora, la nanobiotecnología, la biología de síntesis y la ingeniería genética exploran caminos para que vivamos entre 130 y 150 años. Sin esfuerzo. No es la vida eterna, pero muchos firmarían. Y más teniendo en cuenta que el gran reto científico no es añadir años en bruto a nuestras biografías, sino que los vivamos con salud. Calidad antes que cantidad.


¿Qué influye más: el estilo de vida o la predisposición genética? Los gerontólogos discrepan. Se han realizado decenas de estudios a los abuelos de Okinawa (Japón) y Sardinia (Italia), dos lugares con una extraordinaria población de centenarios; muchos de ellos, activos y con una vitalidad envidiable. Los ancianos japoneses comen como pajaritos (unas 1.800 calorías, mucha fibra y poca sal), duermen bien, caminan mucho y son valorados por la comunidad y respetados por los jóvenes. Los italianos tienen un nivel de estrés muy bajo, se deprimen poco y casi todos cuidan de una huerta o jardín, lo que los obliga a agachar el lomo y mantenerse en forma. Los científicos calculaban por ello que los factores ambientales determinaban el 70 por ciento de nuestra esperanza de vida. «Puedes tener los genes de un Mercedes-Benz, pero si nunca le cambias el aceite, no durarás mucho», resume Bradley Willcox, uno de los investigadores de Okinawa.


Pero los últimos hallazgos anteponen la importancia de la herencia. El más reciente es una investigación de la Universidad de Boston que ha detectado 150 variantes genéticas -para entendernos, pedacitos de ADN- en el análisis de mil centenarios. Estos marcadores permiten identificar a aquellas personas que alcanzarán una senectud muy avanzada con un 77 por ciento de acierto.


Si el legado de nuestros padres no ayuda, la ciencia aspira a echarnos un capote. Se trabaja en varias direcciones para contrarrestar la desigualdad genética y convertir a cualquier hijo de vecino en un supercentenario potencial. Es una revolución que marcará las pautas de la investigación biomédica en las próximas décadas. Por un lado, la medicina regenerativa reparará órganos y tejidos mediante la inserción de células madre. Ya se hacen injertos de piel, de hueso de tendones, ¿por qué no cultivar neuronas para curar el párkinson o células beta pancreáticas para reactivar la producción de insulina? William Haseltine, pionero de estas terapias, asegura que será posible fabricar un hígado o un corazón a partir de células sintéticas, dotadas de un ADN optimizado a modo de garantía de calidad. Por otro, la producción de fármacos mediante ingeniería genética. Hacen falta unos 15 años para comercializar cada nuevo medicamento, aunque ya hay cientos en diversas fases de experimentación.

Resultan, asimismo, alentadoras las propiedades de una enzima llamada «telomerasa», cuyo estudio valió el premio Nobel de 2009. Se sabe que el número de veces que una célula puede dividirse está predeterminado y condiciona la esperanza de vida. Este número viene marcado por los telómeros, una especie de contador en los cromosomas. La telomerasa permite que la división celular continúe indefinidamente. El problema es que puede desencadenar tumores. Otras sustancias en estudio son el resveratrol, que se encuentra en el vino tinto y los cacahuetes, o la rapamicina, descubierta en el suelo de la isla de Pascua. En fin, por investigar, se investigan hasta las propiedades regeneradoras de animales como la salamandra.


La revolución de la longevidad presenta retos adicionales. ¿Puede nuestro planeta permitírsela? ¿Qué efectos tendrá en la economía, en el medio ambiente, en el consumo mundial de alimentos y de agua o en la factura de la sanidad cada año extra de vida que gane el ser humano? De momento, el retraso de la edad de jubilación que tanta polémica está generando en varios países europeos podría quedarse corto a la vuelta de unos años. ¿Qué pasará conforme aumente la esperanza de vida? De hecho, el Instituto Nacional de Estadística prevé que en 2948 los españoles vivirán de cuatro a cinco años más que ahora. ¿Nos jubilaremos entonces a los 65, a los 67, a los 70...? La preocupación no es nueva ni exclusiva de Europa. Trae de cabeza a Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, China y Rusia. La revista Time vaticinó, nada menos que en 2002, que «estas tendencias demográficas podrían llevarnos a que vuelva la norma histórica -trabajar hasta caer muerto- y acabar con el experimento de las últimas décadas, la única vez en la historia que la gente sana ha dejado de trabajar en los últimos 20 o 30 años de sus vidas».


