jueves, 20 de noviembre de 2008

El hospital para la vida salvaje


Es el centro veterinario más grande del mundo. Está en Australia y, recién ampliado, trata a unos diez mil `pacientes´ al año. Entramos en este peculiar hospital para conocer cómo trabajan e investigan.



El golpe mató a su madre. En la cálida oscuridad de su mundo, el pequeño canguro sólo notó el movimiento brusco del impacto. La bolsa marsupial de mamá canguro lo protegió, pero el sonido reconfortante del corazón de su mundo paró de golpe, los movimientos acompasados de la respiración cesaron con él y el calor de la bolsa que lo mantenía vivo empezó poco a poco a desaparecer.


Su madre había sido uno de los centenares de víctimas que mueren atropelladas en las carreteras de Australia. Y para la cría significaba la muerte irremisible. Los canguros, como todos los marsupiales, nacen en un estado aún embrionario y migran a las bolsas o marsupios de sus madres, donde, adheridos a un pezón que los alimenta, terminan su desarrollo. Para nuestra cría, la vida iba a terminar antes de haber podido asomarse al mundo. Y entonces una luz cegadora rompió la oscuridad en la que siempre había vivido.


Una unidad de servicios ecológicos de los Guerreros de la Vida Salvaje (Wildlife Warriors) sacó a la cría de la bolsa del cadáver y la transportó en una de sus ambulancias veterinarias hasta el Hospital para la Vida Salvaje de Australia, el mayor centro veterinario del mundo. El pequeño canguro se había salvado.


El hospital en cuestión abrió sus puertas en marzo de 2004 en las proximidades del Zoo de Australia, en la ciudad de Beerwah (Queensland). Desde el primer día, los pacientes se multiplicaron en número y en especie dejando ver que las instalaciones necesitarían una ampliación. Y así se hizo. Auspiciados por el Gobierno, que ha puesto 2,5 millones de dólares, y el Zoo de Australia, las instalaciones se han ido ampliando y sofisticando hasta que, por fin, ayer el nuevo hospital abrió sus puertas. El edificio, una construcción vanguardista en diseño ecológico desarrollada por el arquitecto Andrew Webb, tiene 1.300 metros cuadrados. En su interior acogerá a los más extraños y variopintos pacientes que uno pueda imaginar: koalas, canguros, ornitorrincos, possums, casuarios, cocodrilos, wombats… Hasta diez mil `pacientes´ al año, la mayoría de los cuales son tan exclusivos y delicados que su tratamiento puede costar desde cien dólares hasta varios cientos de miles.


El centro está conectado con diferentes universidades y con fundaciones para el cuidado de la vida salvaje. El resultado es un hospital para animales que no sólo es el mayor del mundo en superficie, sino que, además, encabeza muchos de los avances en los tratamientos veterinarios de grupos tan difíciles y poco estudiados como los marsupiales o los monotremas (los mamíferos que ponen huevos). La idea de este hospital procede de Lyn Irwin, la madre de uno de los más famosos y llorados naturalistas de Australia: Steve Irwin, quien siempre defendió la vida salvaje hasta que una raya lo mató accidentalmente mientras rodaba un documental en aguas australianas en septiembre de 2006. Pero, antes de morir, Steven había hecho realidad el sueño de su madre, que había fallecido en un accidente de tráfico seis años antes.

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