martes, 3 de julio de 2012
¿Por qué las cucarachas podrían sobrevivir a un holocausto nuclear?
De tan repetida la idea de que, tras un holocausto nuclear, la humanidad perecería pero las cucarachas sobrevivirían, al final se nos ha olvidado explicar la razón de que ello pudiera suceder.
En primer lugar, maticemos: si se produce una explosión nuclear, las cucarachas no sobrevivirán si andan cerca. Por ejemplo, la bomba de 15 kilotones que explotó en Hiroshima desencadenó una tormenta de fuego de 982 ºC que lo incineró todo en un radio de 1,9 km. Lo que haría la cucaracha es sobrevivir a la subsiguiente lluvia radioactiva.
Y es que la cucaracha común puede soportar nada menos que 6.400 rads (la medida estándar de la radiación ionizante). En comparación, la dosis letal para un ser humano es tan solo de 500 rads.
La razón de esta resistencia a la radioactividad es solo una hipótesis. En su período larvario, las cucarachas experimentan una muda semanal durante la cual sus células se subdividen a la mitad de la frecuencia habitual. Ya adultas, se subdividen todavía menos. La radiación causa la mayoría de las mutaciones en el ADN replicante, es decir, es más frecuente en las células que se están subdividiendo. Esta lentitud protege a las cucarachas de la mutación.
martes, 12 de junio de 2012
Las naranjas son verdes
Pues sí, lo es. Y además es justamente lo que ocurre. Las naranjas no son naranjas, y muchas veces lo son simplemente porque las modifican artificialmente para que nos parezcan naranjas.
Incluso estando ya maduras, en muchos países las naranjas son verdes, pero siguen llamándose naranjas (no verdes). Lo mismo que ocurre, por cierto, con los limones, los mangos, las mandarinas y los pomelos. En realidad, el color original de las naranjas no es el naranja sino el verde. La naranja es en realidad no es un fruto silvestre sino un cruce de mandarina y pomelo, cultivado por primera vez en el sudeste asiático. Entonces eran verdes, y así siguen siendo allí. Las naranjas vietnamitas, por ejemplo, tienen la piel de un color verde intenso, y la pulpa naranja.
Entonces ¿de dónde viene el color naranja de la naranja? Lo explica así John Lloyd en su libro El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
Las naranjas no son una fruto tropical, sino subtropical, y el color depende de dónde se cultiven. En los climas más templados, la piel verde se vuelve naranja con el fresco; por el contrario, en los países donde siempre hace calor, el frío no destruye la clorofila, y la fruta conserva el color verde. Por ejemplo, las naranjas hondureñas se comen verdes en el país de origen, pero se “anaranjan” artificialmente para su exportación. Para conseguirlo, se rocían con gas etileno, un subproducto de la industria petrolera cuya aplicación principal es la producción de plástico. El etileno es el compuesto orgánico más fabricado del mundo: se generan más de cien millones de toneladas anuales. Elimina la capa exterior, verde de forma natural, y revela el color naranja, más conocido. Sí, amigos, para que la naranja tenga el color que le da nombre es necesario que se produzcan bajas temperaturas durante la noche. Si esto no ocurre, por la noche se producen grandes cantidades de clorofila que la vuelven verde aún estando maduras.
Las naranjas estadounidenses, procedentes de California, Texas y Florida, también solían teñirse de forma sintética hasta el año 1955, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos lo prohibió. De todas maneras no tengáis reparo: el etileno es inodoro, insípido e inocuo, y son muchas frutas y verduras las que lo emiten de forma natural una vez han sido recolectadas: manzanas, melones, tomates, aguacates o plátanos, por ejemplo. El etileno no es perjudicial para las personas. Y sin él las naranjas quizá no se llamarán naranjas, sino verdes.
O sí. El nombre original de las naranjas era ‘narangah’ del sánscrito, y que significa literalmente ‘veneno para elefantes’. Esto es así por una antigua leyenda que contaban según la cual la naranja era un manjar tan rico y dulce que los elefantes llegaban a morir de glotonería comiendo naranjas.
miércoles, 6 de junio de 2012
¿Podríamos alimentarnos de comida para gatos?
A veces hay gente que, después de abrir una lata de comida para gatos, se dice “¿por qué no”? Y es que el olor parece bueno. Tiene consistencia de atún de paté. Y los gatos parecen relamerse con ella. Así pues, ¿resultaría saludable para el ser humano la comida para gatos o ya podemos ir a preparanos una buena ración para comer? De hecho, la fórmula de carne de vaca Newman´s Own usa solo carne orgánica uruguaya al 95 %, certificada por el Departamento de Agricultura, y está llena de vitaminas.
Una lata de comida para gatos típica contiene los siguientes ingredientes: subproductos de la carne, pollo y pavo, ceniza y taurina. En principio, pues, la comida para gatos puede ser tolerada por nuestro sistema digestivo.
