lunes, 22 de diciembre de 2008

Viaje al Big Bang del cambio climático


El lago Limnopolar es uno de los lugares más frágiles del planeta. Un gran tubo de ensayo en el Polo Sur donde científicos españoles analizan la evolución del clima terrestre. Viajamos con el buque de investigación oceanográfica Las Palmas al epicentro del cambio climático. Una odisea en las aguas más peligrosas del mundo.



Limnopolar. Ya el nombre resulta evocador. Un lago purísimo en la Antártida. Un ecosistema intacto en una de las zonas que más está sufriendo el calentamiento global. Llegar hasta allí es una odisea. Hay que cruzar el paso del Drake, donde colisionan los océanos Atlántico y Pacífico, las aguas más turbulentas del mundo. Dicen los marinos que por debajo de los 40 grados de latitud sur no hay ley y que por debajo de 50 no hay Dios. Y el Drake se adentra en los 60 grados. Pero merece la pena correr el riesgo. Manuel Toro, del Centro de Estudios Hidrográficos del Cedex, es uno de los responsables del fascinante Proyecto Limnopolar, que ocupa a una treintena de investigadores. Me pone los dientes largos: «El 95 por ciento del hielo es permanente en isla Livingstone, excepto en la península Byers. Allí se ubica el lago Limnopolar. Uno de los lugares más delicados del planeta. Prístino, impoluto. De una pureza y una simplicidad extremas. Ese lago permanece cubierto de nieve nueve meses al año. Es un sensor térmico excelente. Un gran tubo de ensayo». Así que me embarco en el buque de investigación oceanográfica (BIO) Las Palmas, de la Armada Española, que sirve de taxi a los científicos que viajan a la Antártida. Éste es un fragmento de mi particular cuaderno de bitácora.


Sábado 22 de noviembre de 2008. ¿Funcionará el perejil? Llego a Ushuaia (Argentina) confiado en las virtudes terapéuticas de un manojito de perejil pegado al ombligo con esparadrapo, remedio ancestral contra las náuseas de los marinos que han surcado el Mare Nostrum. «La biodramina de los fenicios», me aseguraron. Pero la sonrisilla de David Fuentes, el capitán médico a bordo del BIO Las Palmas, cuando le comento la jugada, hace menguar mis esperanzas de cruzar el endemoniado paso del Drake con cierta gallardía. En la enfermería del buque hay pastillas, parches, gotas e inyecciones. «Pero es mejor no sugestionarse. Hay científicos que se marean todavía en puerto», tercia Raúl Sánchez, alférez enfermero. «No te preocupes. Cuidaremos de ti», me anima.


Al primer vistazo, dan ganas de cantar aquello de «había una vez un barquito chiquitito» (41 metros de eslora), pero a diferencia de la canción, éste sabe navegar, porque ha salido airoso en las peores aguas del mundo. Sobrevivir a vientos de 120 kilómetros y a olas de diez metros son gajes del oficio. Pintado de color naranja, destaca en el puerto. Y todo el mundo lo conoce. «Es pequeño, pero resultón; y muy querido», comenta José Antonio Prian, jefe de máquinas. El buque español ha participado en varios salvamentos, como el del Lyubov Orlova, un crucero de turistas ruso que en 2006 naufragó en isla Decepción, evitando de paso un desastre ecológico. El armador no les dio ni las gracias.


El Las Palmas fue un remolcador de altura, diseñado para transportar plataformas petrolíferas en el mar del Norte, antes de convertirse en buque de investigación. Su dotación: 30 hombres y cuatro mujeres. En este viaje a la Antártida transporta a 11 científicos (especializados en glaciología, geomagnetismo, biología y meteorología), además de a cinco técnicos búlgaros, encargados de abrir la base San Clemente, y a un periodista sugestionable, servidor. El barco cumple 30 años, una edad provecta. Es espartano. Camarotes para 12 en marinería; para tres en oficiales. Y tiene achaques. Probablemente será una de sus últimas campañas antárticas. Luego, quizá, irá al desguace. O, quizá, España lo venda a otra Marina.


Zarpamos a las nueve de la mañana de Ushuaia, «el fin del mundo y el principio de todo», rezan los folletos turísticos. La dotación de maniobra forma en cubierta. Salimos en demanda del canal del Beagle, escoltados por la lancha del práctico. La alférez de navío Carmen Ramírez, jefa de aprovisionamiento, nos da una charla sobre actuaciones en caso de emergencia. Nos asignan balsas de salvamento. No obstante, la navegación por el Beagle es placentera. Dejamos Puerto Williams (Chile) a estribor. El práctico, Eduardo, es argentino. Y comenta el pique entre Ushuaia y Puerto Williams: ambas se consideran la población más austral del mundo. La rivalidad en el canal que lleva el nombre del bergantín en el que navegó Darwin es enconada. Hace 30 años, Chile y Argentina estuvieron a punto de entrar en guerra por un quítame allá esas islas. Medió el papa Juan Pablo II. Pero el ramalazo territorial sigue latente. En los faros viven familias, porque es más patriótico que automatizarlos. Si contactas por radio con el de cabo de Hornos, no es extraño que te responda la mujer del farero mientras prepara unas centollas para comer. Al llegar a Punta Moat desembarca el práctico. En la cámara de oficiales, cine y palomitas. En `Bulgaria´, como llaman al camarote de los balcánicos, se consuelan compartiendo una botella de rakia ante lo que se avecina: 900 kilómetros con el mar de través antes de alcanzar el abrigo de las islas Shetland del Sur.


Domingo 23 de noviembre. Latitud 60º 40.9 S. Longitud 64º30.9 W. Mar de fondo. No he salido del camarote, salvo para vaciar la vejiga, en 24 horas. De pie, me mareo. Así que estoy echado en el camastro, encajonado entre una impresora y un mamparo, en un duermevela salpicado de ráfagas de introspección. Me siento muy poquita cosa. Al barco lo llaman, apropiadamente, `la coctelera´, pero navega decidido a una velocidad de 11 nudos (unos 20 kilómetros por hora). En el camarote, los objetos parecen más vivos que yo. Una grapadora da una carrerita. La papelera rueda. Mis botas caminan solas. La silla se tumba. Ir al aseo se me antoja una expedición heroica.

El marinero Tanausú Trujillo me trae dos manzanas que me reavivan. Puedo repasar documentación. Malas noticias. Si la temperatura media global se eleva dos grados, los pingüinos se situarán al borde de la extinción en medio siglo. ¿Alarmismo? No parece, si tenemos en cuenta que una placa de hielo de unos 1.500 kilómetros cuadrados amenaza con desgajarse de la península, que ya se ha calentado dos grados y medio en los últimos 50 años. Sería un iceberg monstruoso. Y el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida sigue engordando. La NASA calcula que este año ha alcanzado una extensión de 27 millones de kilómetros cuadrados (la superficie conjunta de Rusia y China).


Por fin disminuye algo el balanceo y salgo a comer un bocadillo. El comandante, Gerardo Rodríguez, me explica que las olas vienen de aleta y trincan más el barco. Pero que todavía queda un día de Drake. Y que no está siendo especialmente malo. En el último se registraron escoras de 45o en el inclinómetro. El alférez de fragata Javier Guillamón, que dormía en una litera superior, voló en un bandazo y aterrizó en el suelo. El comandante es gaditano. Buen conversador, me habla con admiración de la odisea polar del explorador Shackleton. «Fracasó, sí, pero no perdió a uno solo de sus hombres.» Andaluces, canarios, gallegos, murcianos y dos latinoamericanos componen la tripulación. Los españoles conocen bien este mar, que cruzó Francisco de Hoces en 1525, antes que el pirata Francis Drake. En justicia, debiera llamarse mar de Hoces, pero la Corona española procuraba mantener en secreto sus descubrimientos, mientras que los ingleses bautizaban cartográficamente cada palmo ganado a lo desconocido.


Hoy es el cumpleaños de doña Carmen (en el barco, la cortesía militar obliga al tratamiento de usted). Es su tercera campaña antártica y su novio, chileno, es oficial en un rompehielos. Se ven de uvas a peras, pero una vez sus buques coincidieron en isla Decepción, un volcán en forma de herradura, con una bahía interior a la que se accede sorteando peligrosos témpanos, y ambos se las ingeniaron para desembarcar unos minutos y darse el beso más romántico de la historia del Polo Sur.


Me espabilo. Ceno en el comedor de oficiales. Estamos en aguas antárticas. Salgo al alerón y la sensación es heladora. El comandante coordina por radio con el personal de la Unidad de Tecnología Marina (UTM) de la base Juan Carlos I, del CSIC, en isla Livingston, los desembarcos previstos. Las zódiacs deben hacer un largo tránsito de cuatro millas hasta un arrecife.


Lunes 24 de noviembre. Latitud 62º50.4 S. Longitud 61º41.0 W. Cielos cubiertos, visibilidad regular y marejada. Las islas Shetland se perfilan en el horizonte. En el puente se extrema la vigilancia. Los radares buscan hielo flotante. Grupos de pingüinos barbijos se zambullen a nuestro paso. Una ballena resopla a estribor. Comienza a nevar. En cubierta se amontona el trabajo. Hay que dejar a varios científicos y descargar material en la base Juan Carlos I y luego abrir la base búlgara y el campamento de Byers coincidiendo con la pleamar. El tiempo apremia.


Las embarcaciones van cargadas a tope. Material de comunicaciones, palas para desenterrar de la nieve los iglús y las provisiones. Es obligatorio el traje de supervivencia. Sin él, el peligro de muerte si caes al mar sería extremo: las aguas son tan frías que sólo tendrías tres minutos para ser rescatado antes de sucumbir a una hipotermia. Aparece una foca leopardo, atraída por el ruido. Son peligrosas. Se meriendan a los pingüinos y hace unos años devoraron a una buceadora inglesa.


Manuel Bañón, meteorólogo, ya está acostumbrado a asearse con toallitas de bebé. La Antártida todavía tiene una cualidad romántica que el Ártico perdió por la codicia humana. «Existe un pacto de caballeros que dejó en suspenso las reclamaciones territoriales. No hay soberanías. Pero tampoco hay Policía, aunque sí inspecciones. Lo que la salva, de momento, es que explotar sus recursos es muy costoso. Se ven pesqueros piratas que faenan la merluza negra, pero lo más importante es que el turismo no se desmadre.» La población en el Polo Sur varía estacionalmente: en el verano austral, 6.000 investigadores y personal logístico; y 40.000 turistas. En invierno, sólo mil moradores con vocación de asceta.
«Algunos barcos turísticos se la juegan. Los pasajeros han pagado mucho dinero y ellos deben cumplir unos plazos. Pero en aguas antárticas los plazos dependen de las condiciones meteorológicas», me explica el comandante. Si pagas entre 4.000 y 10.000 euros por el viaje, exiges verlo todo. De vez en cuando desembarca algún ataúd en Ushuaia. Las evacuaciones son muy complicadas. Los militares argentinos y chilenos van a sus bases operados preventivamente de apendicitis. Y el Comité Polar Español obliga a chequeos rigurosísimos.


