lunes, 21 de julio de 2008

CABALLITOS DE MAR: SU PEOR CRISIS


Hace un cuarto de siglo, los veraneantes tomaban el aperitivo mientras se bañaban en el Mar Menor degustando berberechos que ellos mismos sacaban de la arena con la ayuda de un rastrillo de juguete y unas gafas de bucear. Los gambones rojos y mújoles de la encañizada tenían la reputación del caviar iraní. Y los niños capturaban caballitos de mar para barnizarlos y hacerse llaveros con ellos, pues los había a millares. Todo eso sucedió antes de que medusas, puertos deportivos, aguas fecales y urbanizaciones los aniquilasen.


Hoy, en la laguna murciana sólo quedan, oficialmente, ocho caballitos localizados y censados. Son los que han podido encontrar hasta la fecha los voluntarios del Proyecto Hippocampus. La densidad de su población es «extremadamente baja», lo que hace que la probabilidad de encuentro de las parejas en época de reproducción sea poco menos que una lotería. El caballito de mar está en el Libro Rojo de los Vertebrados de la Región de Murcia como especie en peligro crítico; está abocado a una prematura desaparición.


El Mar Menor siempre ha sido un consomé, una inmensa palangana para alivio de juanetes. Pero ahora es una sombra de lo que era. El año pasado se convirtió en cementerio de tiburones despistados. Un misterio. Los curiosos les hacían fotos con el móvil. Y cada verano, desde mediados de los años 90, es colonizado por una plaga de 60 millones de medusas. Pero esto ya no es un misterio: la culpa es de la agricultura de invernaderos, que ha convertido la laguna en un sopicaldo nutritivo rico en nitratos que atrae al celentéreo por millones.


Los signos de la agonía de este espacio único se multiplican. Sus praderas submarinas se reducen a un ritmo de un cinco por ciento anual. Y se está llenando de algas incontrolables, como la temida Caulerpa. Y está rodeado de ladrillos. En los próximos cinco año se prevé construir 200.000 nuevas viviendas y duplicar la población veraniega hasta superar el millón de personas. Los ecologistas se quejan de que la depuración de todas las aguas residuales que se vierten en él es una promesa incumplida. Y que los 1.200 nuevos amarres para embarcaciones deportivas, que se sumarán a los 3.600 existentes, le darán el tiro de gracia.

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