La cuestión es que, tal y como afirma Jackson Blatner, dietista registrado en la Asociación Dietética Americana, técnicamente se podría digerir incluso una pelota de béisbol. Pero eso no significa que debamos hacerlo.
Tal vez el peor inconveniente de la comida para gatos sea el alto contenido en minerales de la ceniza, aunque el cuerpo lo eliminara rápidamente. En otras palabras: no ocurrirá nada si de vez en cuando comemos comida para gatos, pero no debería ser un elemento habitual en nuestra dieta. Si empezaís a maullar, por ejemplo, es el momento de dejarlo.
Una lata de comida para gatos típica contiene los siguientes ingredientes: subproductos de la carne, pollo y pavo, ceniza y taurina. En principio, pues, la comida para gatos puede ser tolerada por nuestro sistema digestivo.
La cuestión es que, tal y como afirma Jackson Blatner, dietista registrado en la Asociación Dietética Americana, técnicamente se podría digerir incluso una pelota de béisbol. Pero eso no significa que debamos hacerlo.
Tal vez el peor inconveniente de la comida para gatos sea el alto contenido en minerales de la ceniza, aunque el cuerpo lo eliminara rápidamente. En otras palabras: no ocurrirá nada si de vez en cuando comemos comida para gatos, pero no debería ser un elemento habitual en nuestra dieta. Si empezaís a maullar, por ejemplo, es el momento de dejarlo.
sábado, 19 de mayo de 2012
Basura orbital
Las fases desechadas de los cohetes, fragmentos de satélites destrozados y objetos aleatorios, como herramientas que se desprenden durante los paseos espaciales de la Estación Espacial Internacional. La cuestión es que orbitando a la Tierra hay todo un vertedero.
La Nasa estima que hay unos 18.000 objetos en órbita de mayor tamaño que una pelota de béisbol.300.000 más grandes que una moneda. Y millones de tamaño incluso menor (entre ellos, los 150.000 trozos del tamaño de un terrón de azúcar producidos cuando los chinos derribaron uno de sus difuntos satélites en 2007.
Los científicos estiman que su volumen de basura mantendrá una evolución, más o menos, uniforme hasta el año 2055. Se calcula que su ritmo de crecimiento será de un 5% cada año.
Pero a partir de ese año el número de objetos peligrosos flotando se disparará de forma exponencial. Con un mayor peligro de colisión entre ellos y el consiguiente desprendimiento de nuevos fragmentos alrededor del planeta, que incrementarían el riesgo de colisión con la consiguiente.
La probabilidad de que alguno de estos objetos nos golpee es remota, una entre un billón, según Bill Ailor, director del Centro de Estudios sobre Escombros Orbitales.
De hecho, solo existe un caso en que alguien haya sido alcanzado por residuos de este tipo. En 1997, Lottie Williams estaba en un parque de Tulsa, Oklahoma, cuando una pieza metálica del tamaño de un DVD procedente de un cohete Delta II la golpeó en el hombro. Afortunadamente salió indemne porque se precipitaba a una velocidad muy baja.
Si estamos en el espacio, sin embargo, la cosa se complica: los restos orbitan a una velocidad de 28.900 km/h. Lo suficiente como para que una mancha de pintura de 0,18 mm abriera una brecha en una ventana de la lanzadera en 1983.
domingo, 6 de mayo de 2012
¿Por qué el zumo de naranja sabe tan mal después de cepillarse los dientes?
Si aún no lo habéis probado, tenéis suerte. Pero si os cepilláis los dientes nada más levantaros y, a continuación, os servís un zumo de naranja, comprobaréis que sabe a rayos, a metal, y no a zumo de naranja. Una sensación que no se percibe con otra clase de alimentos. Así pues, ¿qué tiene de especial el zumo de naranja y la pasta dentífrica?
El culpable es el laurilsulfato sódico, un detergente espumoso presente en la mayoría de los dentífricos. Esta sustancia colapsa temporalmente las membranas externas de las células gustativas, y también altera algunos de los receptores.
Dos de los mayores expertos en la interacción zumo de naranja-pasta dentífrica son Linda Bartoshuk, profesora de odontología de la Universidad de Florida, y John DeSimone, fisiólogo de la Virginia Commonwealth University. Ambos realizaron una serie de estudios en los que constataron que el zumo de naranja tiene elementos fácilmemente detectables en el sabor: la acidez, el dulzor y un toque amargo. El laurisulfato parece especialmente proclive a embotar los receptores del dulzor y bloquear así el sabor de la fructosa, el azúcar en un zumo de naranja.
La pasta de dientes, sin embargo, no interfiere con las papilas gustativas que detectan sabores ácidos y amargos. Generalmente, el ácido cítrico segrega un cierto sabor ácido, pero sin la fructosa, ese sabor queda realzado, y el intenso amargor del ácido predomina sobre el resto.
martes, 17 de abril de 2012
¿Se podrían verter los residuos radiactivos en los volcanes para deshacernos de ellos?
