jueves, 27 de marzo de 2008

ÁFRICA ANDA SUELTA


El 1 de marzo abrió sus puertas el que los expertos consideran el mejor parque zoológico del mundo: Bioparc. Olvídese de la idea tradicional de zoo. Aquí, cuatro mil animales conviven sin jaulas ni barreras. África se ha instalado en el corazón de Valencia.



«Esto va a sonar raro, lo sé, pero lo que hacemos aquí es arte», dice José Maldonado, oteando el horizonte de este zoo de Valencia recién inaugurado, del que es creador y propietario. Mirando a las jirafas pasear junto a las cebras en un espléndido día impropio del invierno, el lugar merece sin duda elogiosos calificativos: es un sofisticado parque temático, un singular centro de ocio, incluso un espacio para el conocimiento... pero ¿arte? «Que sí, que esto es arte. Cada piedra, cada rincón, está dispuesto para permitir una imagen única; todo está pensado para crear emoción. Y ¿qué es lo que emociona? El arte.» Amenaza con ponerse filosófico cuando, con el ímpetu que lo caracteriza y una sonrisa sin matices, cambia el paso: «Además, ¡esto ha dado más trabajo que la Capilla Sixtina!».


Y no es del todo broma. Ni lo del arte ni lo del trabajo. Han sido necesarios nueve años (tres de diseño, tres de gestiones y tres de construcción) y un equipo de 25 personas entre arquitectos, ingenieros, veterinarios y expertos en bellas artes para diseñar este parque. Y coordinándolo todo, a pie de obra, el propio Maldonado, un empresario (farmacéutico de formación, viajero y amante de los animales de vocación) que un día, hace diez años, decidió dejar su trabajo de funcionario para crear Rain Forest. Con esa empresa construyó ya el zoo de Fuengirola y ha asesorado en el diseño de varios más en Europa. Sólo alguien con su empuje podría haber conseguido la financiación necesaria para este proyecto, más de 60 millones de euros invertidos en un parque que ocupa cuatro hectáreas, ampliables, y con un centenar de empleados fijos.


Hoy, con el parque abierto, resulta increíble que en el mismo lugar en el que baobabs, sabanas y selvas ecuatoriales esconden a varios de los animales más amenazados y extraordinarios de África, hace apenas tres años tan sólo había un descampado estéril. Ahora, el visitante que llega al parque cruzando una espectacular pasarela se encuentra de pronto en el corazón de África. Y nada más entrar empieza a apreciar los grandes alicientes de la `zooinmersión´, la nueva forma de entender los zoológicos.


La `zooinmersión´ rechaza las jaulas que encerraban a los animales en los antiguos `parques de fieras´. Por algo el eslogan de Bioparc reza: «Naturaleza en abierto». Para esta nueva generación de zoológicos, los animales y su conservación son prioritarios. Y por esta razón, en vez de jaulas de exhibición, lo que se construye es una imitación de los distintos hábitats y ecosistemas en los que los animales viven en su medio natural. Las especies son tan prioritarias que se han cuidado detalles como que sean ellas las que miren ligeramente desde arriba al visitante.


El resultado es un parque en el que el continente es igual de espectacular que el contenido. La obra en sí, los recintos que simulan selvas, sabanas, formaciones rocosas de Madagascar o sobrios y preciosos kopjes del este de África son en Bioparc tan interesantes como los miles de animales que se esconden entre gigantescos troncos caídos, cascadas y ríos, piedras y árboles o entre las sombras de un cortado frondoso formado por la lava de un volcán extinto.


Para el visitante, este tipo de parques resulta una experiencia nueva. En vez de encontrarse con una colección de diferentes animales expuestos ordenadamente, aquí los animales le salen al paso. Los recintos están pensados para ocultar las barreras físicas que separan a unos de otros –fosos, ríos, troncos caídos, etc.–, lo que permite encontrarse con un grupo de jirafas y antílopes, por ejemplo, y al fondo, acechándolos desde un promontorio rocoso, una pareja de leones. Ésta es otra de las grandes novedades de la `zooinmersión´ y, probablemente, su mayor atractivo: que en los recintos puedan coexistir varias especies diferentes, tal y como lo harían en su medio natural.


Con esta imitación de sus ambientes naturales, los animales recuperan sus instintos y pierden el estrés que con tanta frecuencia los castigaba en los parques convencionales. Como resultado, los animales se reproducen con frecuencia y eso, hablando de especies en peligro de extinción, es un logro que no tiene precio. Y es que la conservación marca desde su génesis el proyecto de Bioparc. «Por primera vez en España vamos a conseguir que la gente que venga al parque no sólo aprenda a amar estos ecosistemas y sus animales, y por lo tanto se interese por ellos, sino que, además, contribuya a su conservación en sus países de origen», afirma Gonzalo Fernández Hoyo, responsable del diseño de Bioparc y de sus colecciones de animales. «Para eso, hemos creado el Instituto del Trópico, la primera fundación española destinada a la conservación y el estudio de las selvas tropicales.»


El Bioparc alberga alrededor de 4.000 animales de 250 especies distintas que han llegado desde 15 zoológicos europeos. Ningún ejemplar ha venido desde su entorno natural y todos están sometidos a un control exhaustivo dentro de programas internacionales de cría en cautividad que luchan por garantizar un futuro a cada una de las especies. En los zoos se han salvado de la extinción animales como los bisontes europeos y americanos, el caballo de Przewalski, el órix de cuernos de cimitarra, varias especies de lémures, la boa de Jamaica, el ganso hawaiano... «Pero ahora no sólo hay que conservar las especies amenazadas en los zoos, sino trabajar para que no se destruya su hábitat natural. Ésta es la idea que hay que llevar a los 125 millones de visitantes de los zoos europeos.» No es una errata: 125 millones. A Maldonado le gusta incidir en este dato: «En Europa acude más gente a los zoos que a los campos de fútbol. Vale que nosotros abrimos todos los días, pero recibimos más gente».


Otro de los grandes retos de Bioparc es dar a conocer al público la importancia y la singularidad de muchos de los animales que encierra: la mayoría son especies de extraordinario valor ecológico, desconocidas por la gente. Junto con grandes y llamativos elefantes, gorilas, rinocerontes o leones, conocidos por todos, uno encuentra joyas como los hipopótamos pigmeo, los driles, las nerviosas musarañas elefante, las ágiles fossas, los lémures, los oricteropos o los bellísimos bongos. El trabajo de los parques ha salvado de la extinción a muchos de ellos. En el Bioparc, además, el Instituto del Trópico ayuda a la conservación de los hábitats naturales de estas especies siguiendo el pensamiento del escritor senegalés Baba Dioum, quien a finales del siglo pasado escribió: «Al fin de cuentas, sólo conservamos lo que amamos. Sólo amamos lo que comprendemos. Sólo comprendemos lo que nos han enseñado».

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