Martes 25 de noviembre. Latitud 62º41.2 S. Longitud 60º58.9 W. Al ocaso, baja visibilidad y mar muy gruesa. Visito la base Juan Carlos I. La preocupación por no contaminar es obsesiva. El plato fuerte de la jornada es el desembarco en la península Byers. De madrugada. Diana a las cuatro y media. El viento ronda los 25 nudos, el límite para operar con las zódiacs. Byers es uno de los lugares más protegidos del planeta. Hacen falta permisos especiales para acceder a él. Está prohibido utilizar medios mecánicos. La descarga de material se realiza a mano. Tampoco se permiten vehículos. Los científicos se dirigen a patita a Limnopolar. Allí estudiarán los efectos del cambio climático en su ecosistema, reconstruirán el clima de hace cinco mil años, buscarán virus que quizá sirvan para fabricar los antibióticos del futuro. «Intentamos predecir si las algas, los invertebrados o las cianobacterias que allí habitan sobrevivirán o desaparecerán con el calentamiento de la Tierra y establecer modelos que nos darán pistas sobre el impacto del cambio climático en el resto del mundo», me informa Manuel Toro. Dormirán en tiendas de campaña, procurando no ser aplastados por los elefantes marinos. Un macho puede pesar más de dos toneladas.


Regreso al barco. Hay turnos para llamar por el teléfono satelitario. Cinco minutos cada tres días. Pero no hay Internet hasta llegar a Ushuaia. Se hace duro pasar seis meses a 12.000 kilómetros de España. Y más en Navidad.

sábado, 13 de diciembre de 2008

¿CANSANCIO? CONTROLE LA TIROIDES


Mujer, embarazada o en edad fértil, con síntomas de agotamiento y piel seca... puede sufrir hipotiroidismo. un análisis a tiempo es la solución.



Apenas sobrepasa los 40, pero se encuentra un poco cansada y, a veces, deprimida. Nota que gana peso y no ha variado sus hábitos de comida, hace dieta y no responde o responde mal, se le cae el pelo, nota la piel un poco seca… Puede tener todos estos síntomas o sólo alguno.


Estadísticas muy recientes calculan que un dos por ciento de la población española, en su mayor parte mujeres, puede tener un hipotiroidismo subclínico encubierto y que las probabilidades aumentan si se encuentra entre los 40 y los 50 años. Este trastorno, inicialmente, no da síntomas o éstos son inespecíficos y sólo se detecta por alteraciones analíticas. Por este motivo, el doctor Sergio Donnay, miembro del Grupo del Tiroides de la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición), recomienda hacer medicina preventiva (análisis de sangre), sobre todo a las mujeres embarazadas o en edad fértil con intención de embarazo, ya que si tuvieran la enfermedad, aun en fase muy temprana, repercutiría en el desarrollo neuronal del bebé.


El único aviso de que el tiroides no funciona bien es la elevación de la TSH, una hormona situada en la hipófisis, encargada de estimular la fabricación de las hormonas tiroideas, llamadas T3 y T4. Actúa como un termostato, que activa o desconecta la actividad del tiroides. Así, si el nivel de hormonas tiroideas en sangre baja, la hipófisis aumenta la producción de TSH, y al revés, lo que se detecta en los análisis.


Aunque hay hipotiroidismo por diversas causas (falta de yodo, ingesta de algunos fármacos…), en un 80 o un 90 por ciento de los casos lo que ocurre es que el tiroides funciona mal porque los anticuerpos antitiroideos no son capaces de producir hormonas tiroideas. La revisión médica permite detectar a través de unos análisis de sangre estos anticuerpos.

lunes, 8 de diciembre de 2008

El `oro azul´ ya tiene su mapa del tesoro


El 96 por ciento del agua dulce es subterránea y, además de un valor en alza, un recurso estratégico. ¿Habrá guerras por ella?



La desertización llama a las puertas de muchos países y la contaminación global no se detiene. En el futuro, la prosperidad de un territorio se medirá en metros cúbicos de agua dulce, cuyas reservas son ya un recurso estratégico para cualquier nación. Y eso que sólo el cuatro por ciento del agua dulce del planeta está en la superficie; el resto, en inmensos acuíferos subterráneos: 273, según la Unesco, que acaba de publicar un mapa del tesoro, un auténtico plano de las reservas planetarias del `oro azul´ y que forma parte del programa Isarm, un estudio sobre la gestión futura de los depósitos de agua subterránea, a menudo compartidos por varios países y, así, potenciales fuentes de conflicto internacional: cualquier actuación de una nación afectaría a las reservas de las demás. El desierto del Sáhara se extiende sobre un mar de agua dulce, el Nubian Sandstone, compartido con Sudán, el Chad, Libia y Egipto, y el gigante Acuífero Guaraní, en Suramérica, ocupa una superficie mayor que la de España, Portugal y Francia. Resulta vital por ello explotar de manera racional esas reservas y evitar así futuras «guerras del agua» a escala global.

sábado, 29 de noviembre de 2008

OJO AL DESMAQUILLARSE: LA BLEFARITIS NOS ATACA


Inflamación de los párpados, enrojecimiento… ¿alergia? ¿conjuntivitis? No. se llama blefaritis y afecta a un cinco por ciento de la población.



Por las escamas que genera en los ojos parece conjuntivitis; debido a su enrojecimiento, alergia. Sin embargo, se trata de una inflamación del tejido que forma el párpado cuya acepción, blefaritis, traduce una afección cuyas causas podrían estar en los productos cosméticos; en ocasiones, éstos provocan una reacción escamosa en la que a veces aparecen orzuelos o pequeñas protuberancias debido a la inflamación crónica de las glándulas sebáceas de los párpados.


Hoy, además, se ha concluido que existen épocas intermitentes en las que una mujer sufre esta afección; su origen, los cambios hormonales. La limpieza exhaustiva de la zona y una continua higiene de los párpados, pues, es fundamental.


Para el doctor Palomino, oftalmólogo del Centro Ocular de Alta Tecnología, «es importante subrayar que la blefaritis no es contagiosa pese a su aspecto», que resulta característico debido a la formación de escamas entre las pestañas. Muchas veces, éstas caen dentro de los ojos y producen la sensación de que algo se ha alojado dentro. Los ojos se ven rojos y puede producir picor local.


En cuanto a la blefaritis alérgica, se produce por el contacto con productos de cosmética. Los alérgenos más sospechosos suelen ser los cosméticos que se aplican directamente en los párpados: sombreadores, lápices y coloretes, así como los disolventes cosméticos para eliminarlos. Pero, en realidad, no son los cosméticos para los ojos los responsables del mayor número de dermatitis de contacto, sino cualquier sustancia que contamine los dedos. Las manos, en continuo roce con la cara, se encargan de todo lo demás. Níquel, laca, plásticos acrílicos, cremas de manos o incluso algunas plantas, pueden provocar dermatitis agudas o crónicas de los párpados.


Antibióticos para el combate. El tratamiento suele pasar por colirios o pomadas oftálmicas con antibióticos y corticoides asociados. El paciente debe lavarse bien las manos y, frente a un espejo, humedecer un bastoncillo de algodón en tal colirio y suavemente ‘cepillar’ y limpiar todas las áreas escamosas de los párpados y las pestañas. No se deben limpiar las escamas con los dedos, pues aumenta el riesgo de infección. Deberá repetir el procedimiento de dos a tres veces al día durante una semana.


Con posterioridad hay que utilizar un champú anti seborréico, usándolo en el cuero cabelludo el día que comience el tratamiento para los párpados y hasta una semana más tarde. Al final del tratamiento, su uso por lo menos una vez al mes, evitará recaídas futuras.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El hospital para la vida salvaje


Es el centro veterinario más grande del mundo. Está en Australia y, recién ampliado, trata a unos diez mil `pacientes´ al año. Entramos en este peculiar hospital para conocer cómo trabajan e investigan.



El golpe mató a su madre. En la cálida oscuridad de su mundo, el pequeño canguro sólo notó el movimiento brusco del impacto. La bolsa marsupial de mamá canguro lo protegió, pero el sonido reconfortante del corazón de su mundo paró de golpe, los movimientos acompasados de la respiración cesaron con él y el calor de la bolsa que lo mantenía vivo empezó poco a poco a desaparecer.


Su madre había sido uno de los centenares de víctimas que mueren atropelladas en las carreteras de Australia. Y para la cría significaba la muerte irremisible. Los canguros, como todos los marsupiales, nacen en un estado aún embrionario y migran a las bolsas o marsupios de sus madres, donde, adheridos a un pezón que los alimenta, terminan su desarrollo. Para nuestra cría, la vida iba a terminar antes de haber podido asomarse al mundo. Y entonces una luz cegadora rompió la oscuridad en la que siempre había vivido.


Una unidad de servicios ecológicos de los Guerreros de la Vida Salvaje (Wildlife Warriors) sacó a la cría de la bolsa del cadáver y la transportó en una de sus ambulancias veterinarias hasta el Hospital para la Vida Salvaje de Australia, el mayor centro veterinario del mundo. El pequeño canguro se había salvado.


El hospital en cuestión abrió sus puertas en marzo de 2004 en las proximidades del Zoo de Australia, en la ciudad de Beerwah (Queensland). Desde el primer día, los pacientes se multiplicaron en número y en especie dejando ver que las instalaciones necesitarían una ampliación. Y así se hizo. Auspiciados por el Gobierno, que ha puesto 2,5 millones de dólares, y el Zoo de Australia, las instalaciones se han ido ampliando y sofisticando hasta que, por fin, ayer el nuevo hospital abrió sus puertas. El edificio, una construcción vanguardista en diseño ecológico desarrollada por el arquitecto Andrew Webb, tiene 1.300 metros cuadrados. En su interior acogerá a los más extraños y variopintos pacientes que uno pueda imaginar: koalas, canguros, ornitorrincos, possums, casuarios, cocodrilos, wombats… Hasta diez mil `pacientes´ al año, la mayoría de los cuales son tan exclusivos y delicados que su tratamiento puede costar desde cien dólares hasta varios cientos de miles.