Ese enorme horno que es un volcán podría presentarse como una eficaz manera de deshacernos de los aproximadamente 26.000 toneladas de barras de combustible de uranio agotadas que se almacenan en todo el mundo. La idea parece buena de base, pero el volcán debería ser lo suficientemente caliente como para fundir las barras y también neutralizar la radiactividad del uranio. ¿Es el caso?
Según Charlotte Rowe, una geofísica de volcanes en el Laboratorio Nacional de Los Alamos, los volcanes que generan más calor del mundo son los volcanes escudo, los que podemos encontrar por ejemplo en la isla de Hawái (son volcanes relativamente planos y anchos). La temperatura que generan puede llegar hasta los 1.316 ºC.
Sin embargo, la temperatura necesaria para fundir el zirconium donde se almacena el combustible es más elevada: su punto de fusión es 1.855 ºC. El combustible aún necesita más tempratura, porque el punto de fusión del óxido de uranio, el que se usa en la mayoría de plantas nucleares, es de 2.865 ºC. También se necesitan temperaturas con varias decenas de miles de grados más para deshacer el núcleo atómico del uranio y que su radiactividad sea nula. Lo más efectivo para generar tanto calor, pues, sería una reacción termonuclear, como la de una bomba atómica, lo cual no parece ser una forma muy buena de deshacernos de residuos nucleares.
Sin contar que los volcanes, aunque poderosos hornos, no dejan de expulsar lava, y en una gran erupción puede expulsar ceniza y gas hasta alturas de 10 km para que luego den la vuelta a la Tierra varias veces, salpicándonos de radiactividad a todos.
viernes, 13 de abril de 2012
¿Por qué en la sala de control de un submarino se lleva la iluminación roja?
Pues bien, la iluminación roja tiene su sentido; y no sólo para alegrar el espíritu cuando estás a punto de disparar un misil nuclear. Tiene que ver con el llamado efecto Purkinje, bautizado así en honor a su descubridor, el anatomista checo Jan Evangelista Purkyně.
Este efecto consiste en un cambio en la sensibilidad al color. Es decir, vemos las cosas de distinto tono y brillo cuando hay mucha luz que cuando hay poca luz. Cuando la intensidad de la luz disminuye, los objetos rojos parecen perder intensidad más rápidamente que los objetos azules o violetas con el mismo brillo.
Este efecto es también el responsable de que nuestra vista durante el amanecer y el atardecer sea más imprecisa que de día o de noche.
El efecto fue descubierto en 1819 por este gran pensador que gustaba de meditar de madrugada durante largas caminatas por los floridos campos de la Bohemia checa. Purkinje se dio cuenta de que sus flores favoritas de color rojo brillante aparecían así en una tarde soleada, mientras que en la madrugada se veían muy oscuras.
Llegó a la conclusión de que el ojo conviven no uno, sino dos sistemas de visión: uno para la intensidad de luz brillante en general (visión fotópica) y el otro para el anochecer y el amanecer, donde se da con mayor intensidad la visión escotópica, donde se aprecien mejor los colores correspondientes a longitudes de onda cortas (verdes, azules y violetas). El efecto Purkinje se produce en esa transición del uso de una visión fotópica, con luz abundante, a una escotópica, con luz escasa. Pero existen condiciones en las que es deseable tener activos tanto los sistemas fotópicos como los escotópicos, como ocurre en un submarino operativo. Entonces las luces rojas proporcionan una solución.
Los submarinos llevan luz roja para preservar la visión nocturna de los miembros de la tripulación que trabajan allí, ya que con buena luz roja, la pupila permanece abierta y se adapta mejor a la oscuridad, para por ejemplo salir a cubierta de noche con la máxima apertura de pupila para poder ver.
En la sala de control los instrumentos suelen dar la lectura también con pilotos rojos o naranjas, para que los miembros de la tripulación puedan interpretar estas medidas. Los pequeños pilotos rojos permiten algo interesante y es tener activos de forma simultanea los dos sistemas, el fotópico y el escotópico. Porque la sala de mandos del submarino también tiene muy poca iluminación para preservar la vista nocturna del capitán y sus tripulantes.
Y si tengo poca luz, roja y encima quiero que algo se vea con claridad ¿Existe algo que nos pueda ayudar? Sí. Muchos tripulantes de la sala de mandos de estos submarinos usan gafas de colores. Mejor con un filtro rojo (como las que utilizan los CSI o los investigadores de laboratorio) para poder aislar determinadas longitudes de onda y aumentar la intensidad de la luz y su contraste lo suficiente para proporcionar la visión fotópica, la visión con la agudeza necesaria para la lectura de mapas y controles; pero que a la vez mantenga el ojo adaptado a la oscuridad, en caso de tener que apartar la mirada de la consola y mirar por el periscopio en la noche, por ejemplo.
