sábado, 10 de mayo de 2008

EL BILINGÜE ¿NACE O SE HACE?


Los expertos afirman que para dominar una segunda lengua son claves la motivación y las oportunidades para practicarla. Pero ¿qué hay de cierto en las teorías que defienden que los factores hereditarios y físicos facilitan el aprendizaje?

De niños, aprendemos a hablar la lengua materna con rapidez y sin esfuerzo. No sucede igual con la adquisición de un segundo idioma. Hay personas que no lo logran nunca por mucho que se empeñen y otras para las que resulta más sencillo. Según las estadísticas, en España parece haber más de las primeras que de las segundas. Una encuesta realizada en 2000 por el Eurobarómetro reveló que el 47 por ciento de los españoles habla al menos un idioma extranjero, mientras la media en la Unión Europea es del 53 por ciento, con casos excepcionales como Suecia o Dinamarca, donde el porcentaje sube hasta el 82 y el 84. ¿A qué se debe esa diferencia? ¿Es que existen pueblos y personas dotados genéticamente con el don de lenguas? ¿O es que el aprendizaje de un segundo idioma depende más de otros agentes como el ambiente, la motivación, el método o la edad a la que se empieza?

El primero de los factores que interviene en el aprendizaje de un segundo idioma es el fisiológico. Estudios sobre el cerebro y el aparato vocal han demostrado que, al nacer, el bebé puede discriminar los contrastes fonológicos de todos los idiomas conocidos, aunque a partir de las 48 primeras horas de vida muestra preferencia por el que se habla a su alrededor. Y también que en la pubertad, el cerebro ya ha perdido gran parte de su capacidad para distinguir entre fonemas que nunca ha oído. La conclusión de estos dos datos es que quienes aprenden mínimamente una segunda lengua antes de los 12 o 14 años, edad en que el aparato fonador ya está desarrollado, lo harán con más facilidad y con mejor acento, con independencia de si están más o menos dotados. Este dato no tiene por qué desanimar a quien desee aprender un idioma de adulto. Los restantes factores son tan importantes como la edad, y la mayoría de ellos se deduce al analizar cómo aprenden los más pequeños su lengua materna.

Los niños que, por ejemplo, hablan con mayor rapidez y facilidad son aquellos que más se comunican con sus progenitores. Por este motivo, el estudiante maduro debería procurar sobreexponerse a la lengua que desea aprender viendo películas en versión original, relacionándose con personas que hablen ese idioma o visitando el país. Y se necesita mucho tiempo para dominarlo, sobre todo si se tiene en cuenta que desde que el bebé da su primer grito hasta que adquiere habilidad para comunicarse pasan entre 15 y 18 años, es decir, unas 55.000 horas de inmersión verbal de manera continuada.

Una nueva pista la obtenemos al preguntarnos qué pasa dentro del niño cuando empieza a hablar. Según la teoría conductista, defendida en los 50 por B. F. Skinner, en el proceso de aprendizaje del idioma materno influyen los estímulos externos. Si el niño consigue que sus primeros balbuceos sean comprendidos por sus padres, repite la expresión. Por medio de esas confirmaciones (verbales y no verbales), el bebé aprende a expresarse de manera eficaz. De esto se deduce que quien desee aprender un segundo idioma obtendrá grandes progresos si necesita practicarlo obligatoriamente.

La clave está en la angustia. El lingüista Jean Piaget apuntó que la tensión que ocasiona la incertidumbre de si seremos comprendidos o no es también un factor decisivo en el aprendizaje. Para el niño, esta tensión es una fuente de motivación, pero en un adulto puede provocar inseguridad y vulnerabilidad, y le hace retraerse de hablar en la lengua recién aprendida para evitar equivocarse y sentirse ridículo. Por otro lado, la facilidad para aprender idiomas depende también del bagaje gramatical que se tenga en la propia lengua.
Pero lo más importante es emplear lo que hemos aprendido para comunicarnos. La práctica ha demostrado que la actitud del estudiante vale más que sus capacidades naturales o los diferentes métodos audiovisuales y tecnológicos que utilice. Así que nunca es tarde para empezar ni nadie está totalmente incapacitado para aprender idiomas.

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