El centro está conectado con diferentes universidades y con fundaciones para el cuidado de la vida salvaje. El resultado es un hospital para animales que no sólo es el mayor del mundo en superficie, sino que, además, encabeza muchos de los avances en los tratamientos veterinarios de grupos tan difíciles y poco estudiados como los marsupiales o los monotremas (los mamíferos que ponen huevos). La idea de este hospital procede de Lyn Irwin, la madre de uno de los más famosos y llorados naturalistas de Australia: Steve Irwin, quien siempre defendió la vida salvaje hasta que una raya lo mató accidentalmente mientras rodaba un documental en aguas australianas en septiembre de 2006. Pero, antes de morir, Steven había hecho realidad el sueño de su madre, que había fallecido en un accidente de tráfico seis años antes.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Nudibranquios

Pequeños, frágiles, lentos, llamativísimos, totalmente indefensos. El blanco perfecto de sus predadores... Los nudibranquios [`branquia desnuda´] son caracoles sin concha, un molusco en carne viva en el durísimo mundo submarino. Como se ve, no las tienen todas consigo para sobrevivir, pero, bien mirados, se apañan mejor que nadie. Pese a que viven poco –un año los más longevos, un mes los que menos–, sobreviven mucho. ¿La clave? Han hecho de la necesidad, virtud: se alimentan de los animales y las sustancias más tóxicas del océano –hidroideos, esponjas, hidrozoos– e incorporan esa toxicidad a su piel, que se vuelve brillante y de colores y que, lejos de atraer, espanta. Comunica a las demás especies: «Soy tóxico. Si me comes, mueres». Además, son caníbales: a malas, si el hambre aprieta, los nudibranquios se comen entre sí. Y suelen hacerlo. Muchos están incluso especializados en depredar a una única especie –de esponjas, por ejemplo–, de la que copian su color mediante los tejidos ingeridos –el fenómeno se llama `homocromía alimentaria´–, con lo cual se camuflan perfectamente ante sus posibles atacantes. Otros incorporan a su propio cuerpo las cápsulas urticantes de los hidrozoos (a las que son inmunes), adoptándolas como un arma contra sus predadores, o utilizan la energía del Sol; en este caso, incorporándola de los nutrientes de las algas fotosintéticas que comen. Por si fuera poco, y para acabar ya de garantizar la supervivencia de la especie, son hermafroditas: machos y hembras a un tiempo en el mismo cuerpo. Se aparean con cualquiera de su especie, ‘embarazándose’ así por partida doble. De chuches, nada.

domingo, 2 de noviembre de 2008

INGENIERÍA CONTRA EL CALENTAMIENTO GLOBAL


Investigadores canadienses ponen en práctica una idea: crear bloques de hielo que sustituyan a los que se deshacen por el cambio climático. Una manera de mantener estable la temperatura de Europa.



Resulta irónico que una de las consecuencias del calentamiento global sea que el norte de Europa vaya a entrar en una era glacial. A medida que aumente el calor atmosférico, el Polo Norte se descongelará, lo que hará que una gran masa de agua fría se diluya en la Corriente del Golfo y frene el avance de las aguas que llegan de Centroamérica y caldean el clima de Europa. Este hecho, que hasta hace un año sólo era una hipótesis, lo ha confirmado el Centro Nacional Oceanográfico de la Universidad de Southampton (Gran Bretaña), que estima que, en 2015 la temperatura en el norte de Europa será, de media, nueve grados inferior.


Esta certeza ha estimulado un inusual proyecto de investigación de la Universidad de Alberta (Canadá). Peter Flynn y Songjian Zhou han ideado un sistema para `vigorizar´ esa bomba de calor oceánica que es la Corriente del Golfo. Su propuesta es instalar entre Groenlandia e Islandia 8.100 plataformas que en invierno absorberán agua del mar y la nebulizarán para formar islas iceberg que se descongelarán en primavera y verterán su agua fría a la corriente profunda oceánica. Ese líquido llegará a la costa americana, donde se caldeará y revitalizará de vuelta a Europa.


Flynn no propone su idea como la primera contra el calentamiento global ni como la mejor. «Lo ideal sería atacar las causas que lo producen, como la quema de combustibles fósiles, pero si el control del CO2 falla, esta idea puede ser válida», asegura.


El proyecto costará 40 millones. «Es una cifra asumible si se piensa que cien millones de personas se verán afectadas por esta alteración. Son 400 euros por persona –dice–, muy poco si pensamos que los glaciares pueden estar, en breve, a la puerta de sus casas.»

lunes, 27 de octubre de 2008

LOS COCODRILOS SAGRADOS


En una remota aldea de Burkina Fasso, peligrosísimos cocodrilos del Nilo conviven con la población. Incluso juegan con los niños en la orilla. Pero, ¿por qué no atacan al hombre? Para descubrirlo hay que remontarse cientos de años atrás...



Ibrahim Gowon volvía borracho en su destartalada motocicleta. Los efectos del burdo alcohol de destilación casera le hacían difícil concentrarse. Bueno, tampoco era para preocuparse en exceso. Al caer el Sol nadie paseaba por los alrededores de Bazoule, una pequeña aldea a 30 kilómetros de Ouagadougou, capital de Burkina Fasso, en la que el tránsito de algún vehículo no pasaba de ser una anécdota diaria. Y, además, él era una autoridad en el pueblo; un hombre respetado –si no temido– del que nadie se atrevería a hablar mal.


Así que podía conducir en el estado que quisiera sin que… Sus pensamientos se cortaron en seco mientras salía despedido de la moto. El golpe con la tierra le aclaró la mente. Había chocado con algo; algo grande y contundente. Se levantó lentamentey se encontró cara a cara con un cocodrilo de cinco metros que se movía incómodo por el golpe. Con un gesto de fastidio, Ibrahim se levantó sin alterarse y pasó por encima del cocodrilo mientras le recriminaba un «¿qué estás haciendo tú aquí a estas horas?». Luego cogió su moto, recompuso el gesto y siguió camino hacia su casa con la cabeza mucho más despejada.


Para la gente de Bazoule, los cocodrilos son parte de sus vidas desde hace cientos de años. Cuentan los ancianos que los habitantes de la región son los descendientes de Naba Kouda, que reinó en este territorio desde 1358 hasta el año 1400. Fue entonces cuando aparecieron los cocodrilos «llegados del cielo después de unas lluvias». Desde entonces, los cocodrilos de Bazoule se convirtieron en animales sagrados para sus habitantes que empezaron a ofrecerles sacrificios para pedirles favores y darles las gracias. Y hoy se han convertido en una de las atracciones turísticas de un país asolado por una pobreza endémica. Los cocodrilos están tan acostumbrados a las personas que incluso se puede ver a niños pequeños jugando cerca de la orilla mientras los animales entran y salen de la pequeña charca que los acoge. ¿De dónde llegaron realmente estos cocodrilos? ¿Por qué no atacan aquí a la gente?


La región de Bazoule es semide­sértica. Las charcas son estacionales y el agua es el bien más escaso en esta tierra de extrema pobreza. Cuando la región comenzó a secarse cientos de años atrás, algunos cocodrilos quedaron atrapados en balsas de agua. El movimiento de los saurios en sus idas y venidas por la charcas y los agujeros que realizan al excavar sus nidos incrementaron la profundidad de las mismas y ayudaron a embalsar más agua durante la estación de las lluvias de forma que, con el paso del tiempo, probablemente las únicas charcas que aguantaron con agua todo el año fueron las que tenían cocodrilos. Y para una gente tan necesitada del agua los cocodrilos se convirtieron en sagrados.


Aun así, incluso siendo sagrados, los de Bazoule son cocodrilos del Nilo, los mayores de África y la segunda especie más peligrosa del mundo después de los cocodrilos marinos de Oceanía. ¿Por qué entonces no atacan a nadie si en el resto del continente matan a decenas de personas todos los años? Probablemente, la explicación tenga su origen en el mismo momento en que los locales decidieron darles la categoría de animales sagrados. Desde entonces, el jefe y el marabou –algo así como el médico brujo– les ofrecen sacrificios: cabras, burros, perros y, sobre todo, gallinas les son arrojados con creciente frecuencia. En un principio, los sacrificios se restringían a la Kôo m Lakre, la llamada `fiesta de los cocodrilos´ que se celebra una vez al año. Pero cuando la fama de estos animales sagrados se extendió por la región empezó a llegar gente de todos los poblados para ofrecer sacrificios a los grandes saurios para pedirles salud, fertilidad, éxito o riquezas. Y cada uno de ellos iba acompañado de un pollo o una cabra.


Siglos alimentándolos han hecho que temibles comedores de hombres acepten y respeten a los humanos a orillas del lago. Hoy, cuando su fama ha trascendido más allá de las fronteras del país, miles de visitantes pasan a lo largo del año para ofrecerles pollos. La mayoría no busca salud, fama o riqueza, sino alguna foto espectacular posando junto a un gran cocodrilo. Incluso hay quienes posan sentados en la espalda de los más grandes. A los más de cien que viven en la charca, el aumento de comida les va haciendo cada vez más pacíficos y tolerantes con los hombres. Algo que puede llevar a más de un turista a cometer un error. Porque, sagrados o no, acostumbrados a las personas o cebados hasta el pacifismo, la gente no debería olvidar que son uno de los predadores más peligrosos de África.


Los cocodrilos del Nilo pueden sobrepasar los cinco metros de longitud y tienen merecida fama de peligrosos. Los egipcios los adoraron como dioses; los nubios los reverenciaron como demonios; los zulúes, masái y dinkas alabaron su poder en sus respectivas mitologías. Nadie debería creer que este superpredador capaz de sobrevivir en la Tierra más de 200 millones de años, estos reptiles que ya cazaban dinosaurios en la Prehistoria, pueden domesticarse simplemente ofreciéndoles de tanto en tanto unos cuantos pollos.

lunes, 20 de octubre de 2008

EL PUNTO G DE INTERNET


Nació hace diez años en un garaje de Silicon Valley y hoy es el gran gigante mundial de la Red. Más de 14 millones de españoles utilizan sus servicios. Desde el buscador hasta YouTube o Gmail. Un fenómeno, ajeno a la crisis, que recibe este año el premio Príncipe de Asturias de las humanidades y la comunicación.



En la Torre Picasso, en el corazón financiero de Madrid, rodeados de yuppies encorbatados y engominados, trabajan los empleados de Google.es, la división española del gran gigante de Internet. En la planta 26 del edificio, sin embargo, no se ven corbatas. Es más, la presencia de dos futbolines, balones de goma, enormes pufs de colores, videojuegos, un sillón de masaje o una cafetería con una de las mejores vistas de Madrid completa un cuadro donde la formalidad ha sido desterrada. Al parecer, ésta no se necesita en absoluto para dominar el mercado publicitario de la Red, figurar entre las pocas corporaciones inmunizadas contra la crisis –este año ingresará unos 22.000 millones de euros, 6.000 más que en 2007– o ser reconocida con todo un premio Príncipe de Asturias.


Visitar cualquiera de las 22 oficinas que Google tiene repartidas por los cinco continentes puede llevarte a pensar que el mundo es color de rosa. Diez de cada diez empleados aseguran disfrutar de la felicidad absoluta en su vida laboral. La identificación corporativa entre la plantilla es tan vehemente que, a veces, parecen olvidar que trabajan en una empresa. «Google rejuvenece», afirma José López de Ayala, Pepe para sus compañeros, director de Alianzas Estratégicas de Google.es. A sus 37 años, no es que aparente diez menos ni nada parecido, pero asegura que ir a trabajar es un «auténtico placer». Cecilia González, estratega de cuentas recién entrada en la treintena –La Friki por su afición al cómic y la serie Z–, ofrece, entre risas, otro ejemplo significativo: «El jefe se mosquea si unos se ponen a jugar al futbolín y no lo llaman a él».