Y es que un timonel que va en absoluta oscuridad puede ser encandilado con la luz de una simple cerilla y pierde la visión nocturna que tardó casi media hora en obtener en ese segundo que miró hacia la luz.
jueves, 29 de marzo de 2012
¿Cuánto tardaría un supervirus en propagarse por todo el mundo?
Tanto si habéis visto recientemente la película Contagio, de Steven Soderbergh, como si no, seguro que en alguna ocasión os habéis preguntado cuánto tiempo necesitaría un supervirus en llegar a todos los rincones del planeta.
Los virus son diminutos, no comen, no se mueven, no respiran, y a diferencia de las bacterias, ni siquiera poseen células. Toda su amenaza reside en su poder reproductivo y en su habilidad para insertar material genético en el interior del núcleo de otras células.
Imaginemos que tenemos un virus de la influenza. Como afecta al tracto respiratorio, la tos y los estornudos asociados facilitan su contagio en un radio de 0,9 metros. El virus también debería originarse en una gran ciudad con mucho tráfico aeroportuario, para que se pierda el rastro fácilmente de la cepa originaria.
Bajo esas condiciones ideales, un virus podría extenderse por el mundo en menos de un año, según las predicciones por ordenador llevadas a cabo por Ira Longini, bioestadista de la Universidad de Washington y del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle:
Si se iniciara en Nueva York, se detectaría en Londres en tan solo una semana. Y desde allí, viajaría rápidamente al resto de Norteamérica y Europa.
martes, 20 de marzo de 2012
¿Por qué puede doler la cabeza cuando comemos un helado muy deprisa?
A mucha gente le ha ocurrido que, tras comer helado demasiado rápido y de forma continua, de repente siente un dolor punzante en la parte frontal del cráneo. Como si alguien hubiera punzado nuestro lóbulo frontal. La razón de ello es porque la sustancia fría ha entrado en contacto con los nervios superiores de la boca.
Uno de ellos, que está en la parte trasera de la garganta, y se llama ganglio esfenopalatino, estimula el nervio trigeminal, el mayo de los nervios sensoriales que comunican la cara con el cerebro. Aunque no hay demasiadas publicaciones al respecto, esta sensación se conoce como “cefalea helada” o “cefalea del helado”.
A no ser que comáis con más tranquilidad, estos dolores no se pueden evitar. Con todo, el dolor es inofensivo, porque no tiene nada que ver con el cerebro.
Los que sufren migrañas suelen ser propensos a los dolores de cabeza inducidos por el frío, y una cefalea helada de entre 10 y 20 segundos de duración puede desencadenar un ataque de migraña más prolongado.
lunes, 27 de febrero de 2012
La verdad sobre el "Garrafón"
Aunque muchos penséis lo contrario, son pocos los bares de copas en los que sirven garrafón o al menos eso dicen los datos del Laboratorio de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid.
Sea como fuere, gracias a la ciencia podemos descubrir si el contenido de una botella es lo que indica su etiqueta.
Una noche cualquiera entra el inspector a un local nocturno, obviamente sin avisar. Después de identificarse, pide la botella empezada (por ejemplo de ron) que está en la vitrina detrás de la barra, dividiendo su contenido en tres partes iguales.
La primera parte se la entrega al dueño del establecimiento, las otras dos (junto con la botella y lo que haya sobrado) van al laboratorio, todo en bolsas individuales precintadas. Los presentes firman y se levanta un acta de la intervención.
Así es como empiezan las investigaciones que el organismo municipal de Madrid realiza frecuentemente para detectar posibles fraudes en las bebidas alcohólicas.
Los inspectores, además de tomar las muestras, revisan los albaranes, las facturas, los almacenes y otras dependencias del local, e incluso la basura. La ausencia de determinadas marcas en los contenedores de vidrio podría indicar que algunas botellas se están reutilizando o rellenando.
En cualquier caso solo se detecta fraude en el 1% o menos de los análisis que se realizan, según confirma Alberto Herranz, el director del Laboratorio de Salud Pública de Madrid.
En los últimos tres años se han examinado anualmente unas 140 muestras y prácticamente todas se correspondían con la bebida original que marcaba la etiqueta.
El por qué se toman tres fracciones durante la inspección es por los siguientes motivos: una para el análisis por parte del equipo que hace la inspección, en este caso el Laboratorio de Madrid Salud, otra que se deja en posesión del propietario del local, por si quieren hacer un contra-análisis en caso que no estuvieran de acuerdo con los resultados de la inspección.
La última solo es necesaria en casos especiales, lleva a cabo análisis de forma independiente por parte del Laboratorio Arbitral Agroalimentario, dependiente del Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
Cuando llega el material al laboratorio lo primero que se comprueba es que la botella requisada sea igual que la original: dimensiones, vidrio, tapón, dosificador, precinto de hacienda legal, etiquetas correctas, bandas características si las tiene, y se pone especial atención en el número de lote, a veces éste viene rayado.
Después se realizan los análisis físico-químicos, que consisten en la determinación de tres parámetros: grado de alcohol, color y componentes volátiles.
