domingo, 8 de junio de 2008

El fin del gigante blanco


Ha resisitido 150.000 años de evolución y sobrevivido al durísimo clima ártico. Ahora el calentamiento global está a punto de acabar con él. Su destino es ahogarse en el mar deshelado. Por eso acaba de tener el triste honor de entrar en la lista de especies en peligro de extinción.



Nadaba en un mar oscuro que se perdía en el horizonte. Sus enormes zarpas armadas de una membrana entre los dedos impulsaban el cuerpo manteniéndolo a flote. En el horizonte no veía un solo destello blanco que le indicara el hielo salvador, y el miedo empezaba a atenazarlo. Después de semanas sin comer, sus esperanzas llegaban al final. Por fuerte que fuera, incluso un oso polar acaba por agotarse.


Lentamente, el frío del océano Glacial Ártico penetró en su cuerpo. Los músculos se fueron bloqueando por los calambres. Y el mayor de los predadores terrestres del planeta se fue hundiendo lentamente en el abismo negro sin entender qué había pasado con el mundo de hielo que años atrás cubría este mar.


A mediados de mayo pasado se ha añadido, por primera vez, a un plantígrado en la lista mundial de animales amenazados. El hecho es más que significativo, ya que marca también la primera vez que una especie es incluida en esta lista a causa del calentamiento global. Y ha sido el oso polar el protagonista de tan triste primicia. Las causas: su ecosistema, aquel que necesita para sobrevivir, está desapareciendo bajo sus pies.


Desde hace cerca de dos décadas, científicos y naturalistas vienen anunciando la progresiva pérdida de hielo en el Ártico. El casquete polar del norte flota sobre el mar sin masa continental que lo sustente, tal y como sucede con la Antártida. Durante los largos meses del invierno ártico, el hielo se convierte en el territorio por el que merodean los osos polares en busca de sus presas. Gracias a la superficie de hielo, los plantígrados cambian de territorio renovando la sangre de las diferentes poblaciones de osos polares y en su peregrinar por el mundo blanco capturan focas, peces e incluso alguna beluga, las pequeñas ballenas blancas del Ártico.


Pero con el calentamiento global los hielos que cubren el océano en el Gran Norte van retrocediendo año tras año de una forma exponencial y alarmante. Se calcula que la temperatura del Ártico está incrementándose dos veces más rápido que en el resto del planeta. Como consecuencia, el ritmo de deshielo de su casquete polar es del 9 por ciento cada diez años. Y los científicos creen que el ritmo se incrementa gradualmente más, día tras día, como un goteo letal.


Los osos polares necesitan ese hielo para su supervivencia. Aunque existen como especie desde hace al menos 150.000 años, sus extraordinarias adaptaciones al durísimo clima ártico los hacen muy vulnerables a los cambios bruscos provocados por nuestro impacto en el medio ambiente. Estos enormes plantígrados, los mayores osos del mundo, son increíbles nadadores. Sus pies y sus manos cuentan con una membrana entre los dedos que los ayuda en la natación, sus cuerpos están cubiertos por un pelo impermeable y una gruesa capa de grasa los aísla del frío permitiéndoles aguantar durante horas en las gélidas aguas árticas. Pero esas mismas adaptaciones se están convirtiendo en su condena.

Con la llegada del frío, los osos polares se internan en el extremo norte avanzando sobre el mar helado. Allí encuentran la base de su alimentación, las focas, que les permitirán almacenar la grasa suficiente para sobrevivir otro año. Sin embargo, con el cambio climático la capa de hielo que cubre el océano es cada vez más fina y los osos polares, que llegan a pesar hasta 800 kilos, la rompen cada vez con mayor frecuencia cayendo al mar, del que sólo podrán salir en las zonas en las que el hielo sea más resistente.


Hace apenas una docena de años, los osos que nadaban entre grandes bloques de hielo buscando focas no tenían que recorrer grandes distancias antes de volver a salir a suelo firme. Hoy, en cambio, los científicos que los siguen han detectado que muchos de estos animales deben nadar cerca de cien kilómetros antes de encontrar un hielo que los soporte. Y muchos no aguantan ya semejante esfuerzo. ¿Consecuencia? Se empezaron a encontrar por primera vez osos polares ahogados.


Los que tienen más suerte y consiguen llegar al hielo firme encuentran aún así mayores dificultades para cazar. Llegar a las focas les cuesta cada año un gasto mayor de energía y muchas quedan fuera de su alcance por la disgregación de la plataforma de hielo. Los científicos han constatado así que los osos polares hoy pesan un diez por ciento menos que hace 20 años, tienen un diez por ciento menos de crías y éstas, al nacer, cuentan ya con menos posibilidades de salir adelante que en épocas anteriores.


Desesperados por la falta de alimentos los osos polares se quedan cada vez más tiempo en tierra firme. Allí encuentran bayas, peces, algún caribú y pequeños roedores que no pueden competir con la energética grasa de las focas. Por eso, los osos polares están invadiendo el territorio de otros grandes osos del norte: los grizzly. Hace un par de años, los científicos que estudiaban el cadáver de un extraño oso polar cazado en la isla de Bank certificaron que se trataba de un híbrido entre las dos especies.


Los científicos cifran ya entre 20.000 y 25.000 el número de osos polares que aún viven en la actualidad y han dado la voz de alarma. De no frenar el calentamiento global a mediados de este siglo, dos tercios de su población habrán desaparecido; y para finales del mismo, el oso polar podría estar ya extinguido.
Las amenazas del calentamiento se suman a la contaminación que les llega por las corrientes marinas desde nuestros países civilizados.
El análisis de algunos de los cadáveres encontrados a la deriva en el Ártico ha desvelado que los osos polares están expuestos a los productos químicos, pesticidas y abrasivos que están prohibidos en todo el mundo, pero que, obviamente, se siguen utilizando con impune normalidad.


Con toda esta avalancha de datos, el Departamento de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos ha promovido que se incluya al oso polar dentro de la lista de animales amenazados de extinción, otorgándole así la categoría de animal protegido. Pero ¿de qué servirá protegerlo si no somos capaces de frenar el calentamiento global? «Los osos polares son uno de los mayores supervivientes de la naturaleza, ya que son capaces de vivir y prosperar en uno de los ambientes más hostiles del planeta», explicó Dirk Kempthorne, secretario del Interior de Estados Unidos. «Pero su hábitat se está derritiendo, literalmente.»

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