Pocos trabajadores se jugarían las alubias criticando a sus jefes ante un periodista, pero es que en el caso de los googlers (así se denominan a sí mismos) la intensidad con que cantan las alabanzas a su patrón roza la adoración. Cuando hablan de «Los Fundadores», más que en Larry Page y Sergey Brin –ellos crearon Google hace diez años en un garaje de Silicon Valley–, uno tiende a pensar en George Washington o Thomas Jefferson, tal es el fervor que se apodera del ambiente.


La palabra clave aquí es googliness, un elemento subjetivo sin el cual es imposible formar parte de esta empresa. Olga San Jacinto, una de las ‘madres fundadoras’ de Google.es –división que nació hace cinco años, siguiendo el modelo de la casa madre, «en una habitacioncita en la calle López de Hoyos»–, ha examinado desde entonces a cientos de candidatos en busca de ese algo especial. «Cuando contrato a alguien –revela– busco, primero, una buena preparación y elevada capacidad intelectual. Pero eso no basta, necesito ver que has sabido encauzar tu carrera, que te has embarcado en proyectos en los que creías. Luego quiero saber si tienes chispa en la vida. No queremos personas que sólo viven para trabajar. Necesito saber si pones intensidad en lo que haces, si tienes capacidad de reacción, si creo que te vas a adaptar, si tu mentalidad es flexible y abierta… ¡Si tienes googliness, vamos!», concluye Olga como si la palabreja fuera un miembro de su familia.


Uno de los secretos de Google radica en el trato que da a sus asalariados. Entre sus principios destacan frases como: «Eres inteligente y tu tiempo importa», «somos serios, menos cuando no lo somos», «es posible ganar dinero de forma ética», «las grandes ideas son nuestro motor», y por ahí. La camaradería, la posibilidad de relajarse en horas de oficina, la concentración de talentos que reúne y la escasez de jerarquía corporativa, que permite una comunicación rápida y eficaz entre empleados y jefes –«El mensaje es que todos podemos aportar», añade Pepe–, completan el retrato de este fenómeno empresarial que, según la consultora comScore, atrae en España a más de 14 millones de usuarios al mes. Junto con su filosofía laboral, otra clave de su éxito es la gratuidad de todos sus productos, a excepción de la publicidad, de donde extrae el 99 por ciento de sus ingresos.


El 19 de agosto de 2004, Google comenzó a cotizar en Bolsa con un precio por acción de 85 dólares. Tres años después alcanzaba su récord histórico de 747 dólares, multiplicando por casi nueve puntos su valor. Google es, queda claro, la envidia del mundo empresarial tras haber creado un modelo de éxito completamente nuevo, combinando ingentes beneficios económicos con un carácter filantrópico. «Trabajamos para democratizar el acceso a la información para cualquier persona, en cualquier lugar y en todas las lenguas –expone Javier Rodríguez Zapatero [no, no es pariente del presidente del Gobierno], director general de Google.es–. Más información implica más oportunidades, más libertad y más recursos para las personas.» Más de cien dominios de Internet distintos en otros tantos idiomas son la prueba de ello. Es así como esta empresa se convirtió en un símbolo admirado por su compromiso anticensura o contra ideas como «el beneficio por el beneficio».


Esa imagen, sin embargo, se resintió hace dos años, al anunciar su entrada en China aceptando someterse a las exigencias del Gobierno en materia de censura: bloqueo de blogs, páginas vetadas, imágenes de Google Maps que no se muestran... Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras [RSF] acusaron a la compañía, cuyo lema principal es «Don’t be evil» [No seamos mala gente], de impedir la libertad de expresión. «Nosotros aceptamos la legislación local. No podemos entrar en un país si no cumplimos sus leyes», argumenta Zapatero. Para RSF, por el contrario, el trasfondo del asunto sitúa a Google como una más entre las miles de empresas ansiosas por morder un pedazo del jugoso mercado chino. «Aunque haya contenidos vetados, con nuestra presencia, los usuarios chinos tienen ahora más acceso a la información que antes», rebate Zapatero.

Los tentáculos de Google son tan extensos –más del 60 por ciento de los internautas usa su buscador– que asusta a los defensores de la privacidad, quienes temen que la acumulación de datos represente una invasión de las libertades civiles. Esa información abarca el contenido de los correos de Gmail, las búsquedas de los internautas o los detalles de tarjetas de crédito en su sistema de pago Google Checkout.


Para contrarrestar esas críticas, la empresa redujo en septiembre de 18 a nueve meses el tiempo que retiene datos del usuario. «Nuestros ingenieros han conseguido que las búsquedas sean igual de eficientes reteniendo menos tiempo la información –explica Bárbara Navarro, directora de Relaciones Institucionales–. La defensa de la privacidad es parte de la cultura de esta empresa. Los usuarios, para confiar en nosotros, deben saber que protegemos sus datos. Es la base de nuestro negocio.»


El asunto que más dolores de cabeza le ha provocado al gigante de Internet, sin embargo, es la protección de los derechos de autor. Sobre todo desde que adquiriera YouTube [en noviembre de 2006 por 1.032 millones de euros], el mayor portal de contenido audiovisual, con casi 100 millones de vídeos vistos al mes. La demanda presentada por Tele 5 para evitar que sus programas sean colgados en YouTube –pendiente de resolución– es sólo la última de una larga lista de pleitos por violación de copyright iniciados contra Google por cadenas como la francesa TF1, la estadounidense Viacom, productoras, discográficas o artistas como Prince.


Ante semejante alubión, la pregunta es obligada: ¿cómo se combina la democratización de la información con la propiedad intelectual? «Google es sinónimo de democracia y libertad, pero también es un defensor a ultranza de los derechos de propiedad intelectual –responde Rodríguez Zapatero–. Hacemos todo lo posible para que se preserven en un entorno en el que es muy difícil hacerlo. Estamos invirtiendo una cantidad ingente de recursos en tecnología para identificar contenidos que han sido colgados de manera ilegal. Es una de nuestras grandes prioridades.»


María Ferreras, Conchi para sus colegas y máxima representante de YouTube en España, presentó este mes la herramienta que, esperan, detenga todos los pleitos y polémicas que persiguen a la empresa. Se trata del Vídeo ID, una aplicación que «permite a una cadena o distribuidora comparar cada fotograma del portal con los ya publicados, suprimiéndolos si estima que hay vulneración de derechos», explica Ferreras, de 37 años, que entró embarazada de ocho meses en la empresa.


Desde su aparición en febrero de 2005, YouTube
se ha
convertido en el mayor fenómeno de la Red, algo que muchas empresas audiovisuales interpretan como una amenaza. Otras, como la BBC o casi todas las españolas, salvo Tele 5, asegura Ferreras, han establecido acuerdos con el portal, abriendo sus propios canales en YouTube. La responsable en España, donde cuenta con más de ocho millones de usuarios, afirma que YouTube «ha puesto todas las herramientas que posee a disposición de los dueños de los contenidos para que puedan proteger sus obras».


En Google, reconocen que YouTube les ha aportado un alto valor añadido, aunque sea proporcional a los problemas derivados de gestionar una plataforma donde cualquiera puede poner lo que desee. Las imágenes de ataques a menores grabados con móviles, amenazas de muerte, violaciones a la intimidad de los ciudadanos o contenidos pornográficos muestran la dificultad de filtrar esta plaza virtual que recibe más de 13 horas de vídeo por minuto. En ese sentido, la autogestión a cargo de los usuarios ha sido clave, en consonancia con el espíritu de Google, donde proclaman sin descanso que «el usuario es el rey». A los hechos se remiten: «Gracias a las herramientas de la web para marcar y denunciar contenidos hemos llegado a suprimir vídeos en menos de 30 segundos», añade Ferreras.


Pero YouTube es mucho más que eso. Cortometrajes, contenidos de carácter político, como un debate electoral que Ferreras impulsó en las últimas generales, o casos como el de Lo que tú quieras oír, corto de Guillermo Zapata convertido por obra y gracia de YouTube en fenómeno mundial con casi 77 millones de visionados, el tercer vídeo más visto del portal. «Es apasionante. Aquí todo vale», afirma Conchi con entusiasmo.


Rodeados de googliness y buen rollo es difícil no confiar en esta gente, pero no podemos olvidar que guardan infinidad de datos sobre nosotros: saben todo lo que buscamos en la Red, lo que nos decimos por e-mail o cuáles son nuestras preferencias. Por eso es vital que sean tan buenos chicos como aparentan.


A la salida de la sede de Google, en el ascensor, regresa la visión de los yuppies encorbatados. Pocos sospechan que en la planta 26, incrustado en pleno centro del sistema, una empresa amenaza con convertirlos en una reliquia del pasado.

sábado, 11 de octubre de 2008

NANOPRODUCTOS


Alimentos, pasta de dientes, ropa… A diario usamos, sin saberlo, decenas de productos con nanopartículas, unas moléculas última generación 5.000 veces más pequeñas que el punto al final de esta frase. La industria dice que no entrañan riesgos, pero los consumidores europeos no lo tienen tan claro.



Muchas gracias, querido lector, por poner su cuerpo a disposición de la ciencia y aplicar sobre él sustancias completamente desconocidas. Es posible que sean beneficiosas para su salud, pero también que sean nocivas. No hace falta que consulte a su médico o farmacéutico sobre sus riesgos o efectos secundarios, porque ellos tampoco tienen ni idea.


Protectores solares y dentífricos, cremas antiarrugas y chicles, calcetines y pintura... Los consumidores usan a diario y sin saberlo productos que contienen nanopartículas, diminutos granos de menos de 100 nanómetros (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro).


Las camisetas de los deportistas ya no huelen después de los entrenamientos gracias a partículas microscópicas de plata. Las cremas solares son ahora transparentes porque moléculas de dióxido de titanio bloquean la radiación ultravioleta. Las cremas antiarrugas crean una ilusión óptica digna de un mago: partículas diminutas reflejan la luz en los pliegues de la frente de tal manera que no crea sombras y, por lo tanto, las arrugas no llaman tanto la atención. Y gránulos invisibles en los azulejos del baño repelen la suciedad igual que hacen algunas plantas. Hasta aquí las buenas noticias.


Las malas: hace ya tiempo que existen indicios sobre los posibles riesgos que entrañan. Las nanopartículas son tan pequeñas que podrían actuar a nivel celular. En experimentos con animales y en cultivos de laboratorio se ha comprobado que estos gránulos del tamaño de una bacteria pueden provocar reacciones indeseadas. Si son fagocitados por los glóbulos blancos, acaban sobrecargando el sistema inmune y reducen su eficacia contra las infecciones. Si son respirados, se adentran en los pulmones, llegan a los alvéolos y de ahí pasan a la sangre, que los distribuye por todo el cuerpo. Quizá podrían influir en la aparición de enfermedades como el párkinson o el alzhéimer.


