Un estudio revela que la mitad de los españoles tuvo resaca en los últimos tres meses. Sepa qué le pasó ‘anoche’.
No me acuerdo de nada Los altos niveles de alcohol afectan al cerebelo y a los neurotransmisores responsables del equilibrio. En los consumidores crónicos hay una alteración en un área del cerebro llamada hipocampo. Una lesión en esta zona –que provoca graves lagunas mentales– es sinónimo de alcoholismo. ¡Veo doble! La dioplía o visión doble se debe a la falta de coordinación de los músculos que ayudan a fijar la mirada; y esto ocurre, a su vez, porque los nervios pares craneanos, ‘jefes’ de estos músculos, quedan igualmente afectados. ¡Vaya barco! Su consumo también afecta al oído interno, que junto con las alteraciones de la serotonina –que tiene que ver con el equilibrio– produce mareo. Se pierde la capacidad de atención y/o comprensión. Las piernas, como botas El alcohol le resulta muy tóxico; provoca arritmias y su ingesta intensa y crónica le produce cardiomiopatía; esto es, el músculo del corazón se vuelve más grueso y pierde fuerza de bombeo. ¿Resultado? Hinchazón en las extremidades e incluso asfixia. Primero, hepatitis y, luego, cirrosis El licor produce ‘hígado graso’, una acumulación de grasa anormal en este órgano. De este estadio se pasa a la hepatitis (por alcohol) y, más tarde, a la cirrosis, que provoca un daño en el hígado devenido de las cicatrices y fibrosis acumuladas. ¡Qué sed! El alcohol inhibe la hormona antidiurética que retiene líquidos en el organismo, lo que hace que orinemos más y eliminemos muchos más líquidos de lo normal. Esto causa una pérdida de electrolitos y agentes químicos básicos para el equilibrio corporal. Hipersensibilidad También se producen efectos en el páncreas, intestino, tiroides o en los niveles hormonales (en los hombres disminuyen las hormonas masculinas y aumentan las femeninas). |
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