Con respecto al grado de alcohol se utiliza un destilador automático y un densímetro digital. Cuando aparecen muestras con un grado de alcohol superior o inferior al que indica la etiqueta suele ser porque se ha añadido etanol o agua, respectivamente, a la bebida.
Una valoración del color se aplica sobre todo a las bebidas oscuras como pueden ser el whisky, brandys o el ron, ya que las distintas marcas presentan tonalidades características.
Para esta prueba se coloca la muestra en una pequeña cubeta de cuarzo y se somete a la luz que emite un espectrofotómetro con una longitud de onda de 420 nanómetros.
Para sacar conclusiones es necesario comparar los resultados con el patrón de referencia, si la absorbancia es superior al patrón, se ha añadido colorante o caramelo, y si fuera inferior, agua.
La tercera prueba consiste en la determinación de los componentes volátiles (aldehídos, ésteres, metanol y alcoholes superiores) por cromatografía de gases.
Los datos aparecen en forma de gráfica con picos, en el que cada uno se corresponde con un compuesto. Al comparar con el patrón, si, por ejemplo, sale un alcohol que no debería estar, es que se ha producido una adulteración en la bebida.
Como habéis podido comprobar es muy importante, a la vez que útil, trabajar con los patrones de referencia para realizar las comprobaciones. Los proporciona el propio fabricante o los consiguen a través de la Federación Española de Bebidas Espirituosas.
Aunque pensemos que nos están colando garrafón, existen otros factores desde la tolerancia de cada persona al alcohol hasta la higiene del local (vasos sucios o con restos de jabón).
Aun así, para los desconfiados, la posibilidad de la denuncia siempre va a estar ahí y seguro que los señores inspectores están deseando cumplir con su trabajo.
sábado, 11 de febrero de 2012
Tres factores que influyen en tu suerte, según Richard Wiseman
Ni cruzar los dedos, ni tampoco evitar pasar por debajo de una escalera. Tampoco buscar un trébol de cuatro hojas. Ni siquiera esquivar un gato negro. Para llamar a la buena suerte hay formas mucho más científicamente refrendadas.
Acostumbramos a cometer dos errores fundamentales a la hora de valorar nuestra suerte. El primero es pensar que somos responsables de nuestra buena suerte, pero no solemos creer que somos responsables de nuestra mala suerte. El segundo es que la suerte sólo favorece a aquéllos que están en el lugar adecuado en el momento adecuado, cuando en realidad todo depende de tener la mentalidad adecuada: prestar atención a las oportunidades que se nos presentan y exprimirlas.
Richard Wiseman es un académico inglés bastante particular. Está a punto de cumplir cincuenta años, es calvo y tiene perilla, lo cual le da cierto aire de actor de cine, y también es un enamorado de la magia: de adolescente formó parte del célebre Magic Circle de Londres y actuó en el legendario Magic Castle de Hollywood. Con todo, Wiseman trabaja en la Universidad de Hertfordshire, en el sur de Inglaterra, y ocupa la única cátedra que existe en el Reino Unido de Entendimiento Público de la Psicología.
Además de ser un eterno investigador de los entresijos de la conducta humana, también fue el buscador del chiste más divertido del mundo y de la frase para ligar más ingeniosa. Y se ha convertido en uno de los grandes estudiosos de la suerte (incluso ha fundado la llamada Escuela de la Suerte). A su juicio, sólo el 10 % de nuestra existencia es aleatoria; el 90 % restante se define por nuestra forma de pensar.
Wiseman dedicó una década a estudiar a las personas que se consideraban afortunadas, así como a las personas que se consideraban desafortunadas. Llegó a la conclusión de que hay básicamente tres factores para explicar por qué las cosas buenas siempre pasan a las mismas personas, que fueron desarrolladas en su obra Nadie nace con suerte.
Primer Factor: los individuos con suerte acostumbran a hacer caso a sus corazonadas. Los desafortunados ignoran su propia intuición y luego se arrepienten de la decisión tomada. Con la suerte se pone en funcionamiento la inteligencia intuitiva que defiende Malcolm Gladwell en su libro titulado, precisamente, Inteligencia intuitiva.
Segundo Factor: los individuos con suerte perseveran cuando sufren un fracaso, mostrándose siempre optimistas: acostumbran a pensar que sucederán cosas buenas.
Tercer Factor: los individuos con suerte tienen la habilidad de convertir la mala suerte en buena suerte. Ante la obligación de llevar a cabo un cambio, los afortunados suelen afrontar el cambio como algo deseado o positivo. Los psicólogos llaman a esta capacidad «mentalidad de inversión»: poder imaginar al instante que las cosas podrían haber sido mucho peores, pero que afortunadamente no lo son.