No perdamos la calma. No se ha podido demostrar hasta la fecha ninguno de estos efectos, pero la preocupación es legítima. En cierto modo recuerda a la alarma creada en su momento por las radiaciones de las antenas de telefonía móvil. De momento pagan el pato los ratones de laboratorio. Por ejemplo, han desarrollado síntomas similares a la intoxicación por amianto cuando se les inyectan nanotubos de carbono en el abdomen. ¿Son las nanopartículas el nuevo amianto? Es pronto para responder a esta pregunta. Y que se sepa, todavía no hay víctimas humanas de las que compadecerse. Pero la preocupación crece entre los consumidores. Y en el mercado ya existen unos 500 nanoproductos, desde detergentes hasta calcetines. Y no existe una legislación europea que obligue a identificarlos. Una temeridad. Especialmente en los sectores de la alimentación y la cosmética. En Estados Unidos ya se ha pedido una moratoria sobre la utilización de nanomateriales en los productos del supermercado.


Pero es precisamente ahí donde las nanopartículas obran milagros. Mejoran el espolvoreado, transportan vitaminas, sustituyen a las grasas, hacen más cremosas las salsas e impiden que las salchichas pierdan su color. Pero los fabricantes se cuidan mucho de decir para qué las emplean o incluso si lo hacen.

Hasta ahora, las asociaciones de fabricantes han bloqueado cualquier tipo de medida informativa. «Los nanoalimentos de los que tanto hablan los medios de comunicación son ciencia ficción –aseguran en una nota de prensa–. En estos momentos no es necesaria una regulación legal adicional.»


¿Seguro? He ahí la cuestión. ¿No es de sentido común adoptar un distintivo especial para los productos que contengan nanoalimentos, una especie de tabla de ingredientes similar a la que recoge la información nutricional o, al menos, un aviso más o menos neutro de que sus ingredientes contienen nanopartículas? ¿No tienen los consumidores derecho al menos a conocer eso? Los críticos señalan que la nanoindustria actúa en un limbo legal. Ni siquiera hay unanimidad sobre qué considerar nanopartícula. ¿Debería considerarse `nano´ todo aquello con un tamaño por debajo de los 500 nanómetros? ¿O mejor por debajo de los 100 nanómetros? Para hacerse una idea, una nanopartícula es a un metro lo mismo que un balón de fútbol al planeta Tierra. Y no es raro que un material que los científicos creían conocer a la perfección adquiera nuevas propiedades reducido a nanopartículas.


Lo que antes se consideraba inocuo pasa ahora a ser agresivo; las mezclas que deberían espesarse siguen siendo líquidas; el carbono antes aislaba, ahora es un conductor estupendo. Y el semiconductor arseniuro de galio en su versión nano ya no se funde a los 1.600 grados, sino a los 400. Enfocar los ojos al mundo de lo diminuto abre las puertas de un universo exótico, donde las propiedades de los materiales cambian de manera sorprendente. Por ejemplo, las cremas solares... No embadurnarte de crema y distribuir uniformemente una loción invisible es un avance estético, ¿pero hasta dónde penetran las nanopartículas de dióxido de titanio aplicadas sobre la piel?


Medirlo no es nada fácil. Estas moléculas son demasiado pequeñas para el microscopio. Quizá sólo sean unos pocos micrómetros en la epidermis. En el caso de las pieles sanas es tranquilizador. ¿Pero qué pasa con una piel problemática, por ejemplo aquejada de soriasis, que la vuelve quebradiza como el hojaldre? Es posible que las partículas presentes en las cremas solares o en la ropa interior antiolor puedan atravesar la piel y llegar a los vasos sanguíneos y, a través de ellos, al cerebro. Esto sí que sería un problema. Muchas nanopartículas son tan pequeñas que no hay nada que pueda detenerlas. Podrían alcanzar el interior de las células igual que hacen los virus.


El tamaño es importante, pero también la forma que adopten. El carbono, por ejemplo, es un material que podemos encontrar en forma de durísimo diamante o de frágiles barras de grafito. Pero si lo transformamos en diminutos tubos o esferas, los llamados `nanotubos´, su comportamiento cambia completamente. Las leyes habituales de la química se ven sustituidas por las leyes de la física cuántica y el material se vuelve más resistente que el acero... y tremendamente tóxico.


Prácticamente, todo lo que respiramos, ingerimos o nos aplicamos sobre la piel debería ser tenido en cuenta en el análisis de riesgos. Una nanocomisión alemana publicará un informe este otoño que puede dar pautas al resto de los países europeos, entre ellos España. Los científicos ya han dado con algunas sorpresas. Un ejemplo: vista a una escala microscópica, la película de crema solar se reparte sobre la piel de una forma muy irregular. La consecuencia es que algunas partes diminutas de la epidermis no quedan protegidas contra la cancerígena radiación ultravioleta. Y estas zonas no se pueden apreciar a simple vista, sobre todo si las cremas son transparentes.

viernes, 3 de octubre de 2008

LOS EFECTOS DEL ALCOHOL


Un estudio revela que la mitad de los españoles tuvo resaca en los últimos tres meses. Sepa qué le pasó ‘anoche’.



  • Cerebro
    No me acuerdo de nada

    Los altos niveles de alcohol afectan al cerebelo y a los neurotransmisores responsables del equilibrio. En los consumidores crónicos hay una alteración en un área del cerebro llamada hipocampo. Una lesión en esta zona –que provoca graves lagunas mentales– es sinónimo de alcoholismo.

  • Ojos
    ¡Veo doble!

    La dioplía o visión doble se debe a la falta de coordinación de los músculos que ayudan a fijar la mirada; y esto ocurre, a su vez, porque los nervios pares craneanos, ‘jefes’ de estos músculos, quedan
    igualmente afectados.

  • Oídos
    ¡Vaya barco!

    Su consumo también afecta al oído interno, que junto con las alteraciones de la serotonina –que tiene que ver con el equilibrio– produce mareo. Se pierde la capacidad de atención y/o comprensión.

  • Corazón
    Las piernas, como botas

    El alcohol le resulta muy tóxico; provoca arritmias y su ingesta intensa y crónica le produce cardiomiopatía; esto es, el músculo del corazón se vuelve más grueso y pierde fuerza de bombeo. ¿Resultado? Hinchazón en las extremidades e incluso asfixia.

  • Hígado
    Primero, hepatitis y, luego, cirrosis

    El licor produce ‘hígado graso’, una acumulación de grasa anormal en este órgano. De este estadio se pasa a la hepatitis (por alcohol) y, más tarde, a la cirrosis, que provoca un daño en el hígado devenido de las cicatrices y fibrosis acumuladas.

  • Riñones
    ¡Qué sed!

    El alcohol inhibe la hormona antidiurética que retiene líquidos en el organismo, lo que hace que orinemos más y eliminemos muchos más líquidos de lo normal. Esto causa una pérdida de electrolitos y agentes químicos básicos para el equilibrio corporal.

  • Otros órganos
    Hipersensibilidad

    También se producen efectos en el páncreas, intestino, tiroides o en los niveles hormonales (en los hombres disminuyen las hormonas masculinas y aumentan las femeninas).
  • viernes, 26 de septiembre de 2008

    SULAIMAAL-FAHIM El sultán del fútbol


    En plena crisis mundial, Este hombre ha comprado el Manchester City y ha fichado a Robinho. Paga cifras millonarias. Y a tocateja. Lo del fútbol no es un capricho. sólo es un primer paso En su plan...



    Les presento a Sulaiman al-Fahim, 31 años, casado, tres hijos. De Abu Dabi. Presidente de Hydra Properties, una compañía inmobiliaria que tiene proyectos en medio mundo por valor de 2.000 millones de euros. Sulaiman no ha amasado su fortuna gracias al petróleo. Es un hombre hecho a sí mismo. Un tipo encantador. Con don para las relaciones públicas. Le pirra hacerse fotos con estrellas de Hollywood. Irse de parranda con Pamela Anderson o cenar con Leonardo DiCaprio. No rehúye a la prensa. No hace falta tirarle de la lengua. Lo cierto es que a este hombre se le calienta la boca rápido. Ha prometido 700 millones de euros para fichar a 18 jugadores extraordinarios. Los mejores. Ni uno ni dos. Los quiere todos: Cristiano Ronaldo para empezar, y luego David Villa, Kaká, Sergio Ramos, Van Nistelroy (le ofreció un cheque en blanco al Real Madrid), Messi, Cannavaro, Cesc, Fernando Torres… Si va en serio, Barça, Madrid y otros grandes de Europa quedarán tan esquilmados que van a tener que pensar en recurrir a la cantera. ¿Se le ha ido la pinza? Hay mucho escéptico que así lo piensa. Pero si algo ha demostrado en este tiempo Sulaiman al-Fahim es que es todo, menos un charlatán.


    Sulaiman empezó a trabajar a los 11 años. Cuando salía del colegio, echaba unas horas en la compañía farmacéutica de su padre. Era tan bueno jugando al ajedrez que quedó quinto en los mundiales infantiles. A los 14 años falsificó el nombre de su madre para invertir en Bolsa y a los 15 vendió su primera finca. Quiso estudiar Medicina; luego, Ingeniería... Se fue a la aventura y trabajó un tiempo en una línea aérea. También fue jefe de una estación de ferrocarril. Acabó haciendo un par de másters de administración de empresas en EE.UU., regresó a los Emiratos y fundó Hydra. «Disfruto compitiendo y ganando. Soy un bulldozer. Cuando un bulldozer comienza a moverse, no hay quien lo pare, por muchos coches que se le pongan por delante. Los pasa por encima. Y yo no puedo parar. Si tengo una idea, no descanso hasta que consigo ponerla en práctica», asegura.


    Sería ingenuo pensar que un ajedrecista como él, por bravucón que parezca, carece de visión estratégica. «Todo lo que hago lo hago con vistas a largo plazo. Primero aprendo. No me canso de aprender. Y cuando sé lo suficiente, actúo. Rápido. Sin dudas ni contemplaciones. Todos mis proyectos se complementan, aunque están muy diversificados, desde bebidas energéticas hasta cadenas de comida rápida. Mi lema es no poner todos los huevos en la misma cesta. Quiero hacer de Hydra en Asia algo parecido a la compañía Virgin en Europa.» Lo de la rapidez no es ninguna broma. Cerró el contrato para comprar el Manchester City en 13 horas. Fue un episodio delirante, a mitad de camino entre el culebrón y la novela de espionaje.


