martes, 17 de abril de 2012
¿Se podrían verter los residuos radiactivos en los volcanes para deshacernos de ellos?
Ese enorme horno que es un volcán podría presentarse como una eficaz manera de deshacernos de los aproximadamente 26.000 toneladas de barras de combustible de uranio agotadas que se almacenan en todo el mundo. La idea parece buena de base, pero el volcán debería ser lo suficientemente caliente como para fundir las barras y también neutralizar la radiactividad del uranio. ¿Es el caso?
Según Charlotte Rowe, una geofísica de volcanes en el Laboratorio Nacional de Los Alamos, los volcanes que generan más calor del mundo son los volcanes escudo, los que podemos encontrar por ejemplo en la isla de Hawái (son volcanes relativamente planos y anchos). La temperatura que generan puede llegar hasta los 1.316 ºC.
Sin embargo, la temperatura necesaria para fundir el zirconium donde se almacena el combustible es más elevada: su punto de fusión es 1.855 ºC. El combustible aún necesita más tempratura, porque el punto de fusión del óxido de uranio, el que se usa en la mayoría de plantas nucleares, es de 2.865 ºC. También se necesitan temperaturas con varias decenas de miles de grados más para deshacer el núcleo atómico del uranio y que su radiactividad sea nula. Lo más efectivo para generar tanto calor, pues, sería una reacción termonuclear, como la de una bomba atómica, lo cual no parece ser una forma muy buena de deshacernos de residuos nucleares.
Sin contar que los volcanes, aunque poderosos hornos, no dejan de expulsar lava, y en una gran erupción puede expulsar ceniza y gas hasta alturas de 10 km para que luego den la vuelta a la Tierra varias veces, salpicándonos de radiactividad a todos.
viernes, 13 de abril de 2012
¿Por qué en la sala de control de un submarino se lleva la iluminación roja?
Pues bien, la iluminación roja tiene su sentido; y no sólo para alegrar el espíritu cuando estás a punto de disparar un misil nuclear. Tiene que ver con el llamado efecto Purkinje, bautizado así en honor a su descubridor, el anatomista checo Jan Evangelista Purkyně.
Este efecto consiste en un cambio en la sensibilidad al color. Es decir, vemos las cosas de distinto tono y brillo cuando hay mucha luz que cuando hay poca luz. Cuando la intensidad de la luz disminuye, los objetos rojos parecen perder intensidad más rápidamente que los objetos azules o violetas con el mismo brillo.
Este efecto es también el responsable de que nuestra vista durante el amanecer y el atardecer sea más imprecisa que de día o de noche.
El efecto fue descubierto en 1819 por este gran pensador que gustaba de meditar de madrugada durante largas caminatas por los floridos campos de la Bohemia checa. Purkinje se dio cuenta de que sus flores favoritas de color rojo brillante aparecían así en una tarde soleada, mientras que en la madrugada se veían muy oscuras.
Llegó a la conclusión de que el ojo conviven no uno, sino dos sistemas de visión: uno para la intensidad de luz brillante en general (visión fotópica) y el otro para el anochecer y el amanecer, donde se da con mayor intensidad la visión escotópica, donde se aprecien mejor los colores correspondientes a longitudes de onda cortas (verdes, azules y violetas). El efecto Purkinje se produce en esa transición del uso de una visión fotópica, con luz abundante, a una escotópica, con luz escasa. Pero existen condiciones en las que es deseable tener activos tanto los sistemas fotópicos como los escotópicos, como ocurre en un submarino operativo. Entonces las luces rojas proporcionan una solución.
Los submarinos llevan luz roja para preservar la visión nocturna de los miembros de la tripulación que trabajan allí, ya que con buena luz roja, la pupila permanece abierta y se adapta mejor a la oscuridad, para por ejemplo salir a cubierta de noche con la máxima apertura de pupila para poder ver.
En la sala de control los instrumentos suelen dar la lectura también con pilotos rojos o naranjas, para que los miembros de la tripulación puedan interpretar estas medidas. Los pequeños pilotos rojos permiten algo interesante y es tener activos de forma simultanea los dos sistemas, el fotópico y el escotópico. Porque la sala de mandos del submarino también tiene muy poca iluminación para preservar la vista nocturna del capitán y sus tripulantes.
Y si tengo poca luz, roja y encima quiero que algo se vea con claridad ¿Existe algo que nos pueda ayudar? Sí. Muchos tripulantes de la sala de mandos de estos submarinos usan gafas de colores. Mejor con un filtro rojo (como las que utilizan los CSI o los investigadores de laboratorio) para poder aislar determinadas longitudes de onda y aumentar la intensidad de la luz y su contraste lo suficiente para proporcionar la visión fotópica, la visión con la agudeza necesaria para la lectura de mapas y controles; pero que a la vez mantenga el ojo adaptado a la oscuridad, en caso de tener que apartar la mirada de la consola y mirar por el periscopio en la noche, por ejemplo.
Y es que un timonel que va en absoluta oscuridad puede ser encandilado con la luz de una simple cerilla y pierde la visión nocturna que tardó casi media hora en obtener en ese segundo que miró hacia la luz.
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