Ben Sherwood, en su libro El club de los supervivientes, abunda en esta sensación refiriéndose a lo que ocurrió entre los atletas que participaron en los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, que fueron estudiados por los psicólogos de la Universidad de Cornell: los ganadores de la medalla de bronce eran más felices que los atletas que ganaron la medalla de plata, «resultó que los medallistas de plata se sentían muy frustrados al pensar que “estuvieron a punto de ganar la medalla de oro” No contextualizaron su gloria en el triunfo sobre otro deportista olímpico, sino en su derrota en la final.»
jueves, 9 de febrero de 2012
Edison y su obesión por crear un mundo de hormigón
Joseph Aspdin (diciembre? de 1778 – 20 de marzo de 1855) fue un fabricante de cemento, británico, que obtuvo la patente del cemento Portland el 21 de octubre de 1824.El nombre de Portland se lo puso para sugerir que era tan atractivo y duradero como la piedra de Portland.
No preguntarse cómo logró Aspdin inventar un cemento tan extraordinario, pues es todo un misterio: su proceso de fabricación precisa de tantos pasos que asombra que alguien, un día, le diera por seguirlos todos a rajatabla. Algo similar a lo que ocurre con el invento del pan. Sea como fuera, Aspdin se hizo rico con su invento.
Cuando Edison se enteró de aquel invento, empezó a obsesionarse con el cemento, quizá una de las obesiones menos conocidas del inquieto inventor. Así pues, ni corto ni perezoso, Edison constituyó la Edison Portland Cement Company y construyó una planta gigantesca próxima a Stewartsville, Nueva Jersey. En 1907, Edison eran nada menos que el quinto productor de cemento del mundo.
Sin embargo, el sueño de Edison no era usar el cemento para construir el primer tramo de autopista de hormigón del mundo (como ya hizo) sino para confeccionar casas, enteras, por dentro y por fuera, en serie, completamente de hormigón.
Un molde completo de hormigón con todo lo que debería tener una casa: suelo, paredes, lavabos, fregadores, armarios e incluso los marcos de los cuadros. Imaginaos: bastaba con crear un molde de una casa completa y, a continuación, ir vertiéndole un flujo continuo de hormigón. Se construirían casas en pocas horas, y a precios muy económicos. Hasta las paredes podrían tintarse para no tener que pintarlas nunca. Un lujazo que Edison aseguraba que podría comercializar por solo 1.200 dólares (un tercio del precio de una casa convencional del mismo tamaño). Incluso prometió que pronto ofrecería una cama de matrimonio para casas convencionales por solo 5 dólares; una cama que nunca se estropearía.
Sin embargo, Edison se topó de bruces con unos problemas técnicos imprevisibles, según cuenta Bill Bryson en su libro En casa:
Era un sueño descabellado e irrealizable por completo. Los problemas técnicos eran abrumadores. Los moldes, que por supuesto eran del tamaño de la casa, resultaban ridículamente engorrosos y complejos, pero el auténtico problema estaba en rellenarlos sin contratiempos. El hormigón es una mezcla de cemento, agua y conglomerados (es decir, gravilla y piedras pequeñas) y los conglomerados tienden, por su propia naturaleza, a hundirse. El reto de los ingenieros de Edison era formular una mezcla lo bastante espesa como para que los conglomerados se mantuvieran en suspensión desafiando a la gravedad y que, además, al endurecerse adoptara una consistencia lisa y uniforme de calidad suficiente como para convencer a la gente de que estaba comprando una casa, no un búnker. Era una ambición imposible. Los ingenieros calcularon que, aun en el caso de que todo saliese bien, la casa pesaría más de doscientas toneladas, lo que provocaría tensiones estructurales de todo tipo.
jueves, 26 de enero de 2012
Como las palabras afectan al cerebro
Las palabras tienen poderes ocultos, ya sea por el sonido que emiten al pronunciarse como los significados que encierran, así como los lastres culturales que arrastran. Como si fueran palabras leídas en un grimorio por Harry Potter. Los retóricos saben usar algunas parcelas de ese poder, pero existen otras ramificaciones subterráneas que apenas se pueden controlar y que, fonía a fonía, nos desvelan cómo son capaces de modificar nuestra mente gracias a la tecnología de la neuroimagen.
Y eso es especialmente significativo con determinadas figuras estilísticas, aunque, a priori, nos puedan parecer la parte aburrida, academicista, exegética, de pasatiempo de la literatura.
Por ejemplo, el oxímoron. Es decir, usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto. Muerto viviente, silencio atronador, noche blanca y monstruo hermoso. Según un estudio que investigadores del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) de San Sebastián, un oxímoro, así como otras figuras retóricas, generan una intensa actividad en el área frontal izquierda del cerebro, una actividad que no se produce cuando se trata de una expresión neutra o de una incorrecta.
El descubrimiento se ha publicado en la revista NeuroImage, una de las cabeceras más prestigiosas en este campo, aunque toda la parte experimental no se ha llevado a cabo con neuroimágenes sino con electroencefalogramas.