    El escenario: una suite de 10.000 euros la noche en el hotel Palace Emirates de Abu Dabi, la réplica del Gurj Al Arab, el faraónico hotel de siete estrellas de Dubai. Mármol de Carrara por doquier y un vestíbulo que duplica la superficie de la catedral de Santiago. Los protagonistas: el ex primer ministro de Tailandia, Taksin Shinawatra –que poseía los derechos sobre el equipo, pero no tenía ni para pagar a los acomodadores desde que un juez congeló sus fondos por un escándalo de corrupción–, y una `mata hari´ británica: Amanda Staveley, de 35 años. Ésta, cansada de pelar pollos en una empresa de catering, pidió un préstamo y montó un restaurante. Quiso la fortuna que justo al lado se ubicase una de las cuadras de yeguadas árabes que hay en el Reino Unido. Entre plato y plato, hizo buenos contactos y ahora es la gran dama inglesa en Oriente Medio. Nada se negocia entre sus compatriotas y la antigua colonia sin que ella actúe de intermediaria. Le ha dado calabazas al príncipe Andrés, que la pidió en matrimonio, y presentó a Sulaiman al-Fahim al ex mandatario tailandés. Se juntaron el hambre con las ganas de comer y el contrato se cerró con un apretón de manos.


    Uno de los aspectos más intrigantes de la irrupción mediática de Sulaiman al-Fahim es que su personaje concentra tanta atención que desdibuja lo que hay detrás de él. Sulaiman da la cara, concede entrevistas. Incluso produce un programa con el formato de Gran Hermano, pero de ejecutivos. Un casting sirvió para seleccionar a una docena de futuros yuppies británicos y estadounidenses que juegan al Monopoly en el golfo Pérsico, con dinero contante y propiedades reales. El ganador se llevará un millón de dólares que deberá invertir en suelo de Abu Dabi.

    En realidad, Sulaiman es el señuelo perfecto. Sabe captar el interés y, de paso, desviarlo del verdadero hombre fuerte, el que da las órdenes. Y que pasa inadvertido gracias a todo este revuelo. Sulaiman se despacha a gusto. Habla de futbolistas como si fueran caballos de pura sangre. Y se jacta de que el fichaje de Robinho (recuerden, 42 millones de euros) fue amortizado por el petróleo bombeado por los pozos de Abu Dabi en… ¡cinco horas! «Tenemos dinero de sobra para fichar a los mejores jugadores. Ganaremos la Champions en tres años. Nuestro objetivo es ser los mejores del mundo. Mejores que el Manchester United y que el Real Madrid. Tanto en lo deportivo como en el marketing.» La verborrea genera titulares. Y el torrente de titulares sepulta los tejemanejes.


    Sulaiman al-Fahim sólo es el brazo derecho del verdadero protagonista de esta historia. Alguien que no habla más de la cuenta ni se fotografía con actrices famosas. Un hombre discreto. Padre de familia muy numerosa. Es él quien ha pagado por el Manchester City y por Robinho y el que financia decenas de operaciones multimillonarias que nada tienen que ver con el fútbol: el jeque Mansur ben Zayed al Nayan, segundo de la familia real de Abu Dabi. Su hermanastro es el regente del país, pero el que maneja el cotarro es Mansur. Graduado en la prestigiosa escuela militar de Sandhurst, es piloto de combate.


    Para entender a Mansur, hay que hablar de una vieja rivalidad que se remonta al siglo XIX y se ha enconado como sólo los asuntos de familia suelen hacerlo. La pugna entre las casas reinantes de Abu Dabi (la familia Nayan) y de Dubái (los Maktum) es de las que hacen época. La ojeriza es ancestral y se dirime en todos los terrenos, desde la cetrería hasta los hipódromos. Sería sólo una anécdota, si no fuera porque la economía planetaria, convulsionada, tiene su centro gravitatorio imantado a esos dos emiratos que se llevan a mal traer. Y, aunque parezca exagerado, el asunto afecta a nuestros bolsillos. Y también a nuestro ocio. Los Maktum y los Nayan quieren llevarse un porcentaje por nuestros viajes, nuestras vacaciones y nuestras diversiones.


    Hagamos un poco de historia. Los ingleses descubrieron petróleo en los Emiratos en 1958. A Abu Dabi, patria de Sulaiman, le tocó la lotería: una décima parte de las reservas mundiales. Calculan que tienen todavía oro negro para 90 años. Para Dubái, las migajas. Sus reservas no llegan ni al uno por ciento de las de su vecino. Antes de 2030, sus pozos estarán tan secos que sólo habrá escorpiones en ellos.


    Sin embargo, en este tiempo Dubái ha aprendido a vivir sin petrodólares. Descubrieron que se gana más dinero comerciando que pirateando y su puerto floreció. Ahora, Abu Dabi aspira a desbancar a Dubái como la ciudad más rica del mundo. Todo cambió con la llegada de savia nueva al poder. El mencionado jeque Mansur al Nayan, que para más inri es primo del jeque Rashid al Maktum, jefe de la casa real de Dubái. Gracias a su todopoderoso fondo de inversiones, si hubiera que poner precio a las cabezas de sus 420.000 ciudadanos de derecho (los trabajadores extranjeros tienen un estatus no demasiado diferente al de los esclavos en la antigua Roma), cada habitante de Abu Dabi tocaría a 15 millones de euros. ¿Pero es usted capaz de situar Abu Dabi en el mapa? Lo que Mansur ha diseñado y Sulaiman está coordinando es la campaña publicitaria más cara de la historia. El desembarco en el fútbol sólo es la parte más vistosa.


    De una tacada, Abu Dabi está construyendo una sucursal del Museo Guggenheim y otra del Louvre. Un campus para la Sorbona y otro para la Universidad de Nueva York. Controla el cinco por ciento de la escudería Ferrari. Organizará un gran premio de fórmula uno. Norman Foster diseña la primera ciudad del mundo libre de emisiones de carbón. Producirá ocho películas al año entre Hollywood y Bollywood. Ha invertido en el banco Citigroup y en la constructora Metrovacesa. Ha comprado el rascacielos Chrysler de Nueva York. Construye el hipódromo más rutilante del planeta. Y ahora ha desembarcado en la Premiere League con 40 veces más fondos que Abramovich. Insinúan que Dubái está dispuesto a contraatacar y que intentará apropiarse del Liverpool. Pero el fútbol les importa menos que los caballos. Y lo que está en juego es el honor de los Maktum, que se precian de sus 1.500 purasangres, y el de los Nayan, que quedó seriamente tocado cuando uno de sus caballos fue desposeído de un premio por dopaje. Una humillación de la que han jurado resarcirse. El impacto de esta rivalidad en una economía mundial convaleciente está por ver.

    sábado, 20 de septiembre de 2008

    MERCADOS EMERGENTES Consumidores último modelo


    Peter Kleinschmidt entra hasta los cuartos de baño chinos para investigar cuáles serán los mercados del futuro. Habla con los asiáticos sobre cualquier tema, recorre las tiendas rurales en las que se ofrecen pintalabios junto a hervidores de arroz… Como directivo de una empresa de cosméticos, se codea en sus viajes con chinos, tailandeses o indonesios para hacerse una idea de sus condiciones de vida. Está convencido de que Asia es, con Europa Oriental y Suramérica, el verdadero motor del crecimiento mundial.


    En Europa y Estados Unidos el mercado ya está repartido, así que Occidente busca hoy crecer y expandirse en los países en vías de desarrollo. La globalización no sólo aporta hordas de ‘currelas’ baratos, sino también un creciente número de trabajadores que ya pueden permitirse una crema de manos o, al menos, jabón.


    Así, las empresas occidentales han puesto su punto de mira en países como China, Brasil o la India. «Allí viven los consumidores del mañana», afirman los expertos, que ya han definido a las personas con unos ingresos mensuales de entre 63 y 700 dólares como the next billion, es decir, los próximos mil millones de potenciales nuevos consumidores.


    Obviamente estas empresas deberán tener en cuenta el presupuesto de estos nuevos clientes y, por tanto, producir a unos precios muy ajustados, pero también tendrán que esforzarse para ganárselos con soluciones adaptadas a sus gustos y necesidades. Como el caso de un minienvase de lavavajillas que Henkel vende en la India por una rupia –unos 1,7 céntimos de euro– o un móvil con linterna para los frecuentes apagones de esos países. En su nueva faceta de consumidores, los antiguos pobres del mundo interesan más que nunca: su nivel de bienestar ha aumentado considerablemente y, al mismo tiempo, también su porcentaje sobre el total de la población mundial. Un dato: en la actualidad, ocho de cada diez personas viven en un país en vías de desarrollo. En 20 años serán nueve de cada diez: entre 7.200 y 8.000 millones de personas para el año 2025.


    «China, para nosotros, representa una enorme oportunidad», comenta Kleinschmidt. Su empresa ha crecido allí casi un 50 por ciento en 2007. Y es que el continuado incremento económico del gigante amarillo cada vez beneficia a capas más amplias de la población. Aunque «pensar que los consumidores chinos o brasileños llevan años de espera para poder disfrutar por fin de nuestros productos sería simplemente una señal de arrogancia occidental», apunta. Y habla por experiencia propia.


    Hace tiempo fracasó en su intento de introducir en Corea una crema de cuidado facial basándose en parámetros occidentales. Otra línea de productos basados en arroz y flores de loto, que en Europa se vendía muy bien anunciándose como el secreto de la belleza oriental, sólo consiguió arrancar carcajadas entre los participantes de los estudios de mercado realizados en Asia.

    Así que los fabricantes han asumido que lo mejor es estudiar al detalle las necesidades de los nuevos grupos a los que pretenden dirigirse. Están sacando al mercado productos que sus clientes occidentales desdeñarían por poco útiles. Por ejemplo, Beiersdorf ha lanzado con éxito en Tailandia un desodorante que, usado por la noche, blanquea la piel de las axilas. Dicho de otra manera, el interés de las empresas por los países en vías de desarrollo no sólo busca nuevas aplicaciones a productos ya conocidos, sino también a otros que supongan verdaderas innovaciones.


    La multinacional de electrónica Philips es otra de las empresas que ha apostado por las nuevas iniciativas: ha desarrollado un aparato doméstico para el tratamiento del agua concebido, especialmente, para ser distribuido en el mercado indio. Su sistema de filtros, que trabaja con luz ultravioleta, está pensado para desinfectarla.


    «En Alemania, el mercado para esta clase de aparatos sería muy reducido, pero en la India existen millones de personas que no cuentan con acceso al agua potable y que necesitan soluciones de este tipo», dice Gottfried Dutiné, uno de sus directivos. El gigante de la electrónica pretende dar a conocer su marca entre los consumidores indios cuanto antes y apuesta por el rápido crecimiento de los niveles de bienestar del país. «Creemos que el número de personas que podrán permitirse nuestras afeitadoras, planchas y televisores en la India aumentará en cien millones en los próximos dos o tres años», añade.


    «Necesitamos productos alimenticios asequibles para los mercados pobres», afirman en Nestlé. A largo plazo, la empresa suiza pretende obtener de los países en vías de desarrollo unos ingresos de cerca de 10.000 millones de euros y, al mismo tiempo, hacer una buena obra: las pastillas de caldo Maggi que se venden en África están enriquecidas con yodo. En Perú, sus expertos en nutrición recorren las zonas rurales dando consejos a la población sobre cómo llevar una dieta equilibrada al tiempo que les venden sus productos.