«El envejecimiento de los países desarrollados ya se podía predecir en los años 70. Era previsible que en 40 años habría demasiada gente mayor y se jubilarían con una pensión más baja que la generación anterior, pero ha cogido con el pie cambiado a casi todos los gobiernos de la Unión Europea, excepto al de Holanda, que destinó capital extra a su sistema de pensiones y ahora es estable», explica Brigitte Miksa, portavoz de la aseguradora Allianz. En 2010, el número de jóvenes que accedió al mercado laboral en la UE fue, por primera vez, menor que el de trabajadores que se retiraron, una tendencia que se irá agudizando con la jubilación de las sucesivas generaciones de baby boomers, los nacidos durante la explosión de natalidad entre 1950 y 1970.


Y está por ver que los años que vivamos de propina se disfruten con salud. Un estudio de la Universidad del Sur de California concluye que la tasa de vida saludable (sin enfermedades) de los americanos se ha reducido en un año en la última década. Traducción: se vive más, pero con más achaques. En nuestro país, el Ministerio de Sanidad señala que los seis años y seis meses que las españolas sobreviven de media a los hombres son un regalo envenenado. Sufren más dolores, enfermedades y depresiones que sus compañeros de asilo.


Con estas perspectivas, ¿quién quiere ser inmortal? La Fundación Matusalén destina un fondo de 3,8 millones de dólares para premiar a los científicos que consigan alargar la vida de las cobayas, con la esperanza de que esos avances sean más tarde aplicables al género humano.


«Hasta ahora la restricción de calorías es el más efectivo, y se descubrió hace 60 años», cuenta Marc Hellerstein, nutricionista de la Universidad de Berkeley. Sin embargo, ese método tiene pocos adeptos. Pasar hambre no resulta tentador. Quizá porque, más que vivir muchos años, lo que la mayoría quiere es disfrutar de la vida.

jueves, 27 de enero de 2011

Pramipexolo: Ludópata por un fármaco


Ha gastado una fortuna un hombre de Carrara, Italia que ha elegido de irse en juicio contra el hospital que le prescribió tomar Pramipaxolo contra el Parkinson. Este fármaco parece tener efectos secundarios que instigan al juego de azar.
Se trata de un hombre de cincuenta y seis años de Carrara, en tratamiento con el Pramipexolo, un fármaco utilizado como terapia farmacologica para la enfermedad del Parkinson.

El hombre se ha convertido en un jugador de video póquer y rasca y gana compulsivo. Podría ser el Pramipexolo quien ha desencadenado esta insana pasión por el juego de azar.

Perdió al juego unos 300.000€. Está acusando al hospital local que le recetó un fármaco sin tener en cuenta los efectos secundarios. Según el hombre, el fármaco que había sido establecido por los médicos para el tratamiento de la enfermedad tenía como contraindicación: podría causar una adicción a las máquinas tragamonedas, blackjack online, póker, juegos casino y las pérdidas ascienden a 300 miles de euros. Ahora el hombre va a reclamar daños y perjuicios. El medicamento que se prescribe es el Premipexolo que tiene, entre efectos secundarios, como se muestra en el prospecto, "Incluso los casos de hiperquinesia, sueños anormales, ludopatía, el síndrome del atracón, paradójico empeoramiento del síndrome de piernas inquietas, cambios en la libido.

De hecho, en casi tres años desde el final de 2005 a mayo 2008, este hombre ha perdido alrededor de 300 000 €, consumido por un versa obsesión por el juego. Era el sobrino suyo quien leyó las indicacines del fármaco y descubrió los efectos secundarios. Tras ello, este hombre contactó con abogados para tratar de recuperar cuanto se despilfarró en el juego.


Francesco Greco