Los investigadores varias listas de frases incorrectas, neutras, oxímoron y pleonasmos (vocablos innecesarios que añaden expresividad), empleando el mismo sustantivo como sujeto: la palabra ‘monstruo’. Después, se les mostraron estas listas a personas de entre 18 y 25 años y se midió su actividad cerebral cuando las procesaban por medio del electroencefalograma. Los resultados muestran que cuanto menos natural es la expresión más recursos requiere para ser procesada en la parte frontal izquierda del cerebro: en el caso de los oxímoron, como ‘monstruo hermoso’, 500 milisegundos después de percibirse la expresión se midió una intensa actividad cerebral en la parte frontal izquierda del cerebro, un área íntimamente relacionada con el lenguaje que los seres humanos tienen muy desarrollada en comparación con otras especies.
Y eso es especialmente significativo con determinadas figuras estilísticas, aunque, a priori, nos puedan parecer la parte aburrida, academicista, exegética, de pasatiempo de la literatura.
Por ejemplo, el oxímoron. Es decir, usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto. Muerto viviente, silencio atronador, noche blanca y monstruo hermoso. Según un estudio que investigadores del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) de San Sebastián, un oxímoro, así como otras figuras retóricas, generan una intensa actividad en el área frontal izquierda del cerebro, una actividad que no se produce cuando se trata de una expresión neutra o de una incorrecta.
El descubrimiento se ha publicado en la revista NeuroImage, una de las cabeceras más prestigiosas en este campo, aunque toda la parte experimental no se ha llevado a cabo con neuroimágenes sino con electroencefalogramas.
Los investigadores varias listas de frases incorrectas, neutras, oxímoron y pleonasmos (vocablos innecesarios que añaden expresividad), empleando el mismo sustantivo como sujeto: la palabra ‘monstruo’. Después, se les mostraron estas listas a personas de entre 18 y 25 años y se midió su actividad cerebral cuando las procesaban por medio del electroencefalograma. Los resultados muestran que cuanto menos natural es la expresión más recursos requiere para ser procesada en la parte frontal izquierda del cerebro: en el caso de los oxímoron, como ‘monstruo hermoso’, 500 milisegundos después de percibirse la expresión se midió una intensa actividad cerebral en la parte frontal izquierda del cerebro, un área íntimamente relacionada con el lenguaje que los seres humanos tienen muy desarrollada en comparación con otras especies.
martes, 17 de enero de 2012
¿Cuánto tardas en morir si te cortan la cabeza?
La mejor persona para responder sobre lo que se siente y durante cuánto tiempo se siente una vez nos han guillotinado la cabeza, seguramente sea el científico británico y uno de los miembros fundadores de Amnistía Internacional Hardold Hillman. Y es que Hillman es nada menos que experto en la neurobiología de los métodos de ejecución y en la resucitación.
De hecho, Hillam consiguió un IgNobel por un artículo titulado “Posible dolor experimentado durante la ejecución por diferentes métodos”. La conclusión del mismo es que la mayoría de los métodos de ejecución son más dolorosos de lo que parecen, salvo la inyección intravenosa.
¿Y en el caso de que te guillotinen la cabeza? La cuchilla cercena los huesos que unen la cabeza al cuerpo, y eso, según narró en New Scientist: “Tiene que causar un gran dolor”. Grande, pero breve, ya que dos o tres segundos después caeremos inconscientes por la hemorragia, aunque el cerebro conserve aún sangre y oxígeno para sobrevivir 15 segundos más. ¿Explica eso los casos de cabezas cortadas que mueven los ojos o la boca? Según Hillman, solo son espasmos involuntarios causados por la agonizante química cerebral.
A propósito de lo que se siente cuando te cortan la cabeza también podemos leer en el libro de José Ramón Alonso “La nariz de Charles Darwin”:
En 2011, un grupo de neurofisiólogos de la Universidad de Nimega publicó un estudio sobre la decapitación. Los holandeses colocaron electrodos en el cerebro de ratas sanas y las decapitaron con una guillotina para estudiar qué sucede en su cerebro durante los segundos y minutos siguientes. Nos puede parecer un experimento cruel pero de hecho fue encargado por el Comité Ético de la Universidad para valorar si al decapitación, usada en bastante experimentos para realizar estudios postmortem, podría considerarse un procedimiento aceptable, humano, para la experimentación con animales. La actividad cerebral disminuyó con rapidez y a los 4 segundos se redujo a la mitad. Este nivel de actividad se considera semejante al de la inconsciencia profunda. (…) De este estudio se concluye que la decapitación causa un sufrimiento mínimo comparado con el de otros métodos. Aunque algunas crónicas de la Revolución francesa afirman que las cabezas de los guillotinados seguían conscientes más de treinta segundos después de la decapitación, el experimento holandés sugiere que esas informaciones fueron exageradas, pues lo más probable es que los ajusticiados perdieran la consciencia en un tiempo muy corto.