    Todo esto hace que sea muy difícil distinguir los límites entre la ayuda a los pobres y las puras estrategias de marketing; entre la mala conciencia y los buenos negocios. Los expertos en ayuda al desarrollo aseguran que sería mucho mejor convertir a los pobres del mundo en productores locales y no animarlos a ser meros consumidores de productos fabricados en Occidente.


    En algunos casos, el repentino interés de las empresas occidentales por los sectores más desfavorecidos sí que se ha traducido en colaboraciones con ONG. En el sur de la India, por ejemplo, Allianz coopera en el desarrollo de microseguros con cuotas mensuales de unos cinco céntimos de euro al alcance de quienes quedan desamparados por la enfermedad o la muerte del responsable familiar, tal como ocurrió en el sureste asiático tras el tsunami de 2004.


    En cualquier caso, y tal como afirma el prestigioso economista indio C. K. Prahalad en unos de sus libros sobre el Tercer Mundo –en el que plantea las ventajas que supone ver a los pobres como consumidores–, «el potencial de mercado de la base de la pirámide es gigantesco: de 4.000 a 5.000 millones de consumidores infraabastecidos». Los fabricantes ya han tomado nota.

    lunes, 15 de septiembre de 2008

    GAZPROM: El armamento secreto de Rusia


    Antes eran los misiles y los submarinos; ahora, los gasoductos. Un arma muy persuasiva para una Europa energéticamente dependiente. Muchos analistas la consideran la punta de lanza de una nueva guerra fría. Viajamos a Novyi Urengoi, en el corazón de Siberia, para conocer de cerca el imperio energético que hace temblar a los políticos europeos.



    Comer sushi y beber vino de Rioja no es lo que uno se espera en la ciudad siberiana de Novyi Urengoi, pisando los 66º de latitud norte, casi en el Círculo Polar, pero es el menú con el que se agasaja a los empleados de Gazprom en el centro de recuperación, unas instalaciones diseñadas para dar descanso a los obreros de los gasoductos y evitar que se quemen, abrumados por las penosísimas condiciones meteorológicas. «Imagínese los turnos a la intemperie, en pleno invierno, sin ver la luz del Sol durante meses. Los compresores y motores diésel deben estar encendidos las 24 horas o se congelan. Los pastores de renos indígenas llamaban a Urengoi `lugar olvidado de Dios´. Y créame que no es ninguna broma. La única forma de que la gente no pierda la cabeza es ayudarla a desconectar. Los pabellones deportivos están equipados a la última. Se les pagan vacaciones en España. Reciben tratamientos de musicoterapia, aromaterapia, lámparas medicinales para compensar la falta de luz, cócteles de oxígeno para reanimarlos… ¡Incluso irrigaciones de colon! Hay que limpiar los intestinos. Un apretón al aire libre en mitad de una ventisca ártica es como defecar una estalactita. Ojo, son tipos que no se arrugan. Sus padres vivieron en contenedores para construir esta ciudad en los años 60, fundada sobre una inmensa bolsa de gas natural en mitad de la nada. Sus hijos sólo tienen permiso para saltarse las clases cuando la temperatura es inferior a 40 grados bajo cero. Únicamente entonces cierran las escuelas. El trabajo es duro, pero aquí todo el mundo trabaja en Gazprom. Y están orgullosos. Y si usted pregunta en cualquier lugar de Rusia, le dirán que tener un enchufe para entrar en Gazprom es asegurarte tu futuro y el de tu familia», explica Guennadi Kutnesov, operario de logística en Urengoigazprom. Desde allí parten tuberías que llegan a Alemania, Holanda e Italia. Una tiradita de 4.000 kilómetros. Desde allí se bombea el combustible que calienta a media Europa. O que la puede dejar helada si se cerrase el grifo. «Ya se lo cerramos a Ucrania una vez, pero es que nos pinchaban las tuberías y nos robaban el gas.»


    Cualquier intento, en cualquier época, de comprender lo que pasa en Rusia suele ser frustrante. Es un país tan desmesurado que el poeta Vladímir Voinóvich escribió, fatalista: «Algo se ha aclarado, pero sigue habiendo algo que aún permanece oscuro». Hoy por hoy, una de las pocas formas de intuir lo que se cuece en el Kremlin empieza por entender al `gran mamut´: Gazprom. Si la extinta Unión Soviética hacía desfilar sus misiles como quien enseña sus bíceps, la nueva Rusia imperial y desafiante presume de gasoductos como si afilase sus garras. El oso ha despertado después de un largo sueño de casi 20 años, desde que la URSS implosionó dejando un reguero de repúblicas fracturadas. El primer zarpazo se lo ha llevado Georgia. No será el último. El arma secreta de Vladimir Putin se llama Gazprom. E intimida más que los tanques o los dos batallones de guerrilleros chechenos en las filas del Ejército Rojo.


    Asomarse a Gazprom no es tarea fácil. El monopolio del gas ruso es un estado dentro del Estado. Es la mayor empresa gasística del mundo, la tercera mundial en producción de energía, sólo por detrás de E.ON y Suez. También es la tercera mundial de las que cotizan en Bolsa, a tiro de piedra de ExxonMobil y General Electric. Gazprom produce más de medio millón de metros cúbicos de gas, de los que exporta a la Unión Europea 160.000 millones. Controla el 15 por ciento de las reservas mundiales. El 60 por ciento del gas natural consumido en Austria es ruso; el 35 por ciento, en Alemania y el 20 por ciento, en Francia. Finlandia y los países bálticos están enteramente a merced del gigante. Su producción combinada, sumados gas y petróleo, es mayor que la de Arabia Saudí. La compañía vale 260.000 millones de dólares. Tiene 175 subsidiarias, que se dedican a todo tipo de negocios, desde la agricultura hasta la aviación. Es el mayor propietario de suelo en Rusia. Y eso son palabras mayores en el país más extenso del mundo. Además, es la principal fuente de ingresos de la Hacienda rusa. Paga 14.000 millones de euros en impuestos, el equivalente a un 20 por ciento del PIB. Curiosamente, también es el máximo defraudador. Unos 3.000 millones han volado a paraísos fiscales como a las islas Caimán.


    Gazprom tiene en nómina a 415.000 empleados. Se los trata a la antigua usanza soviética. La corporación dispone de sanatorios gratuitos para su plantilla y balnearios en el mar Negro. El 70 por ciento de la población rusa vive con 300 euros al mes. Un técnico cualificado de Gazprom puede ganar 3.000. «En Urengoi tenemos 14 guarderías, construidas por Gazprom, que paga el 95 por ciento de los gastos. Los padres sólo abonamos tres euros al mes. Compramos la comida en los economatos de la empresa, a precios simbólicos. Es una compañía seria y disciplinada. No hay huelgas», dice Kutnesov.


    La élite de Gazprom se comporta con una prepotencia muy poco diplomática. El presidente ejecutivo, Alexei Miller, es famoso por su falta de tacto. A sus socios y clientes europeos los ha amenazado con vender el gas ruso a China, si no están contentos con sus condiciones. Miller también pregonó hace unas semanas, cuando el precio del petróleo rondaba los 140 dólares, que nadie se rasgase las vestiduras porque ellos trabajaban con la previsión de que el barril superaría los 250 dólares. Los usos y las costumbres de la dirección son tan herméticos como los del Kremlin. De hecho, el gran vivero del Gobierno ruso es Gazprom. La simbiosis entre Gobierno y oligopolio es total. Dmitri Medvédev, presidente marioneta de Rusia al servicio de Putin, fue presidente de Gazprom. Y Putin ha colocado en el timón de la compañía a sus camaradas de los tiempos en la Alcaldía de San Petersburgo. Y a espías de su época en el KGB, como Sergei Ushakov, responsable de seguridad. En ocasiones, los conflictos se dirimen a tiros. Igor Khorshunov fue ametrallado. Era veterano de la guerra de Afganistán y se le había encargado acabar con la influencia de las mafias en la corporación.

    El negocio va viento en popa. Gazprom tiene su propio holding mediático y ha comprado la cadena privada de televisión más importante de Rusia. Los barones del gas han irrumpido en la lista Forbes. El campeón de ajedrez y activista político Gary Kasparov se queja: «Rusia tiene a los burócratas más ricos del mundo». El Gobierno utiliza dos métodos para quitar a la competencia de Gazprom del medio. Si tienen un precio, paga, como hizo con el magnate Abramovich, presidente del Chelsea. Si no, los mete en la cárcel, como sucedió con Mijail Jodorkovsky, que acabó en una prisión de Siberia acusado de fraude fiscal. Putin recurre, asimismo, a una agresiva política de fichajes. Tiene en nómina nada menos que al ex canciller alemán Gerhard Schroeder. Y es que el seis por ciento de la compañía está en manos germanas. Y Alemania es su principal cliente. También hay unos cuantos ex agentes secretos de la Stasi en puestos clave.


    Gazprom está envalentonada. Su eslogan: «los sueños se hacen realidad». Quiere lanzar una OPEP del gas, como la que agrupa a los países productores de petróleo. Irán apoya la idea; Argelia, no. Y Europa se echa a temblar. Se supone que si Gazprom va bien, Rusia va bien. Pero hay que matizar. Quiere subirles la factura del gas a los consumidores rusos un 25 por ciento. Si lo consigue, los dividendos la encumbrarán como la primera empresa del planeta. También condenará a muchos rusos a morir de frío.


    Otra paradoja eslava: la compañía controla las mayores reservas de gas del mundo, pero en miles de aldeas los habitantes se siguen calentando con estufas de leña. En los años 90 encarnó el arquetipo de compañía soviética inmune a las reformas. Se destinan muy pocos fondos para inversiones básicas y se aplazan año tras año.


    Gazprom fue un ministerio y nunca estuvo en manos de inversores extranjeros, como sucedió con la mayoría de las empresas públicas que fueron privatizadas en la época de Yeltsin. Su prestigio entre los rusos está intacto. Y ahora quiere proyectarlo fuera del país. Patrocina al Zenit de San Petersburgo, un equipo de fútbol del montón que gracias a la inyección de rublos le ha birlado la Supercopa al todopoderoso Manchester. Estuvo a punto de patrocinar al Real Madrid y ha salvado de la ruina al equipo alemán Schalke. Además, proyecta la construcción en San Petersburgo de un rascacielos que será la sede de la compañía y costará 1.800 millones de euros. Arquitectos tan prestigiosos como Norman Foster se retiraron del jurado por las presiones.