De hecho, Hillam consiguió un IgNobel por un artículo titulado “Posible dolor experimentado durante la ejecución por diferentes métodos”. La conclusión del mismo es que la mayoría de los métodos de ejecución son más dolorosos de lo que parecen, salvo la inyección intravenosa.
¿Y en el caso de que te guillotinen la cabeza? La cuchilla cercena los huesos que unen la cabeza al cuerpo, y eso, según narró en New Scientist: “Tiene que causar un gran dolor”. Grande, pero breve, ya que dos o tres segundos después caeremos inconscientes por la hemorragia, aunque el cerebro conserve aún sangre y oxígeno para sobrevivir 15 segundos más. ¿Explica eso los casos de cabezas cortadas que mueven los ojos o la boca? Según Hillman, solo son espasmos involuntarios causados por la agonizante química cerebral.
A propósito de lo que se siente cuando te cortan la cabeza también podemos leer en el libro de José Ramón Alonso “La nariz de Charles Darwin”:
En 2011, un grupo de neurofisiólogos de la Universidad de Nimega publicó un estudio sobre la decapitación. Los holandeses colocaron electrodos en el cerebro de ratas sanas y las decapitaron con una guillotina para estudiar qué sucede en su cerebro durante los segundos y minutos siguientes. Nos puede parecer un experimento cruel pero de hecho fue encargado por el Comité Ético de la Universidad para valorar si al decapitación, usada en bastante experimentos para realizar estudios postmortem, podría considerarse un procedimiento aceptable, humano, para la experimentación con animales. La actividad cerebral disminuyó con rapidez y a los 4 segundos se redujo a la mitad. Este nivel de actividad se considera semejante al de la inconsciencia profunda. (…) De este estudio se concluye que la decapitación causa un sufrimiento mínimo comparado con el de otros métodos. Aunque algunas crónicas de la Revolución francesa afirman que las cabezas de los guillotinados seguían conscientes más de treinta segundos después de la decapitación, el experimento holandés sugiere que esas informaciones fueron exageradas, pues lo más probable es que los ajusticiados perdieran la consciencia en un tiempo muy corto.
martes, 10 de enero de 2012
¿Por qué los esquimales no se congelan al hacerlo?
Todos sabemos que los inuit, también conocidos, aunque cada vez menos, como esquimales, viven en unas construcciones hechas a base de bloques de hielo unidos mediante nieve denominados iglús. Estas estructuras, en forma de semiesfera, son conocidas por mantener su interior aislado de las bajas temperaturas exteriores del Ártico. Pero, ¿cómo es posible? Imaginemos un ser humano situado en el centro del iglú, más o menos. El aire que le rodea estará más caliente que el que se encuentra en contacto con las paredes de hielo, debido a que el cuerpo humano le transfiere calor. Como consecuencia, el aire más caliente, al ser menos denso que el más frío, ascenderá hacia el techo del iglú. Por el contrario, el aire más frío próximo a las paredes del iglú, descenderá. Se genera entonces una corriente de convección que hace que la temperatura interior no permanezca constante.
Por un lado, el calor que escapa del interior del iglú lo hace, obviamente, a través de las paredes de hielo mediante un proceso conocido como conducción térmica. Se puede demostrar que este flujo de calor (energía por unidad de tiempo) depende de la conductividad térmica del material a través del que circula (hielo y nieve compactada), del área superficial del iglú (dos veces pi por el cuadrado del radio de la esfera-iglú, es decir, la mitad del área de una esfera), de la diferencia de temperaturas entre el interior y el exterior y del espesor de las paredes.
Por otro lado, una vez transcurrido el tiempo suficiente, el flujo de calor aludido en el párrafo anterior debe ser igual al generado por el cuerpo humano en el interior del iglú. Si admitimos que éste tiene lugar preferentemente por radiación, es decir, en forma de ondas electromagnéticas en la banda infrarroja del espectro, su valor vendrá expresado por la ley de Stefan-Boltzmann del cuerpo negro. Hagamos unos números.
Supongamos que el inuit está en pelota picada (solo o, mejor aún, bien acompañado), que la temperatura de su piel es de unos 33 ºC y que el cuerpo humano se comporta como un emisor casi perfecto. Admitiendo una estatura de 180 cm y una superficie corporal de 2 metros cuadrados, así como unos 90 kg de peso, no tenemos más que igualar las expresiones del flujo térmico aludidas en los dos párrafos precedentes y obtendremos inmediatamente (para un diámetro del iglú de 4 metros y un espesor de sus paredes de 30 cm) que la diferencia entre las temperaturas exterior e interior asciende nada menos que a casi 50 ºC. Esto significa que aunque en el exterior se les estén congelando las pelotas a los mismísimos osos polares, cosa que ocurre a unos 40 grados bajo cero, en el interior del iglú nuestros inuits copulantes pueden "hacerlo" a la confortable temperatura de 10 ºC, justo para que el roce haga el cariño. ¿Quién necesita pieles de foca sobre el suelo o estufas?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)