    Para algunos analistas se avecina una dictadura del gas impulsada por Putin y con Gazprom como punta de lanza. Así lo ve Edward Lucas, corresponsal de The Economist. «Gazprom no es una empresa cualquiera, es un arma económica de un Estado poderoso con un interés manifiesto en enfrentarse a Occidente», advierte. El primer asalto fue en Ucrania. Rusia cortó el suministro alegando que se le debían 1.200 millones de euros. Sólo fueron unos días, pero bastaron para poner los pelos de punta a los políticos europeos. Putin tomó nota. El segundo asalto ha sido la miniguerra en Georgia y Osetia del Sur. Conviene hacer una lectura en clave geoestratégica de lo que se dirime a cañonazo limpio. La UE depende en gran medida del gas ruso. Esto le preocupa desde la crisis entre Rusia y Ucrania (el principal gasoducto, la gran femoral, es la tubería que conecta Siberia con el centro de Europa pasando por suelo ucranio, la que los rusos cerraron en un arranque de mal genio). Lo que entonces fue preocupación, ahora es angustia con el conflicto georgiano.


    En realidad, hablar de la Unión Europea como una organización cohesionada es mucho hablar. Cada país intenta apañarse a su manera. Los alemanes proyectan con los rusos un ramal por el Báltico. Los italianos hacen lo propio por el sur… El único proyecto audaz y genuinamente europeo era el gasoducto Nabucco, pero Gazprom lo ha desactivado asociándose con Turkmenistán. Además, negocia con Marruecos y Libia para establecer una cabeza de puente en el Magreb. Ya tiene engatusada a Nigeria (suministrador de España) y ha puesto sus ojos en Latinoamérica. Putin también ha reactivado las relaciones con Cuba, lo que inquieta a Estados Unidos (aliado de Georgia).


    Pero el negocio es el negocio. Y Gazprom pretende montar una cadena de estaciones de servicio de gas natural para abastecer a los automovilistas europeos que quieran un combustible más barato. En este laberinto de intereses, Gazprom es palo o zanahoria, dependiendo de si Putin quiere castigar o premiar a sus vecinos. O como resume Kutnesov: «Los occidentales se reían de Yelsin y sus borracheras. Era un bufón. Putin se va de vacaciones en plena guerra con Georgia y caza un tigre siberiano para salvar a unos periodistas. Puede que fuese un montaje, pero qué importa. Hemos recuperado nuestro orgullo. En los colegios ya no es tabú hablar bien sobre Lenin y Stalin. Rusia ha vuelto».

    martes, 9 de septiembre de 2008


    Por cada ser humano hay doscientos millones de insectos. Así dicho, suena alarmante; sin embargo, apenas los vemos. La razón es que en su lucha por la supervivencia, se han convertido en maestros del disfraz. Un nuevo libro de fotografía los rescata del `anonimato´ mostrando una belleza que tendemos a pisotear.



    Fernando González se concentraba para servir. Estaba en juego la medalla olímpica de oro, aquella que daría el nombre del mejor tenista en las olimpiadas de Pekín, y el partido no se presentaba fácil. Delante tenía al número uno del mundo, Rafa Nadal. González no se demoraba en su saque. Tres botes al suelo eran suficientes. Pero al segundo bote algo se cruzó con su pelota. Desconcertado levantó la vista siguiendo la estela blanca del objeto y con él millones de espectadores en todo el mundo se preguntaron qué era aquello. Para los presentes, sin embargo, no era ninguna novedad. Una polilla había parado el juego. Era uno de los miles de insectos que durante los Juegos Olímpicos han rondado a los atletas; unos pequeños seres que pasan generalmente inadvertidos y que, sin embargo, superan en número a todo el resto de los grupos animales juntos.


    Los insectos llevan en la Tierra más de 300 millones de años. Su diversidad, su esqueleto externo, su capacidad de adaptación y su insólita resistencia les han permitido alcanzar un éxito evolutivo sin precedentes; hoy son el grupo animal que domina la vida en la Tierra.


    En la actualidad, los científicos tienen catalogadas más de 950.000 especies. Y es sólo el principio. Para muchos especialistas el número podría ascender hasta los 30 millones si contáramos con todas las que presumiblemente quedan por descubrir. Un número pequeño si entramos a hablar de individuos de cada especie. Sólo el grupo de las hormigas da unas cifras escalofriantes. En el mundo hay unos 10.000 billones de hormigas cuyo peso conjunto –calculando una media de 5 mg por hormiga y de 55 kg por persona– equivale al peso conjunto de los 6.000 millones de seres humanos que poblamos actualmente nuestro planeta. ¿Cómo es posible, entonces, que diariamente no nos veamos rodeados por ellos? Los insectos son un grupo de supervivientes. Son capaces de colonizar la tierra, el aire, el agua, los desiertos e incluso las zonas polares. Se han descubierto insectos bajo las piedras de la Antártida, en las abrasadoras arenas del Sahara, en las grietas de las más altas montañas… Son maestros del disfraz, camuflándose hasta hacerse invisibles. Muchos se organizan socialmente distribuyéndose los trabajos de forma especializada; otros son capaces de asimilar los productos tóxicos con los que les atacamos, los almacenan y utilizan después contra sus enemigos. Son, en definitiva, pequeñas maravillas zoológicas que pasan inadvertidas.


    Pero que no los veamos no significa que no estén. Diariamente, millones de cucarachas se esconden en las cañerías, alcantarillas, subsuelo y todo tipo de resquicios de nuestras grandes ciudades. Un ejército de comedores de detritus, como las hormigas o los llamados pececillos de plata, pasea por nuestras casas cuando nos vamos a dormir. Cientos de moscas, mosquitos y otros pequeños insectos voladores se cruzan con nosotros a todas horas. Están en todas partes; sólo tenemos que fijarnos e intentar vencer nuestros prejuicios.


    Lo poco que sabemos de los insectos es su capacidad para ser molestos, peligrosos, dañinos o `asquerosos´. Y cometemos una gran injusticia. Bien es verdad que algunos causan destrozos a las cosechas, pero en un grupo tan numeroso los beneficios son mayores que los daños. Les debemos la mayor parte de la polinización y, por tanto, de todas nuestras cosechas. Les debemos, también, la salud de los bosques, la limpieza de nuestros suelos, la alimentación de la mayoría de los otros grupos animales...


    Sí, puede que no sean los seres más agradables de la Creación, pero tenemos la idea equivocada de que son nuestros enemigos y que habría que acabar con ellos. Si lo consiguiéramos, estaríamos firmando nuestra propia sentencia de muerte como especie.

    jueves, 4 de septiembre de 2008

    ENERGIAS `VERDES´


    Será en 2010: la UE quiere eliminar por ley las bombillas convencionales hasta sustituirlas por las llamadas de ‘bajo consumo’. La razón, evitar que el gasto mundial de electricidad en iluminación se incremente en un 80 por ciento para el año 2030. No queda otra que regular el mercado; así lo aseguran los expertos y así lo afirma la Agencia Internacional de la Energía. Para empezar, la tecnología de las ‘de toda la vida’ –100 vatios, una duración media de un año y un coste de unos 15 euros anuales– data de 1940. Para continuar, las nuevas lámparas incandescentes tienen una duración 15 veces mayor que las tradicionales y requieren un 80 por ciento menos de consumo que sus predecesoras, lo que es una cifra nada despreciable que desglosamos: sólo la Europa de los 27 se ahorraría 335 millones de barriles de petróleo al año. En oficinas e industria las facturas eléctricas anuales se reducirían en 6.650 millones de euros; en alumbrado doméstico –responsable, por cierto, del 20 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero– lo haría en 10 millones de euros, lo que supondría, además, emitir 25 toneladas de CO2 anuales menos.


    Por ahora, su elevado precio –entre 3,25 y 16,50 euros– parece asustar a los consumidores. Sin embargo, su vida útil es de seis años y, con respecto a las antiguas, consume, de media, 12 euros menos por año. ¿Iluminado por la noticia?

    viernes, 29 de agosto de 2008

    El caviar del mar invade las playas de Costa Rica


    Cada año, a principios de otoño, la playa costarricense de Ostional se convierte en un hervidero. En cuatro días llegan a esta franja del Pacífico de 880 metros más de medio millón de tortugas baula y ridley a depositar sus huevos. Desde ese instante, unos 200 ‘hueveros’, la mitad de la población del único pueblo de Costa Rica autorizado para comerciar con estas delicatessen, se afanan en la recogida. Sólo tienen 36 horas, el plazo que la ley les concede para sacarlos de la playa y conseguir el sustento de todo un año.

    lunes, 25 de agosto de 2008

    GORBACHOV-REAGAN Socavando el muro de Berlín (Ginebra, 1985)



  • La negociación: ambos querían reanudar los vuelos directos entre los dos países y llegar a un acuerdo sobre el IDE, la llamada Guerra de las Galaxias.
  • El resultado: no llegaron a ningún acuerdo, pero fue el comienzo de una serie de encuentros que llevarían a la caída del muro de Berlín.



  • Nada más ser elegido presidente en 1983, Reagan declaró públicamente que la Unión Soviética era «el centro del Mal en el mundo moderno». Unos días después, anunció un sistema defensivo destinado a interceptar y destruir armas nucleares, la llamada Guerra de las Galaxias. Reagan tenía una visión del mundo en blanco y negro y fue un político `paradójico´: por un lado era inflexible partidario de la guerra fría y, por otro, aspiraba a ser un cruzado de la paz. Según Kenneth Adelman (su negociador para el control de armas), era «un hombre dotado de una habilidad especial para sostener ideas contradictorias sin incomodarse».


    Mijaíl Gorbachov, por su parte, era extraordinariamente joven para ser un dirigente soviétivo y creía que el sistema de su país necesitaba un cambio radical, lo que significaba, por encima de todo, reducir el gasto armamentístico. Eso requería una relación más pacifíca con Occidente.


    Los norteamericanos fueron muy meticulosos en la preparación de la cumbre. Sin embargo, una broma del presidente, mientras probaba los micrófonos de una radio a la que había sido invitado, despertó las dudas en Rusia y el resto del mundo sobre sus verdaderas intenciones. Pensando que no estaba en el aire, Reagan dijo: «Estadounidenses, tengo el placer de comunicarles que he firmado una ley que declara a Rusia ilegal para siempre. Empezaremos el bombardeo en cinco minutos».


    A punto estuvo de cancelarse el encuentro. Finalmente, el Air Force One despegó el sábado 16 de noviembre. Al parecer, la hora exacta en la que despegó el avión presidencial, las 8.35, fue elegida por razones esotéricas por Nancy Reagan, gran aficionada a la astrología. Tres días después comenzaba la cumbre. En apariencia, fue distante y nada productiva. En Moscú, Gorbachov se enfrentó a duras críticas, y en Washington tuvo que dimitir el asesor de Seguridad Nacional, MacFarlane. Pero cuando los dos líderes se despidieron, el biógrafo de Reagan cuenta que «se miraron con verdadero afecto». Gorbachov, por su parte, recuerda «una chispa de mutua confianza entre los dos, como un arco voltaico entre polos opuestos». Así debió ser, porque en los siguientes cuatro años `cortocircuitaron´ todo un sistema.